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A partir de aquí la historia tomará varios caminos,haciendo que no solo sea "Eremin" el ship principal, también cambiará el narrador a omnisciente.

En aquella mañana cálida, los pequeños pajarillos revoloteaban entonando una dulce melodía, abundaba mucha calma en la mansión Phantomhive, un lugar a las afueras de la bella Londres, hogar de un pequeño conde, Ciel Phantomhive, jefe de una de las familias mas influyentes de Inglaterra y dueño de la compañía Funtom, una reconocida confitería y fabricadora de juguetes.

El pequeño también es conocido como el Perro Guardián de la Reina Victoria, siendo la mano derecha de su alteza.

En esa mañana los rayos del sol apenas traspasaron la cortina de su habitación, acariciando delicadamente el rostro de aquel pequeño conde haciendo que despertase. Apenas abrió sus bellos ojos, con gran esfuerzo, volteó para poder ver la hora en aquel reloj viejo pegado a un rincón de la habitación.

«Son mas de las siete de la mañana y ese mayordomo idiota aun no viene, ¿Qué rayos estará haciendo?» pensaba el niño con hermoso cabello azul oscuro. 

La puerta se abrió y él mayordomo apareció rápidamente, era alto, cabello negro, de piel extremadamente pálida y ojos carmesí, portaba un elegante traje negro y guantes blancos, consigo traía una tetera y una taza sobre una finísima bandeja de plata.
—Bocchan, es hora de...—Ni siquiera terminó la frase mañanera que daba siempre, al ver despierto a su amo antes de que él hubiese llegado.
—Has tardado, Sebastian.—Dijo el conde.—¿A caso no quieres seguir el contrato al pie de la letra?—El mayordomo solo soltó una gran sonrisa en su rostro.
—Para nada bocchan, yo estaré a su lado hasta el final. —Dijo Sebastian, seguido de un acto de reverencia para su "joven amo", como el le decía.—Ademas, ¿no le parece que exagera por simples diez segundos de retraso?
—Tcht, en esos segundos alguien pudo haber entrado en la habitación y ponerme una bala en el cráneo.—Dijo el pequeño conde dibujando en su rostro una mueca de molestia. 
—Es un amo muy complicado. —Contestó Sebastian sonriendo. —Si alguien fuese a entrar a su habitación, yo lo sabría minutos antes. 
—Cállate ya bastardo, y ayúdame. —Replicó Ciel. Sebastian de nueva cuenta dibujó una gran sonrisa en su rostro sabiendo que tenía la razón.
—Si, mi bocchan. —Contestó el alto y pálido mayordomo.

Se acercó a su amo para poder cambiar su ropa de dormir a un bellisimo traje color azul, hecho de la mas finísima seda de Londres; ademas el atuendo siempre iba acompañado de un bastón, hecho de la madera de mas alta calidad, para uso exclusivo del conde. 

Sebastian tomó con enorme cuidado las delgadas piernas de su amo, para deslizar el corto pantalón azul, ajustó sus calcetines y acomodó sutilmente los zapatos en los preciosos pies de Ciel, con gran cuidado y atención aquel mayordomo desvestía al pequeño, dejando al descubierto aquella blanca y suave piel que brillaba con los rayos de sol que se escabullían por la ventana de la habitación, con enorme deseo abotonó la camisa blanca que hacía juego con un bonito moño negro en el cuello del conde, el saco azul caía mas abajo de sus angostas caderas vistiendo aquel pequeño de muy bien proporcionado torso, diseñado por Dios.

Ya preparado con su atuendo, el desayuno esperaba al conde en el elegante comedor de la mansión, un salmón ahumado con pequeños trozos de manzana y queso, bañado en salsa soja, servido con ensalada en el contorno del plato, todo acompañado de una taza de té Earl Grey, se veía delicioso.

A pesar de todo. (Eremin/Cielois)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora