Caos

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El cuerpo de Sergio, la vida misma del abogado, era la prueba irrebatible de que algo extraño había sucedido.

   Su madre había viajado la madrugada de aquel día desde una pequeña localidad fronteriza con Francia y ahora, con inquebrantable histrionismo, formaba una batahola encolerizada en la recepción de la estación de policía, mientras unos cuantos agentes intentaban aquietarle un poco y explicarle lo que debía hacer para encontrar el cuerpo de Sergito, como le llamaba. Más sin embargo no era lo único que gritaba.

     –¡Fue esa mujer!, ¡esa maldita mujer lo ha matado!

   Antonia podía advertir la voz bramada de su suegra aun sin verla.

   Por mucho tiempo sobrellevó con entereza los insultos de la octogenaria mujer a causa de la censura no argumentada de su relación, y más aún de su matrimonio legal. Reprochaba cuanto provenía de ella, por más que Antonia quisiera mostrarse comprensiva, amigable y digna de respeto, hasta que un día, luego de una conversación en privado de Sergio y su madre, no volvió a molestarle, pero tampoco supo nunca cuáles fueron las prodigiosas palabras que acallaron sus blasfemias.

     – ¿A qué mujer se refiere?- le preguntó a Brad mientras caminaban a prisa con dirección a un pasillo oculto.

     –A ti.

   No existieron más palabras sino hasta que llegaron a una de las oficinas que ella observó cuando apenas ingresaba. Por dentro parecía completamente contraria a lo ya observado desde fuera: sin boato, insípido, y hasta un tanto inservible. Por dentro, en contra de sus pensamientos, había una habitación presa de la caterva, con documentos, una computadora y sillas asimétricas distribuidas de una forma completamente caótica. Más tarde meditaría lo visto y se daría cuenta de que es su deber encontrar maravillas en medio del caos.

    –No estoy entendiendo nada- dijo trémula, tras su rápida evaluación.

    –Toma asiento- dijo acomodándose en la silla que estaba detrás del escritorio.

    –¡Dejemos los prólogos, por favor!

   Brad permaneció áfono con la misma raigambre en su mirada. Antonia no tuvo otra opción de apaciguarse y tomar asiento frente a él.

    –Esto parece una bola de nieve y lo peor es que parece caer por sobre una pendiente sin obstáculos- suspiró girando levemente su silla para tomar una carpeta color crema-. Este es el informe forense de la autopsia a Sergio. Como bien te dije, se llegó a la conclusión que la causa de la muerte es un envenenamiento por la sustancia química que se describe en el inciso 1.

   Lanzó la carpeta para que le quedara lo más cerca posible. La tomó en sus manos y ojeó rápidamente lo que allí decía sin comprender del todo algunos de los términos médicos que se habían utilizado como pretexto para no llegar de forma acelerada al punto importante.

    –Brad, sigo sin comprenderlo- cerró la carpeta y la dejó de su lado.

   El hombre se puso de pie y atisbó con la cabeza afuera, como si quisiera comprobar que nadie los escuchaba.

    –No te voy a atormentar con explicaciones que te dejaran más dudas- regresó a su puesto-. Lo que quiere decir ese informe es que no se trató del consumo indebido o en exceso de algo, sino de un asesinato. A Sergio lo asesinaron.

    –¿Qué estás diciendo?- susurró.

    –Y no es lo peor, Antonia- la observó infausto- tu marido era alguien influyente, uno de los abogados más...

    –Lo sé, lo sé...

    –Una comisión especial de investigadores vino en la madrugada, mientras otros revisaron sus oficinas y hasta tu... casa y encontraron documentos que te hacen ver como la... principal sospechosa.

La ViolinistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora