Manos vacías

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Manos vacías



—Lo que no entiendo es cómo pudo llegar ese video a manos de Raúl, era un archivo privado de Fran.

—Ya, pero Fran no ha sido.

Aurora frunce el ceño, está totalmente segura de su afirmación. Garrochotegui es un tema delicado para todos ellos, incluso un capullo como Fran lo respetaría, ha tenido oportunidades otras veces, le han tentado de forma más que suculenta, pero siempre se ha mantenido bastante firme en su postura. No daría ni un céntimo por él si se tratase de otra cosa, pero tratándose de eso pondría la mano en el fuego.

—¿Entonces quién? —Novillero no para de darle vueltas a lo mismo, está pesadísimo. Aurora no tiene tiempo para pensar en la fuente, eso es lo de menos, vete tú a saber si ese desgraciado no tiene hackers o algo así, conociendo su historial no le extrañaría en absoluto.

Aurora está totalmente ofuscada, cegada por el odio, su foco de atención es la figura flacucha de Álvarez en un trillón de realidades dónde acaba desde con la cabeza abierta a mutilado en el fondo de algún río. Solo le desea la más dolorosa de las muertes. Ella, que no suele prestar mucha atención a los demás, se encuentra obsesionada por hacerle pagar a ese maldito por todo lo que ha hecho.

—Lo peor de todo es que el muy cabrón no lo hace como algo personal —prosigue el joven, que parece pensar en voz alta—, lo único que quiere es dinero.

—No —responde Aurora de forma tajante. Mira entonces a su amigo, que le dedica toda su atención—. Con Ion sí lo es, siempre lo ha sido. Desde que murió se ha dedicado a intentar averiguar lo que pasó como si le fuese la vida en ello.

—¿Pero qué gana con todo eso? ¿Qué más le da saberlo? Para mí que hay algo más detrás de la mera curiosidad o de que esté picado por cómo fueron las cosas, es enfermizo.

—Me da igual Eduardo, quiero ver a ese hijo de puta muerto —se sorprende al escuchar sus propias palabras, nunca en la vida ha estado tan segura de algo—. Quiero que lamente todas y cada una de las que nos ha hecho, que termine duplicándonos que le perdonemos. Lo quiero arrodillado en el puto suelo.

El joven se queda en silencio, con la mirada perdida. Algo le ronda en la cabeza, Aurora puede verlo porque lo conoce desde hace demasiados años, Eduardo de la Vega es demasiado transparente a veces, pero para ella, incluso en los momentos más enigmáticos, siempre será como un libro abierto.

—Hay algo más —confiesa finalmente, haciendo que la chica ponga todos sus sentidos en alerta. La mira algo cohibido, casi podría decirse que avergonzado—. Sabes que he estado haciendo averiguaciones sobre él.

—¿Por qué no me habías dicho nada? —Inquiere, indignada.

—Tú me dijiste que pasabas del tema —el chico se encoje de hombros—. Siempre te la ha sudado todo lo que tenga que ver con Raúl.

—Bueno pues ya no, así que quiero saberlo absolutamente todo.

Novillero suspira, haciendo que ella se impaciente todavía más, no le gusta la sensación de estar perdiéndose parte de la historia. Si existe algo que pueda implicar a Álvarez, por pequeño que sea, ella tiene que saberlo.

El joven la mira con severidad, lo que sea que haya averiguado debe ser serio, porque no parece muy convencido de abrir la boca. Finalmente, tras meditarlo durante varios segundos, Novillero lanza la pregunta.

Giro de guionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora