Estrictos y distantes
Dolores López de Delgado era una mujer que gustaba de pintarse el cabello desde que era joven, cuando acompañaba a su esposo idealista en todas sus desventuras. Sin embargo ahora, varios años después de su partida comenzaba a quedarse sin cabello. La causa era el cáncer que padecía. La tercera semana de abril tuvo lugar una quimioterapia más que provocó terribles consecuencias en su salud, obligándola a permanecer postrada en la cama.
En privado, los doctores Xavier Delgado y Aurora Del Campo, discutían sobre la salud de aquella persona. Ambos rondaban los cuarenta años, eran exitosos en el sentido amplio de la palabra, tenían empleos buenos, debido a su profesión pertenecían a una especie de nicho social donde todo mundo los respetaba. Pero aún con todo el reconocimiento público, había cosas que no podían cambiar. Pues no tenían los dones divinos necesarios para curar milagrosamente a Lola López de Delgado. Eran sujetos de ciencia, dedicados a tratar a la gente valiéndose de sus increíbles conocimientos. En resumen, una pareja culta, lidiando contra las vicisitudes de la vida.
Durante años se habían acostumbrado al dolor humano, a vivir de cerca la tragedia, los pesares que viven los enfermos y sus familiares, de modo que desarrollaron una de capa de insensibilidad, con el corazón endurecido para no sufrir. Pero aquel delicado equilibrio, a veces se rompía. Aurora Del Campo casi lloraba, pues amaba a su suegra, rompiendo el estereotipo de que todas las esposas debían odiar a la madre de su marido.
–Tienes que resistir, solo te pido un mes más. –Le dijo Xavier, tomándola delicadamente por los brazos. Entonces sabremos si mi mamá tiene curación o no, pero no podemos adelantar el tiempo.
–Quisiera poder hacerlo. –Respondió entre sollozos, asemejándose a su hija Blanca cuando la invadía la tristeza.
–Debes ser fuerte.
–Soy menos fuerte que tu mamá. Aun no entiendo cómo lo hace.
–Es una mujer grande, vivió muchas cosas difíciles. La muerte de mi papá fue la última de ellas.
–Me hubiera gustado conocerlo.
–Fue un gran luchador social, pero en la casa era desapegado. No nos buscaba mucho, no estaba muy al pendiente de nosotros.
Ambos guardaron silencio. Aquel modelo se replicaba en su matrimonio, ninguno de ellos dos seguía los pasos de su hija Blanca, ni trataban de buscarla. Tendría que enfrentarse a la adolescencia sola, con dos padres estrictos y distantes.
El tiempo de olvidar
Marisela Cervantes tuvo que retomar su vida en la secundaria técnica ochenta y siete. Durante algunos días se mantuvo en soledad, sin permitir que Antonio Martínez se acercara a ella. Así fue como por un breve tiempo, también se quedó sin su único amigo en la ciudad. La escuela se volvió un poco más tediosa, mientras las tareas grises y los trabajos pendientes fueron desahogados por la tarde. ¿Era la hora de que Marisela se amargara?
La respuesta llegó con el viento, cuando Marisela regresó a su casa un viernes por la tarde. Antonio la esperaba allí afuera, con un ramo de rosas color palo y cara de perrito sin dueño, con la boca cursiva triste y suspirante. Sus mejillas llenas de vapor daban cuenta de que había soltado algunas lágrimas pocos minutos antes. Estaba casi deshecho, muerto por dentro pero de pie, con un árbol en el desierto.
–Marisela. –Le dijo. –Mari, por favor. –Extendió las flores hacia ella, queriendo que las tomara, pero ella todavía se encontraban a dos metros de distancia.
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El ganador se lleva todo
Historia CortaCualquiera que se atreva a leer esta historia, en algún momento de la narración se verá en la imperiosa necesidad de elegir un bando. Los enfoques imparciales son útiles cuando se trata de buscar la justicia o emitir un veredicto, pero ese no es el...