Sufre, mamón
Pertenecer al mundillo de la prensa rosa tiene muchas cosas desagradables per se, pero la peor de todas según Aurora es el tener que confrontar a las cámaras. En lugar de seres humanos, lo que una se encuentra nada más salir de casa son bestias hambrientas que parecen haber estado en cautividad durante años y al fin tienen la oportunidad de cazar, todos apelotonados alrededor de su portal para lanzársele a la yugular en cuanto salga por la puerta. No respetan el espacio vital, hablan todos al mismo tiempo, más de una vez la han golpeado con los micrófonos en la cara y, por supuesto, la cosa no se queda ahí, con un par de desplantes, los muy buitres son capaces de seguir la carnaza durante un buen rato. Lo único que queda era meterse en algún vehículo y desaparecer.
Eso ha hecho ella, llamando a un taxi antes de bajar. Los periodistas la han acosado durante casi cinco minutos, lo que tardó la chica en ir desde la puerta de su edificio hasta dónde la esperaba el taxi. Durante ese escaso periodo de tiempo, ha sido perseguida con todo tipo de preguntas que ella ya se conocía de sobra. No les había respondido, claro, es una de las reglas básicas que hay para enfrentarse a la prensa: no hablar, no mirar, no hacer gestos. Ella llevaba su gorra, las gafas de sol y un cigarro en la boca, no estaba dispuesta a darles otra exclusiva más.
Afortunadamente, en la cafetería de la universidad no hay ningún carroñero a la vista, quizás se encuentre con alguno al salir, pero bueno esa ya será otra historia. Lo que no puede evitar es que algunos de los alumnos la reconozcan, mirándola de reojo, murmurando a su alrededor. Está acostumbrada a desenvolverse en ambientes dónde todos pertenecen al mundo del espectáculo, así que se le hace algo extraño causar esa impresión en las personas. Desde que tiene uso de razón la mayoría de sus amigos si no han sido caras conocidas, al menos sí que se movían en ambientes de faranduleo, el universo de las personas anónimas se le antoja algo lejano y molesto, para qué mentir.
Cuando Novillero llega no le reconoce tanta gente, solo los más puestos en el mundo de la prensa rosa saben quién es, él mismo se ha encargado de mantenerse anónimo en la medida de lo posible. Cosa que tiene su mérito, porque solo tiene amigos que son famosos. Aunque bueno, mucha gente sigue ajena a las tendencias de internet, Aurora siempre se ha preguntado qué coño hacen esas personas con sus vidas. No saber de internet, ¿pero en qué siglo vive esa gente?
Se quita las gafas de sol, el rostro de Novillero está muy serio, aunque sus gestos son más bien nerviosos. Eduardo es un tío guapo en verdad. Así bastante alto, muy delgado, con un rollo entre lo skater y surfero que parece muy casual pero en realidad lleva toda una planificación de horas. Se ha dejado el pelo un poco largo, llevándolo siempre desordenado, parece uno de esos anuncios de las peluquerías dónde en verdad el efecto recién levantado lleva siete capas de laca y cinco cardados. Pero a él le queda bien, sobre todo desde que se ha dejado un poco de barba, le da un rollete más mayor, ya no es un adolescente tardío sino joven adulto interesante.
Se sienta, soltando un tremendo suspiro sin dejar de mirar a Aurora. Tiene unos ojos muy penetrantes, con una de esas miradas que se te clavan cual cuchillo. A ella le jode un montón eso porque el puto Novillero tiene complejo de padre y cuando le echa la bronca, en plan Aurora has hecho esto fatal, pues le mira con esos ojos, consiguiendo que se sienta mal. Es la única persona en el mundo —aparte de Pili, claro— capaz de hacer que Aurora se replantee sus acciones.
—Ayer volví a quedar con David.
Aurora entiende entonces, abriendo los ojos mientras gesticula un pequeño 'oh' con la boca. Su amigo aparta la mirada, si antes parecía nervioso ahora es como si le fuese a dar un ataque.
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Giro de guion
BeletrieAurora es un caos, su vida consiste en recordar con quién se acostó la noche anterior, intentar no pasarse con el alcohol y consumir drogas como si fuesen caramelos. La influencer más irreverente de España sabe cómo ganarse la vida a base de colecci...