Capítulo IV

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Despertó hace un par de minutos por el ruido de las gotas de la lluvia que inició hace un par de horas. Lo único que hace es lanzar la pelota de baseball que su padre le regalo de arriba hacia abajo, sin siquiera hacer un gesto.

Toma su celular y lo revisa, revisa la conversación que una noche antes le mandó a su amor imposible.

Escucha la voz frágil de su madre gritar su nombre bajo las escaleras; se levanta con lentitud y camina hacia la puerta, abandonando su teléfono sobre la cómoda que está a un costado.

Baja los escalones, mientras acomoda bien su camisa sobre sus hombros. Camina a la sala donde se encontraba aquella silla de ruedas y su madre sentada en ella, con unos cabellos grises, un rostro arrugado y bello de ojos grises.

—¿Te apetece un poco de avena, hijo?— pregunta la dulce anciana mientras mira a su pequeño y único hijo acercarse.

—No se preocupe madre, yo le prepararé su desayuno.— coloca sobre el regazo de su madre una pequeña cobija afelpada.
—¿Vas a trabajar hoy?— pregunta la anciana.— Ocupo recoger unos medicamentos en el Hospital, y quería preguntar si podrías ayudarme.
—Usted no se preocupe.— se inclina hacía ella.— Yo voy a ir por ellos, usted quédese tranquila viendo televisión. ¿Vendrá hoy Renee?— pregunta dando un beso en la frente a su madre.
—No, hoy es su descanso.—susurra con debilidad.

—No hable madre, iré de una vez por su medicamento.— se levanta y va por las llaves de su auto.
—Hunter.—exclama la mujer.— Eres mi verdadero ángel de la guarda, mi niño.

Hunter regresa y besa de nueva cuenta la frente de su madre, despeina aquellos cabellos blancos y sale cerrando la puerta y dirigiéndose hacia su auto.

**

Al subirse al auto, lo enciende y da reversa para salir de la cochera. 

Su jardín está muy bello. Tiene un pasto verde limón, con algunas petunias recargadas en la pared de su casa y algunos pequeños arboles creciendo a mitad de esta junto con una pequeña laguna artificial y por supuesto, unas rejas tomando privacidad total.

**

Hunter tiene veintitrés años de edad, creció en un orfanato en Los Ángeles y a los diez años fue adoptado por los recién casados, los señores Fletcher. No se sabe muy bien acerca de su pasado, de quienes fueron sus padres o de donde provino.

Este chico mide 1.86cm, tiene cuerpo atlético pues va al gimnasio cuatro veces a la semana y mantiene una buena alimentación sana. Tiene cabello castaño oscuro ondulado, ojos café oscuro y su piel es morena clara brillante. Es una persona con un corazón de pollo, tiende a ser muy desconfiado y prefiere ser solitario en compañía de su madre.

**

Baja del auto ya estacionado, coloca la alarma y sube sigiloso las escaleras de aquel hospital. Llega a recepción.

—Hola, hoy tiene cita mi madre por unos medicamentos.— se recarga sobre la isla donde se encuentran las asistentes.

—Tiene que venir la señora.— agrega la mujer mirando con desigualdad a Hunter.
—Ella no puede, su discapacidad no le permite salir, menos a estas temperaturas.

—Lo siento, no puedo hacer nada.— la rubia lo ignora y se sienta sobre aquella silla giratoria.

Hunter un poco molesto se aparta de la isla y se queda perplejo sin saber que hacer, pues su madre necesita la medicina para sus huesos frágiles y quebradizos.

—¡Hunter!

Esa voz le desconcertó, fue cuando voltea con rapidez hacia donde venía la voz.

—Aurora.— saluda con una sonrisa fingida mientras se va acercando a él.

AURORADonde viven las historias. Descúbrelo ahora