Capítulo 25

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Luisi no tardó en llegar con una médica del pueblo. Ésta era una mestiza que no me miró con muy buenos ojos al saber de quién era hija. Cuando le contamos lo que me sucedía pidió a ambas que salieran de la habitación y nos dejaran solas. La idea no me gustó, pero no tenía más remedio que conformarme. Sacó de su bolso un predictor y lo me lo dio. Yo la miré incrédula.

-¿A qué esperas? -espetó con impaciencia-. Vamos, hazte la prueba.

-No estoy embarazada -contesté molesta-. Solo tengo vómitos y mareos.

-Exacto. Síntomas de embarazo. Hazte la prueba y veremos quién tiene razón.

A regañadientes entré en el pequeño cuarto de baño que contenía la habitación y procedí a hacerme la prueba. Cuando terminé devolví el predictor a la médica y esperamos varios minutos. Esos minutos se convirtieron en horas en mi interior. No temía estar embarazada, lo que temía es que ese bebé sería hijo de un mal hombre que me hizo pasar los peores momentos de mi vida. En esos minutos también me dio tiempo para ir pensando en un aborto. No quería volver a tener vinculación alguna con Pietro y su hijo, mi hijo, sería una vinculación demasiado directa y dolorosa.

Algo en el rostro de la médica cambió y fue lo que me hizo olvidarme de esos pensamientos de pronto. Sostenía el predictor entre sus dedos y lo miró con detenimiento como si no se creyera lo que estaba viendo. Segundos después, en los que yo no dejaba de morderme el labio nerviosa, alzó la vista y me miró con el ceño fruncido.

-Enhorabuena, estás embarazada.

Dijo aquellas palabras con cierta repugnancia. Yo no soy querida en ninguno de los tres pueblos colindantes que tiene esta región de Transilvania, lo sé de muy buena tinta. Como también sé que la noticia de mi embarazo tampoco gustará a las comunidades tanto humanas como vampíricas. Con más razón querrán matarme, para que no pueda criar a otro Edgar o Lux Von Lamp, otro ser odiado y despreciable.

La gente me odia y por primera vez me avergüenzo de ello.

La médica no pronunció ni una palabra más, me dejó el predictor en la mano y se marchó de la habitación. Escuché como Luisi le pagaba y Arlet entró presurosa a la habitación. Yo no quitaba la vista de aquel objeto que mostraba un color rosado. Estoy embaraza. Instintivamente me llevé una mano a mi vientre. Lógicamente no esperaba notar ningún cambio en mi cuerpo en ese momento, pero sabía que dentro de mi estaba empezando a germinarse una vida que dentro de nueve meses daría la cara. O no, porque pienso abortar, ¿no?

-Lux, ¿qué te ha dicho?

Arlet no reparó en lo que guardaba en mi mano, lo había estrechado con fuerza. La miré y noté que se me habían puesto los ojos vidriosos. Ella se acercó lentamente hacia mi con cierto temor en la cara, seguro que temía escuchar una notica como "estoy enferma, me queda poco tiempo". Se arrodilló frente a mi y me acarició la mejilla. A continuación, Luisi apareció por la puerta y se quedó parada con gesto de preocupación mientras restregaba sus manos con nerviosismo. Supongo que la médica le habría dado ya la noticia y estoy convencida de que no le habrá gustado nada.

-Lux -Volví a fijarme en Arlet-. ¿Estás bien?

Abrí la palma de mi mano y le mostré el predictor. Ella lo miró atónita. Antes de que pudiera decir nada preferí decir yo misma las palabras que no dejaban de repetirse en bucle en mi mente.

-Estoy embarazada -dije con apenas un hilito de voz, dejando escapar una lágrima despavorida que se perdió entre los pliegues de mi blusa. Ella bajó la cabeza y apretó la mandíbula.

-Ese bastardo tenía que jugármela por última vez antes de irse al otro barrio -mascullo con odio.

-Ese bastardo te ha dado sin querer una oportunidad de vivir -contestó Luisi desde la puerta.

La miré confundida, no sé a qué se refiere. No veo nada bueno en tener un hijo suyo. Sin esperar a que le pregunte, Luisi me ofrece una respuesta:

-Cuando tu padre sepa que aún no ha perdido al heredero que busca tendrá que dejarte viva, por lo menos hasta que tengas al bebé. Eso son 9 meses de ventaja. Mucha ventaja, en mi opinión, para poder darle la vuelta a las cosas, para tomar el mando de la rebelión.

-¿Rebelión? ¿Qué rebelión? -quise saber.

Luisi se aproximó un poco más hacia nosotras.

-La gente quiere venganza. Los pueblos quieren unirse contra tu padre y terminar de una vez por todas con toda esta dictadura y esclavitud hacia los humanos. Y no solo son humanos débiles e indefensos, como puedas pensar. A esta rebelión también se unen mestizos e incluso algunos vampiros que no soportan a Edgar. Es nuestro momento de atacar. Edgar está débil y cuenta con pocos apoyos. Sé que podemos ganar.

Tras ese discurso no se me ocurre nada qué decir. Una rebelión contra mi padre. Lo veo algo tan difícil. Miro a Arlet, que a su vez, no deja de mirar el predictor. Veo la tristeza en sus ojos y la rabia en su rostro. Le quito el predictor dejándolo a un lado de la cama, agarro sus manos y las beso con ternura.

-Estoy bien -le susurro pegando mi frente a la suya.

Ella fuerza una sonrisa porque sabe perfectamente que no estoy bien, que deseo con todas mis fuerzas deshacerme de esta carga antes de que le coja cariño. Pero sé que lo que dice Luisi lleva razón, sé que esto es una tabla de salvación no solo para mi sino para los tres pueblos, para los humanos, esos a los que tanto odio. O quizás ya no les odie. No lo sé.

-Lux -la voz de Luisi irrumpe el silencio que ambas habíamos creado-, piénsalo. Es la oportunidad perfecta. Necesitamos un líder y no hay nadie mejor que tú para serlo.

¿Yo? ¿Una líder? Eso me hace gracia. Quería ser líder de los vampiros, de los Von Lamp, de los tres pueblos. Sin embargo, ahora me ofrecen ser la líder de la rebelión hacia todo lo opuesto a lo que creía mi hogar. Hace tiempo que comprendí que la mansión ya está muy lejos de ser mi hogar, más bien es un lugar al que temo ir. Mi verdadero hogar es Arlet, y por ella soy capaz de todo. Sé que en estos momentos se está debatiendo entre comprender mi sufrimiento por la nueva noticia y darle la razón a su tía.

-Está bien -digo mirando a Luisi-. Lo haré -Arlet me mira con los ojos abiertos y sin poder ocultar una sonrisa-. Quiero acabar ya con todo esto -La miro ahora a ella-. Yo solo quiero vivir contigo, y si para eso hay que acabar con las personas que nos lo impidan, lo haré.

Arlet da un grito de alegría y se lanza a abrazarme con todas sus fuerzas. Luisi, por su parte, me mira con satisfacción. Y yo quiero estar igual de contenta que ellas, pero no puedo evitar sentir pánico a que esta locura no nos salga tan bien como pensamos.

La HerederaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora