Capítulo I. Reparto de culpas

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¿Qué es la vida? Un frenesí.

¿Qué es la vida? Una ilusión,

una sombra, una ficción,

y el mayor bien es pequeño:

que toda la vida es sueño,

y los sueños, sueños son."

Pedro Calderón De La Barca, La vida es sueño.


Una breve presentación

Comenzaré por el principio, como debe ser, antes de que Enrique Cervantes se convirtiera en un importante criminal y dos muchachos quisieran seguirlo. Antes de que la tragedia se desbordara como los ríos del occidente cada diez veranos...

Cualquiera que se atreva a leer esta historia, en algún momento de la narración se verá en la imperiosa necesidad de elegir un bando. Los enfoques imparciales son útiles cuando se trata de buscar la justicia o emitir un veredicto, pero ese no es el presente caso. Les hablaré de la rivalidad entre Nicolás Cervantes y Alex Hernández, el primero proveniente de un ambiente rural, el segundo de la ciudad, uno mentiroso y otro sincero, uno mestizo y otro descendiente de europeos, un pasado oscuro y otro que siempre fue luminoso, la izquierda y la derecha, el liberalismo contra las tradiciones católicas. Podrían aplicarse cientos de comparativos para ambos, pero esta vez preferiré contar sus desventuras punto por punto. El ganador se queda con todo lo que está sobre la mesa...


La última vista

Era un domingo soleado de marzo, Nicolás miraba triste por la ventana de su cuarto. Era la última vez que veía hacia el patio y las casas de sus vecinos a las afueras de Jalpa, Zacatecas; una ciudad pequeña al pie de dos sierras. Su infancia entera y sus casi trece años de edad los había pasado allí, en un valle cercano a los cerros. Al otro lado del vidrio se encontraban los ladrillos del pueblo, las calles de concreto, los nopales colándose por en medio de los jardines terregosos y las nubes pequeñas volando soberbiamente por el este. Afuera las demás personas se preparaban para un día de descanso. Adentro no había ninguna cama, ni siquiera un viejo perchero, ninguna mesa de noche color café polvoso. Las paredes verde claro, con partes sin yeso y una capa de pintura despegándose, sufrían manchones de humedad.

Nicolás tomó su mochila y bajó por las escaleras de hierro. La sala estaba vacía, con sus muros perlas, cristales que alguna vez fueron transparentes y un piso que extendía las líneas infinitas hacia todos los confines de la casa. Enfrente de él estaban la puerta, la calle pavimentada a duras penas, la tierra cubriendo la obra y la luz de la mañana entrando por sus ojos. En unos minutos se iría lejos del pueblo, a la ciudad de Zacatecas que era más grande.

Cruzó el umbral evadiendo las instrucciones de su familia. Caminó hacia el sur con dirección a la esquina más cercana, su respiración se agitó cada vez más, sus manos sudaron y su corazón que latía fuertemente subió hasta su garganta. Una delegación conformada por sus mejores amigos se hallaba esperándolo. Allí estaban Pedro, Miguel, Chuy y Caty, la primera mujer que le llegó a gustar. Como parte de su despedida tuvo el atrevimiento de plantarle unos besos el viernes pasado. Así era Nicolás, no se contenía, ni se quedaba con las ganas de nada, travieso por excelencia, jugó algunas de sus mejores bromas los días más recientes.

Recibió múltiples abrazos, aquello era como morir en plena primavera, cuando el año todavía no comenzaba del todo y lo mejor se quedaba anunciado. Nicolás hubiera tenido una adolescencia exquisita si se hubiera quedado en el pueblo. Su amistad con Caty llevaba mejor paso que cualquier tren y sus amigos lo seguían ciegamente. Pero todo aquello tuvo que terminar.

El ganador se lleva todoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora