El ganador se lleva todo

Capítulo IX. Con el alma desnuda

El silencio de Hernández

Alex Hernández dejó en paz a Nicolás Cervantes, durante más de un mes. Los consejos de César Padilla rindieron efecto. Debía de esperar a que el foráneo se destruyera a sí mismo, hiciera el ridículo y los demás dejaran de adorarlo como si se tratara de un mesías. Pero ello no sucedió. En el campo de juego, ambos asumieron el liderazgo en sus respectivos equipos, solo que Nico anotó más goles y fue una sensación. Aquello fue al mismo tiempo América contra Chivas y Real Madrid contra Barcelona.

Era la tarde del último jueves de mayo, cuando Alejandro meditaba sin decir palabra alguna. Para entonces ya conocía la noticia de la relación entre Nicolás y Blanca, misma que se expandió más rápido que el fuego en un trigal. "Por qué fuimos tan buenos con él" se preguntó en silencio, en la soledad de su cuarto. "Después de todo debimos hacerle una novatada para que pudiera juntarse con nosotros, debió ganarse su lugar el salón. En otros lados, como la Secundaria General Número 2, le hubieran aventado huevos. ¿Por qué no hicimos lo mismo?"

Su hermana Angie Hernández, próxima a cumplir los nueve años, interrumpió sus reflexiones. Le llamó desde su cuarto y le pidió que la ayudara a recuperar una muñeca caída que rodó hacia debajo de su cama. El Güero no lo pensó, se levantó de allí, entró a un reino medieval donde su hermana regía, rescató a una preciosa doncella y la entregó con su madre. La pequeña le agradeció por ser tan bueno y sin querer le dio la respuesta a sus monólogos.

Alejandro no fue cruel con Nicolás porque era un buen tipo. Podía padecer envidias, estar formado por defectos pero era buena persona por el hecho de respetar la dignidad de un desconocido, acudir al llamado de su hermana, preocuparse por otros y planear vengarse del villano de la escuela. Al menos así lo creyó...

Al día siguiente por la mañana, Alex subió por las escaleras de la secundaria y se dirigió al salón número 12 con el fin de platicar con su amigo Miguel Torres, un muchacho de cabello negro, piel rosada, cabeza redondeada y abundante frente. El tema principal de su conversación fue Franco D. Aguilera, el cacique de tercer grado que abusaba de las demás personas y mantenía una relación muy informal con Sofía Estada, donde abundaban los tocamientos.

–Deberíamos aprovechar que el otro día lo vieron grafiteando unas bardas para denunciarlo. –Aseveró Miguel, proponiendo una solución final para el bravucón.

– Esa no es la manera. –Le contestó Hernández, el joven del primero "A". –Creo que tiene un pariente en la policía y por eso no le han hecho nada. Mejor deberíamos unirnos contra los de tercero, ustedes los del "D" son un montón, yo puedo aprovechar que el Nuevo está jalando mucha gente, con decirte que hasta los Estirados lo siguen un poco.

–Creí que lo odiabas. Toda la escuela se enteró de lo que pasó con Doña Angélica hace dos meses. Pobre maestra, ahora tiene un remplazo joven y gris, al que nadie le hace caso.

–Cuando llegó Nicolás, pensé que era la peor persona sobre la tierra. Pero hace tiempo que dejé de luchar contra él. –Confesó Alex. –Le pregunté si se sentía culpable por lo que hizo con la Señora Angélica, él me contestó que no. César me sugirió que lo dejara en paz, que solito iba a fracasar. Eso fue lo que hice, pero no funcionó. Ahora tiene novia, la mitad del grupo lo adora, Diego dejó de juntarse conmigo y se hizo amigo de él. Creo que no tiene caso guardarle rencor, porque si lo hiciera, jamás acabaría.

Parecía que Hernández finalmente se había resignado, que dejó de importarle la aparente maldad de su contrincante y que consideraba aquella situación sin ningún remedio. Miguel se quedó pensativo y trajo otras imágenes verbales a la conferencia. Alex tenía buenas ideas para enfrentar a Franco pero requerían organización y mucha voluntad. Por el momento, aquellos planes quedaron en el baúl de los proyectos sin cumplir. El año escolar moría y la vida del bravucón en la Secundaria Técnica Ochenta y Siete también estaba a punto de concluir.