Un paso para la recompensa.

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Las noches en esa ciudad eran impredecibles, en las tardes el cielo podía estar completamente limpio de nubes y en la noche podía llover como diluvio. Los pronósticos por lo general acertaban pero aun así las extrañezas que ocurrían servían para iniciar conversaciones entre los habitantes o visitantes.

En la cima de una colina se localizaba la mansión Wayne lugar donde los cielos eran más nítidos por la lejanía aparente. Era costumbre que los hermanos Wayne comieran juntos y una o dos veces a la semana el patriarca los acompañaba, a pesar de las cargas de trabajo constante que tenía siempre intentaba hacer tiempo para convivir con sus hijos. Si bien sólo uno de ellos era su sangre, antes los ojos de Bruce no existía esa distinción, queriéndolos a todos por igual.

Sin embargo esa noche el ambiente era distinto, Bruce prefirió esperar a que alguno de los chicos hablara antes de verse en la necesidad de interrogarlos, por suerte y fortuna sucedió en el tercer tiempo de la siempre deliciosa cena.

-Un novato quiere salir con Damian- Tim rompió la atmósfera tensa al ser el menos afectado. Al igual que sus otros dos hermanos quería a Damian sin embargo era el menos mimoso y aprensivo de los tres.

-¿Ah sí?- Bruce estaba atónito sin demostrarlo- ¿Y qué pasó Richard?

-Que correrá dos horas todos los días- el mayor ni siquiera levantó la mirada de su plato, se mostraba tranquilo pero era obvio que su agitación se escondía en el interior.

-Tal vez en tu guardia Dick- sentenció Jason clavando su tenedor en un pedazo de carne- será un milagro si puede caminar o mover los brazos después de las series que tendrá que hacer a partir de ahora hasta que decida cambiarse de escuela.

En otras ocasiones le había sucedido algo parecido a Damian y en cada una de ellas sus hermanos se habían encargado de ahuyentar a sus pretendientes. Al principio le había parecido divertido y se sentía aliviado pero ahora le resultaba molesto que se entrometieran tanto en su vida.

-Es una tradición hijo- Bruce miro a Damian- pero si no quieres, tus hermanos pueden hablar con ese chico.

No era mala idea, pero había pasado ya un tiempo desde la última vez que salía de la rutina y por ese partido había descubierto a ese chico que lucía interesante, tal vez jugaría un rato antes de que sus hermanos lo acabarán.

La noticia de la cita entre el novato y el joven Wayne se extendió más rápido que la victoria en el partido. Entre los pasillos o los salones se comentaba la hazaña doble del ya reconocido Jonathan Kent. El novato quien cargó el trofeo a casa y al mismo tiempo, el valiente quien le coqueteaba descaradamente a Damian.

El primer día después del partido Jason demostró lo rudo que podía ser, las series que impuso fueron una combinación arrastradora que doblegó a poco más de la mitad de los jugadores. Al día siguiente Dick también demostró lo imaginativo que podía llegar a ser sacando su lado más medieval con un rostro digno de verdugos. Sin embargo, entre las sentadillas, lagartijas, saltos y demás Jon se mantenía firme y casi siempre con una sonrisa victoriosa. Parte de eso era gracias al nuevo admirador que había ganado; ya contaba con un puñado de niñas tras de él pero quien realmente le importaba por fin había puesto la mirada e interés sobre su persona.

Así lo comprobó cuando, armado de valor, le sonrió mostrándole los dientes a forma de comercial obteniendo una radiante sonrisa por parte de Wayne, después de eso Jonathan no se reprimía cada vez que hacía una buena atrapada o jugada para "dedicársela" solo a ese chico. A pesar de los grandes pasos que estaban dando aún no habían entablado una conversación o algo más que simples miradas y coqueteos inocentes.

Por una tradiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora