Capítulo 1

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La casa.

Despertó atosigado y sudando, sus ojos se movían rápido viendo a su alrededor, una ola de pánico le recorrió entero:

¿Dónde demonios estaba?

Fue lo primero que pensó al evaluar aquel cuarto, estaba acostado boca arriba en una cama matrimonial con dos cobertores a su lado y una cobija rasposa, se incorporó de un salto, con los labios temblorosos y entreabiertos.

Al lado izquierdo, había un librero, de dos metros de alto y sesenta centímetros de ancho, echó una rápida mirada a su contenido: libros y al parecer baratijas y perfumes de otra persona. Volteó su mirada y se encontró con un closet con poca ropa desparramada, en frente de él había un mueble de madera que al parecer era un escritorio, tenía muchos cuadernos y papeles sobre él, dándole un aspecto sucio y desordenado. También había varios pares de tenis y calcetines que desprendían mal olor, lo que hizo que arrugara la nariz.

Al lado del librero, había una ventana enorme, la cual era cubierta con una cortina color naranja con estampado de capullos de flores rojas, la salida de aquella habitación tenía una cortina igual, solo que menor en tamaño.

Confundido, se pasó la mano por su cabello, ¿Dónde estoy?, volvió a surgir en su mente, al parecer la habitación no había sido limpiada por el dueño original, parecía que al mismo le gustaba el mal olor, pero que también le gustaba leer. Tenía que saber en dónde estaba, se levantó de la cama, estaba descalzo, no se atrevió a ponerme algún par de tenis, podían tener hongos. Al menos estaba vestido.

Salió de la habitación y justo al lado derecho había una puerta blanca, abrió la misma con cuidado, y lo que vio dentro era asqueroso: ropa sucia encima de una especie de tubo, un mueble oxidado al lado con un montón de jabones y cepillos de dientes usados, también había un bote con agua con mal olor, un espejo con el cristal lleno de sarro y en el piso había rastrillos y algo de moho. Cerró la puerta con una mueca de asco.

Frente a él había un cuarto, sin puerta y también estaba desordenado, vaya, la familia que había vivido ahí anteriormente había dejado todo tirado, en ese espacio había botes llenos de ropa sucia, calzones y calcetines, y dos lavadoras; una estaba medio oxidada y la otra estaba, milagrosamente, limpia, lista para usarse, al lado, sobre un anaquel, se destacaban varios productos de limpieza llenos, dos grandes bolsas de jabón en polvo, dos botellas grandes de suavitel, y dos botellas de cloro.

Regresó y en frente del baño sucio, al lado del cuarto donde despertó y al lado de la entrada del cuarto de la lavadora; había un pasillo, de no más de cuatro metros de largo y metro y medio de ancho, en la pared derecha del pasillo, había tres anaqueles, en la parte de arriba había cajas de zapatillas, abajo había hojas blancas, lápices y cuadernos desparramados y desordenados.

En la pared opuesta, había un burro de planchar, y encima de este, una plancha, le sorprendió ver que también estaba limpia y sin una pizca de óxido. Atravesó el pasillo y antes de salir a la sala principal había otra puerta, esta vez era de madera, tomó el picaporte y al querer girarlo, el picaporte no cedía, estaba cerrado con llave.

¿Qué habrá dentro?, pensó, Seguramente más suciedad

La gran sala que estaba frente a él era lo único limpio que hasta ahora había encontrado. En el centro había una mesa con seis sillas de madera, en el recodo del pasillo, el cual formaba una pared, a un metro detrás de aquella mesa había otra puerta de madera, y seguido de ésta, un metro más allá, otra puerta menos ancha, igual a la del baño que había visto anteriormente. La puerta de madera, al igual que la otra, estaba cerrada con llave, y dentro de la otra puerta, había un baño simple: con una taza y un bote lleno de agua, dentro del bote, había una manguera cerrada. También había lo esencial, papel higiénico y un cepillo para lavar.

En baño en cuestión no estaba sucio, por lo cual suspiró aliviado.

Había, lo que parecía, una puerta principal, y un portón justo enfrente para, suponía, dar más seguridad. Ambos estaban cerrados con llave, lo que hizo que su pecho se oprimiera.

Al otro lado de la mesa había otra puerta, frente a la puerta principal, era de madera, igual que las otras dos, y también estaba cerrada, pensó que tal vez podrían ser habitaciones, no le dio tanta importancia. En la misma estancia, separados por unos metros, había una sala con tres sillones, un gran mueble de madera con un estéreo y otro pequeño mueble, en donde había una televisión, esa estancia parecía no estar sucia. Al lado de la misma, había tres aparatos que servían para hacer ejercicio.

En la parte izquierda, había una entrada en forma de arco, la cual daba a una cocina, con un refrigerador sorprendentemente limpio y lleno de alimentos, una alacena sin trastes, una estufa totalmente sucia y en la pared había cajones de madera, al abrir uno, soltó un gritito al ver salir a las cucarachas de dentro. En la cocina había una ventana, y al lado una puerta que daba al exterior, fuera de la puerta, a su izquierda, había un gran portón, necesitaba una llave si quería entrar, miró por la cocina y la encontró colgada en un clavo, al lado de la sucia estufa.

Abrió el portón y se encontró con una chimenea llena de trastes sucios, una pila llena de agua sorprendentemente limpia, solo que al lado de cada extremo, había un lavadero repleto de trastes, igualmente sucios.

Un hedor le llegó a las fosas nasales y descubrió que provenía de diferentes líquidos y desechos que antes pudieron haber sido comida, sus ojos se llenaron de agua, pero los cerró con fuerza para no llorar, tenía que hacer algo, su estómago rugía, pidiendo algo de comer y todo ahí estaba en malas condiciones de uso, no recordaba nada y eso le dio algo de temor, lo único que alcanzó a recordar era su nombre: Lion, y su edad: veinte años.

Lion intentó calmarse y se dio cuenta de lo que tenía que hacer, y muy a su pesar: tenía que limpiar la casa. 

LIONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora