En el momento en el que Otabek observó como el chico japones tomaba aquel antiguo bate de baseball y lo abanicaba como si tratara de romper una piñata, comenzó a cuestionarse sobre todas las decisiones que había tomado en la vida.
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Si alguien le preguntará como había terminado en aquella fría ciudad de Estados Unidos, respondería que su madre estaba obsesionada con la idea de seguir el sueño americano, solo eso, sin dramas, sin divorcios ni traslados, si estaba ahí era por culpa de los caprichos de su madre.
Muchas veces le preguntó si no podían esperar un poco más, le faltaban a penas dos años para terminar la secundaria, pero no, nadie escuchaba a Otabek Altin, ni siquiera su padre, quien le tenía tanto temor a su esposa que más que su pareja parecía uno de sus hijos. Así, sin despedirse de nadie, sin nadie con quien contar, Otabek fue arrancando de su tierra natal para ser llevado a la fuerza a Colorado, a iniciar de cero con su nueva vida.
No había día que no pensara en su vieja casa, todas las memorias de su vida se encontraban en aquel pequeño lugar, añoraba las tardes metido en su habitación creando mezclas para luego subirlas a YouTube con una cuenta anónima, también extrañaba ir a hablar de vez en cuando con la señora Galia, la anciana del vecindario, quien siempre le tenía preparado unos cuantos dulces para disfrutar mientras charlaban (Más que a charlar iba a escuchar las historias de la mujer sobre la Segunda Guerra Mundial). Claro que ahora la vida había decidido burlarse de él y lanzarlo a una ciudad desconocida, con gente desconocida, en país desconocido. Si, estaba seguro de que nunca se acostumbraría.
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A pesar de las circunstancias Otabek no iba a darse por vencido, o eso se dijo a si mismo frente al espejo mientras se alistaba para ir a clases, era la primera vez que vería su nueva escuela y le avergonzaba un poco estar tan emocionado.
A diferencia de lo que esperaba el lugar no estaba tan mal, le parecía agradable y el ambiente también estaba bastante bien, más que un primer día de clases parecía un inducción, la escuela estaba llena de padres y había carteles de colores por todas partes, supuso entonces que sería una bienvenida para los chicos de primero de la cual él se iba a aprovechar, tratando de pasar desapercibido recorrió el lugar varias veces, esa escuela era al menos tres veces más grande que su antiguo colegio, y tenía el patio de deportes más grande que había visto en su vida.
Tuvo intensiones de continuar con su recorrido cuando sintió que alguien jalaba inesperadamente de su camisa, al voltear se encontró con un gordito chico con rasgos asiáticos, su cabello negro se veía despeinado e irradiaba inseguridad, notó como le ofrecía un pequeño papel y se aterró con la idea de que el muchacho quisiera darle su numero, no estaba preparado para eso.
-Disculpa que te moleste... Quería saber si te gustaría... Unirte a nuestro equipo de baseball- Otabek suspiró con alivio discretamente- No quiero que te sientas obligado pero en serio necesitamos...
-No te preocupes, estoy interesado- El pelinegro recordaba vagamente haber jugado baseball cuando era pequeño, no era particularmente bueno, pero al menos no daba vergüenza, al mismo tiempo que podría aprovechar la oportunidad para hacer amigos, y nadie podría volver a llamarlo Don amargado.
-¿En serio? ¡No puedo creerlo! ¿Podrías venir al campo mañana después de clase? Necesitas presentar una audición, es algo meramente formal, no te preocupes por eso, aun si no sabes jugar estaríamos muy felices de que te unieras al equipo.
-No hay problema, ahora dame tu numero para contactarte mañana- En ese momento Otabek se dio cuenta de lo imbécil que era, había sido él quien le había terminado pidiendo el numero a ese chico desconocido- Por cierto... ¿Cómo te llamas?
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Lucky Boy
FanfictionOtabek es el chico nuevo de su ciudad, desesperado por tener algún amigo se une el equipo de baseball de su escuela, una terrible decisión que lo obliga a ser el capitán del equipo de los perdedores, un montón de chicos que no tienen si quiera la m...