Luhan se despertó, el techo de piedra lisa seguía cubriéndolo, por unos minutos deseó que todo fuera una pesadilla pero esa simple imagen deshizo todas sus esperanzas.
Se incorporó y notó que estaba solo, no había rastros del vampiro cerca, tampoco parecía estar en el cuarto de baño, se sorprendió cuando intentó moverse que su cuerpo estuviera compuesto, había sangre seca manchando las sabanas, en su entrepierna, pero nada dolía, la sangre vampira, real, había hecho efecto.
Se dirigió a la orilla de la cama, aun le costaba ponerse de pie, no porque le doliera algo, su mente aun no lograba dimensionar lo suficiente la realidad, estar dormido por quien sabe cuánto tiempo lo llevó a perder ciertas habilidades básicas como el equilibrio.
Justo cuando logró ponerse de pie la puerta de la habitación fue abierta, el joven cocinero ingresó con una bandeja en manos que tenía, presumiblemente, su desayuno, Luhan se sentó de inmediato y se cubrió sus partes íntimas con la sabana, él cocinero no lo miró, ni una sola vez, dejó la bandeja en su lugar y se dispuso a irse.
—Oye. —Lo llamó Luhan.
El cocinero no se inmutó, se fue a la misma velocidad con la que se propuso y no miro nunca atrás, Luhan intentó no sentirse mal por ser ignorado, se levantó de la cama de nuevo y fue a ducharse, paso más tiempo del debido refregándose, talló su cuerpo allí donde su semen había caído, la piel se volvió roja e irritada por unos instantes hasta que desapareció, la sangre real en su organismo era impresionante.
Luhan moría de hambre, lo hacía, pero odiaba estar solo, y más aun estando lejos de casa, tomó la bandeja y salió del cuarto rumbo a la cocina, al llegar encontró al que estaba esperando ver, el cocinero se hallaba trabajando en la estufa y no se percató de la presencia de Luhan hasta que la bandeja sonó contra el granito de la isla.
El humano se sobresaltó y Luhan lo sintió como un pequeño triunfo ante su falta de atención para con él.
—Al menos no eres sordo. —indicó Luhan y el humano volvió a sus quehaceres como si nadie hubiera hablado.
Luhan lo dejó pasar en lo que se acabó su muffin, estaba hambriento y para seguir debía tener algo en su estómago.
—Somos los únicos humanos aquí ¿vas a ignorarme por los próximos cincuenta años? —preguntó y vio al cocinero titubear al tomar los ingredientes de la alacena, sus palabras parecieron tener, por primera vez, efecto en él.
—Esa es tu condena no la mía. —Respondió al fin y Luhan sintió cierta emoción por ser notado, pero también experimentó una dolorosa punzada de culpabilidad que le produjo la mención de su crimen, si bien no se arrepentía de haber acabado con el borracho de su padrastro, estaba arrepentido de haber cometido un crimen por ello, mancharse las manos y su propia conciencia por alguien que no merecía ni ser recordado.
Luhan intentó dispersar ese sentimiento que siempre lo descarriaba de sus metas y se dispuso a cambiar el tema de la plática.
— ¿Vas a hablarme... así dándome la espalda? —preguntó y el cocinero le dio una mirada desde el rabillo de sus ojos, ni siquiera volteó lo suficiente para verle.
—No debería hablarte, de hecho. —argumentó.
— ¿Y eso? —preguntó Luhan y luego se percató de que tal vez no estaba tan seguro de querer una respuesta aun si la necesitaba.
—Eres un dador, la servidumbre no debe hablar con los dadores. —Explicó y Luhan sintió cierto alivio, por alguna razón.
—Soy un prisionero. —aclaró Luhan.
—Y un dador. —dijo el humano, volteando por completo a verle, de frente era más fácil notar su cabello castaño cenizo, sus ojos pardos, era atractivo, Luhan podía decirlo, aunque su actitud no fuera más que una constante repelente.
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In My Blood
VampireLuhan es un chico de 20 años que de lunes a viernes trabajaba en una cafetería para mantener a su familia, después de causar un asesinato tras defender a su madre de ser ferozmente golpeada, se ve obligado a pagar su condena en un Banco de Sangre, d...