Luhan era un chico de 20 años, de lunes a viernes trabajaba en una cafetería en el centro de la ciudad y, eso era aún privilegio, no muchos lograban salir de los suburbios donde confinaban a vivir a los humanos y conseguir un trabajo y mucho menos a su temprana edad, por lo que al menos eso lo hacía sentirse algo afortunado y valorar un poco más su miserable vida.
Todos los viernes después de las tres horas que le tomaba volver a su roído hogar debía entregar el dinero a un viejo borracho que ni siquiera era su padre, se había juntado con su madre unos 10 años atrás y por unos cuantos años los mantuvo hasta que Luhan decidió a los 13 comenzar a trabajar, no quería seguir dependiendo de un viejo borracho que se desquitaba a golpes con su madre y con él, pero esa decisión solo empeoró las cosas, cuándo empezó a traer dinero a la casa, el hombre dejó su trabajo como obrero de construcción y se recostó por el esfuerzo de Luhan, ahora solo bebía y dormía todo el día.
Cuando Luhan llegó a casa esa noche, encontró al hombre ahogado en cerveza barata como de costumbre y se limitó a ir a ver a su madre que en los últimos meses se la pasaba tirada en la cama y solo se esforzaba en levantarse para ir al baño por lo que Luhan debía de darle una buena comida antes de irse a trabajar, estaba seguro que eso era lo único que la mujer comía durante todo el día.
Cuando entró a su habitación no la encontró, fue rápidamente a revisar el baño y ahí la vio.
No había caído en cuenta de las manchas de sangre en el piso hasta que la vio de espaldas, su entrepierna escurría sangre y podía ver sus delgados brazos sobre el lavabo lleno de moretones que en la mañana no tenía.
Cuando ella se percató que había alguien más ahí se exaltó y levanto la vista viendo por el espejo el reflejo de su hijo, él estaba pálido, más de lo normal, y no era para menos, la mujer estaba deshecha, tenía la cara amoratada, sus ojos eran dos bolsas moradas y su labio a pesar de que lo había lavado no paraba de sangrar por la rotura que exponía la carne magullada.
Luhan la vio pararse mal, no sólo por la lesión en su entrepierna, había algo más, su peso estaba mal dispuesto, vio un extraño hinchazón en uno de sus tobillos que tenía una tonalidad verdosa. No pudo evitar sentir un vuelco, esa mujer a penas se mantenía en pie, Luhan sabía que ese hombre era violento, pero jamás había dejado tan mal trecha a la mujer, solía desquitarse más con él que con su madre, había notado que a él no le gustaba verla maltratada, además, lastimándolo resultaba más eficaz la reprimenda para la mujer que siempre intentaba inútilmente protegerlo.
Luhan sintió cólera una vez que fue capaz de recobrar la cordura, iba a matar a ese hijo de puta, ya había aguantado mucho de ese hombre solo por el hecho de necesitar una presencia masculina que mantuviera lejos a los que se aprovechaban de una mujer soltera, pero esto iba a ser todo, Luhan no permitiría que el hombre hiciera más de las suyas otra vez.
Ese día, Luhan había cometido un delito por primera vez. Su madre, pese a que eran sumamente pobres, jamás le permitió traer a casa algo que no les perteneciera y mucho menos, quietarle la vida a otra persona, pero ese día, Luhan lo hizo, ese hombre lo había dejado a penas consciente después de una feroz golpiza y con su última estela de consciencia vio cómo se dirigía su madre para continuar con su desquite, pero ella no iba a aguantar una vez más todo lo que sufrió durante el día, él debía hacer algo...
...tomo la daga que siempre llevaba en su cintura para defenderse de algún malhechor que intentara hacerle algo en su camino de todos los días al centro, después de todo, iba a cumplir su finalidad, iba a usarse en alguien que no hacía más que traer desgracias.
Luhan no había planeado matarlo, tampoco iba a saber qué hacer si el hombre sólo resultaba herido y después de recuperarse intentara vengarse, no pensó en nada en absoluto.
Cuando enterró la hoja afilada en el cuello del hombre y este cayó en su propio charco de sangre, Luhan recién fue consciente de lo que hizo, había matado a un hombre, iba a ser condenado y sabía que eso era mucho peor que la muerte.
Los vampiros no tenían la virtud de la bondad, si bien durante los años los humanos dejaron de ser arbitrariamente esclavizados, eso no impedía que los vampiros aprovecharan cualquier desliz de la especie humana para tenerlos bajo su dominio, una de las formas para lograrlo era por medio de las condenas por crímenes, estas se pagaban con años de confinamiento en los Bancos de Sangre.
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In My Blood
VampireLuhan es un chico de 20 años que de lunes a viernes trabajaba en una cafetería para mantener a su familia, después de causar un asesinato tras defender a su madre de ser ferozmente golpeada, se ve obligado a pagar su condena en un Banco de Sangre, d...