Capítulo VIII

2 0 0
                                    

No no fue un sueño. La alarma hace que mi cabeza retumbe del dolor, mi cuerpo está en llamas. Me siento tan mal, tan acalorada que solo quiero meterme en un frasco enorme de hielo, montón de hielo y sentir aquel frío tan rico que mi cuerpo desea.

Inclusive me bañé hace unos minutos con el agua al tiempo. Y eso que el tiempo está completamente helado, al menos unos 50°F.

Termino de maquillarme: labial tono red, delineador verde brillante y negro para finalizar con un poco de maquillaje en polvo con su respectivo arreglo de ceja.

Coloco un pantalón de mezclilla azul cielo, unos cómodos zapatos rosados y una blusa de tirantes azul turquesa para después guardar en mi mochila el saco blanco que distingue a los médicos con los enfermeros.

Tomo un par de pastillas para el dolor de cólico menstrual para echarla dentro de la bolsa pequeña junto con mi celular, cargador y accesorios de maquillaje que no puede faltar en el bolso de una mujer.

—Cariño, el padre llegará a las 8:30 para que estés aquí temprano.

Mi madre hace que recuerde que hoy es el exorcismo, digo, la bendición de mi nueva casa. La verdad, tengo una horrible idea acerca de la religión. No, no soy religiosa pero si creo que hay un Dios. No, no es como lo dibujan o hacen con figuras de yeso ni siquiera se les parece un poco.

—Si, madre.—Respondo fingiendo aceptación.

—También aprovecho para decirte que volveremos a Italia mañana temprano.
—Ok, mamá.—Exclamo.—Déjeme termino de arreglarme y bajo para platicar con usted.


Escucho que mi madre se aleja; me dejo caer sobre la cama, acomodo mis perlas sobre mis orejas y trato de hacerme un delicado peinado con mis manos.

No pasó ni veinte minutos cuando bajé, mi madre tiene listo mi almuerzo en su bolso. En la mesa está mi hermano, y ella.

—¿Te apetece un poco?— Pablo me muestra la jarra llena de jugo.

—Me apetece darte un plomazo entre las nalgas y el pito.—Respondo con coraje.

—Esa no es forma de hablarle a su hermano.— Mamá me mira con asombro.

—Déjela madre, se ha levantado con la pata izquierda ¿no, zanahoria? Anda, déjate de tonterías y coge un vaso para darte...—Interrumpo.

—¿Darme? ¡Darte un puto palo y metertelo por el culo, idiota!—Exclamo nuevamente.

—Oye, no te estés pasando que solo preparé un poco de jugo de naranja, ¿apoco no te gusta más? —Insiste con la jarra.
—Aurora, ¿qué te ha pasado?— Mamá me mira con asombro.

—Nada, madre. Me levanté con mi menstruación. Ando echa puré de tomate.
—Anda hormonal, la nena.— Pablo suelta una carcajada.— ¡Das asco, flacucha!
—Eso no dijiste anoche ¿no? 
—¿De qué estás hablando?— Mi madre mira a Pablo.

—No lo sé, yo ni siquiera dormí anoche aquí y usted lo sabe.—Se levanta—Cada día se levanta peor está flaca.

Pablo abandona la cocina.

—No me hagan caso, madre.— Agacho la mirada, sostengo mis manos sobre la cabeza.—¿Qué me has dicho? ¿Mañana regresan a Milán?
—Si, anoche Pablo fue a la central y lograron cambiarnos los boletos pero pasaremos unos dos días en Roma, luego ya volvemos a Milán. Tenemos muchísimas cosas que hacer para ahora en diciembre.

—¿Qué harán de comer?— Sonrío un poco.

—Nena, hablé con tu padre y accedió. Me da mucha tristeza que tu amigo esté solo en vísperas navideñas y me gustaría que lo invites a pasar un tiempo con nosotros allá.
—¿Te refieres a Hunter?— Suspiro.—Lo dudo, no creo que quiera estar celebrando navidad ahora que recién fallece su mamá.

—Por lo mismo, sé que para él será muy triste y sé que te quiere, que tu lo quieres.—Me mira fijo.— Invítalo por favor, nosotros le pagamos el pasaje no importa.

—Veré que puedo hacer, no prometo nada.

Ni siquiera duramos mucho en la platica, me levanto sin ver a mi padre por ningún lado de la casa y la verdad, no me importó. Subo a mi auto, mi madre se despide con un beso al aire lanzando ese gesto tan bello hacia mí.

**

Estoy en el semáforo cerca de casa, en la esquina está Hunter esperando camión supongo. Lleva consigo una ropa bien abrigada por el frío pero yo no me siento así. Bajo el vidrio del copiloto, el me mira y me sonríe.

—¡Hola!—Menciona un poco alegre, pude ver que le alegré el día con esa sonrisa.
—Sube.—Le abro la puerta.

Sin pensarlo, sube al copiloto y cierra. En ese momento acelero pues el semáforo está en verde-

—¿A dónde vas?— Pregunto sin quitar la mirada del frente.

—A perderme.— Responde mirando por la ventana.— En un par de horas velarán a mi madre, y no estoy preparado para ese momento.

—Lamento mucho lo que sucedió.— Suspiro.—Quisiera que no estuvieras pasando esto, este dolor tan grande que imagino estás pasando.
—El dolor jamás sanará, pero uno aprende a vivir con ello.—Menciona, me mira.— He aprendido a vivir con mucho dolor, de hace años.

—¿Haz sufrido mucho? ¿Por qué?—miro al frente, manejo con tranquilidad.

—Te confesaré un poco de mi vida. ¿Confío en ti?
—Claro que sí.—Sonreí.

Tengo tiempo, haré un poco más de tiempo sin rumbo fijo.


—Hace muchísimo tiempo, conocí a una chica.— Dice sin mirarme, viendo por la ventana.— No te mentiré, un ángel hermoso muy risueña, hermosa y fue como mi otra mitad ¿entiendes?
—Sigue.— sonrío.
—Ella jamás supo que yo la quería, más bien, la amaba con todo mi ser. Podía dar todo por ella, incluso así fue, di todo por nada. Nadie sabía que yo sentía, nadie sabía que yo podía amar. Fue todo tan frustrante tener que negar mi sentir; de decirle que la amaba, de decirle lo hermosa que era.—Suspira—Ni siquiera mi propio padre sabía lo mío; ella era una persona maravillosa, amable y tierna... pero había algo que la hizo diferente pues fue muy traviesa,distraída, le gustaba hacer retos que ponían en riesgo su puesto. Tenía tantas dudas, tantas ganas de ser algo más que lo que era e hizo algo que no debía.

— ¿Qué hizo? — Sigo mirando al frente, pero escucho.
—Cometió un error que hizo que le quitaran su lugar. Incluso a mí.
—¿A ti, por qué? — Cuestiono confundida.
—Hizo algo que no debía, yo intenté cubrirla echándome la culpa pero fue inútil. Claro que me descubrieron y a ella. — Me mira. — Jamás pude decirle lo mucho que amé y amo estar con ella, jamás le dije lo hermosa que era ni pude decirle que daría todo por ella y que la amé hasta el último momento y lo haré hasta el último día. Ese fue mi castigo, no olvidarla hasta ahora.

En ese momento doy un freno de golpe.

—¡¿Puedes fijarte por donde vas, imbécil?! — Exclamo con coraje al ver como un auto casi choca contra el mío.— Perdón, pero casi chocamos.

—No, no te preocupes.— Responde.—¿Dónde fue lo último que escuchaste?

—Que hizo algo que no debía ¿no?— Le miro.

—Ah, si. ¿Vas a trabajar hoy?— Pregunta cambiando tema.

—Si, mañana descanso gracias a Dios.

—Tu madre me invitó en la noche a tu casa, algo de que bendecirán tu hogar.
—¿Tendrás algún problema en ir?— Estaciono mi auto cerca del hospital.

— A las 10 velarán a mi madre, a las 18 hrs la van a sepultar. No me caería nada mal acompañarte después.

—¿Estás seguro? No quiero que te sientas comprometido, el dolor de tu mami quizá no te deje estar.
—Si tu quieres que esté contigo, estaré. Contigo estoy tranquilo.—Me mira, me sonríe.
—Está bien, pero si te sientes mal no te preocupes, entenderé.—Sonrío— Gracias, Hunter.
—¿Por qué?— Su rostro muestra confusión.

—Por ser quien eres conmigo, aunque aveces eres algo raro.—Sonrío.— Yo también estoy tranquila contigo, te quiero.

—También te quiero, mucho.—Me sonríe.

Ambos bajamos del auto; Hunter menciona que tiene cosas que hacer así que se retira no sin antes darme un beso en la mejilla y un abrazo. Seguido de esto, camino hacia las escaleras para toparme con...

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Mar 09, 2018 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

AURORADonde viven las historias. Descúbrelo ahora