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Gritos, caos, pánico, terror, llanto, desesperación, llenaban la ciudad aquel día.
Las calles se inundaron de sangre y en las aceras quedaban cuerpos sin vida, era el día en el que el virus del Apocalipsis se hizo presente.

—¡Mi padre! —Dijo Armin con desesperación y con lágrimas en los ojos. Tomó su chaqueta y se dirigió a la puerta rápidamente. Corrí para alcanzarlo, tomé su brazo y no lo dejé avanzar mas.
—¡Armin, espera! ¡No tenemos idea de lo que está pasando, debemos estar juntos!
—¿Estas de broma? ¡Mira por la ventana, la mayoría de la gente que ha muerto es adulta!—Lo vi entendiendo su preocupación. «¿Acaso el virus solo afecta a gente adulta?»
—Amor esp...—En ese momento se escuchaban decenas de explosiones, en un abrir y cerrar de ojos la ciudad se veía en vuelta en llamas. 
—¡Armin, Mikasa! ¿Están bien? Ahg, esa fue cerca, se pudo sentir. —Dije tapando mis oídos por el rugir de la explosión.
—¡Eren!
—¡Amor! —Ambos gritos me avisaron de un pedazo de losa que caía justo encima mio, pude apenas alejarme. 
—Estuvo cerca.—Dije sacudiendo mi ropa del polvo.
—¿E-estas bien?—Preguntó mi hermana aun en shock.
—Si, no te preocupes, iremos a casa de Armin.— «Espero que todo este bien ahí Pensé preocupado por mi rubio y su familia.

Camino a casa de Armin, veíamos varios pequeños llorando de miedo, en sus caras se les veía aterrorizados, además un sin fin de cuerpos bañados en sangre. Al llegar a la casa de Armin, se le veía intacta, sin un mínimo rasguño, al menos por fuera...

Llamamos tres veces a la puerta y nadie respondió, empujamos delicadamente la madera y se abrió fácilmente, al entrar todo se veía normal, la casa estaba excesivamente limpia como era habitual, pasamos a la sala, al comedor, y antes de entrar a la cocina se veían pequeñas manchas de un color rojo oscuro. Si, eran gotas de sangre, al entrar vimos el cuerpo de Hilda desplomado en el piso, con sangre escurriendo a su alrededor.

—¡No!—Armin comenzó a sacar pequeñas lágrimas de sus ojos hasta terminar en un llanto muy profundo, ella había estado desde recién nacido con él, era parte de su familia, me dolía tanto verlo devastado y de igual forma al ver a Hilda en ese charco de sangre un frío enorme invadió mi cuerpo, ¿Era el miedo? posiblemente si, porque aunque no lo reflejaba por fuera, por dentro estaba aterrado de todo esto. —Debo encontrar a mi padre.—Armin se secó las lágrimas y se puso de pie, tomé su mano para hacerlo sentir seguro, caminamos hasta el despacho de su padre y lentamente abrimos la puerta. —¿Papá?...¿Papá, estas bien?—Decía mi rubio con una voz quebrada y ronca por el llanto. Nadie respondía a su voz, solo un retumbante silencio en aquella habitación. Poco a poco comenzó a bajar la mirada al suelo, con pequeñas gotas de lágrimas escurriendo por sus mejillas que salpicaban la alfombra.

—Armin, amor...—Dije con voz baja tomando su hombro.—Lo lame...
—¡Hijo! ¿Armin, eres tú?—Pronunció una voz que venía del fondo de la habitación. Era el señor Arlert, milagrosamente a él no le había afectado el virus .
—¡Papá! —Gritó mi pequeño rubio, corriendo y lanzándose como un niño a los brazos de su padre, aquella escena era tan bella. —Creí que habías muerto, todos los adultos han sido contagiados por un virus.
—Si, lo sé hijo, el virus del apocalipsis.  
—¿Viste las noticias? 
—Si, pero mucho antes sabía que algún día esto pasaría. —Todos quedamos viendo al señor Arlert sin saber de que rayos hablaba. —Hace años cuando trabajé en el gobierno, tuve la oportunidad de platicar con Grisha, el padre de Eren. Él me comentó todo aquella ocasión, y me obsequió una vacuna que evita el contagio del virus.
—¿Mi padre le dijo todo eso?—Pregunté confundido.
—Así es Eren, tu padre es el encargado de una investigación sobre un orfanato ubicado en Tokio en el que experimentaban el virus con huérfanos, su propósito de esa organización según tu padre era crear un nuevo ser; humanos, ángeles y demonios al mismo tiempo. Pero al parecer algo salió mal por lo que el virus se esparció por el todo el mundo.
—¿Demonios? ¿Ángeles?  —Dijo Armin asustado.
—Si hijo, su intensión de estos humanos era crear al serafín del fin, para así poder exterminar a los vampiros.
—Agh ¿Qué ha dicho señor? ¿Vampiros? ¡Mikasa! ¿Escuchaste? —Dije demasiado confundido, voltee a ver a mi hermana la cual su cara reflejaba lo desencajada que se estaba, apenas y podíamos asimilar todo lo que el señor Arlert nos estaba diciendo.
—Debemos salir rápido de este lugar, no nos queda tiempo antes de que ellos aparezcan.—Dijo el padre de Armin. 
—¿Ellos? ¿Quienes?—Dijo mi rubio, asustado.
—Los vampiros.—Comentó su padre.

A pesar de todo. (Eremin/Cielois)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora