Tú eres mi única armonía - VIXX Leo y tú

II. Un piano solitario

El mudarme a una nueva casa no es un problema, el ser transferido a un nuevo colegio tampoco lo es... pero lo que sí ha llegado a carcomerme el interior es su presencia.

La chica que por desgracia resultó ser mi nueva vecina es también mi acosadora.

«Un aplauso para mi buena suerte, por favor.»

Y aunque no lo crean ya había experimentado tal fanatismo sin sentido en anteriores colegios, aún así, incluso si ya me había acostumbrado, no esperaba verlo surgir tan rápido por estos lugares.

Para ser más precisos, explicaré de que trataban estos "clubs" con actividades extrañas y metas aún más extrañas. Ellos –sí, ellos– se hacían llamar a sí mismos como: "el fanclub OFICIAL de Jung Taekwoon" –nótese el resalto en oficial–, otros eran "los únicos y diferentes de Jung", "las novias y novios del único Taek", "hay Leonardo para todas y todos" –me llamaban Leo por, supuestamente, parecerme a un León, y Leonardo solo por molestar–; ahora que lo pienso creo que el más raro de todos fue... "este club no acosa a Jung Taekwoon, no es lo que crees Leo nosotros solo te admiramos" cuando en realidad podía verlos cada vez que volteaba la cabeza. Y en cuanto a sus metas u objetivos... creo que todos ya tienen en claro a que se dedicaban.

Es cierto que al principio no les prestaba ni un poco de atención pues creía que no se la merecían. Pero Hakyeon, mi mejor amigo, me hizo dar cuenta de lo erróneo que estaba.

Es por eso mismo que ahora, al ver que hasta los guardamuebles saben de la existencia de esta nueva acosadora, me quedo pasmado. Todavía soy capaz de recordar vívidamente aquellas miradas atemorizadas cuando me comentaron sobre el accidente con el violín y la señalaron culpable. Y es que tampoco encuentro otra razón del porqué una chica cualquiera se metería a husmear entre mis cosas y que como resultado accidentalmente rompiera el violín que mi abuelo me regaló. Es una acosadora.

«Increíble...»

–Leo.

La voz de mi mejor amigo me sacó de mi mente.

–¿Qué quieres? –respondí áspero a sus palabras.

–¿Estás enojado?

Antes de continuar me tomé unos segundos para aclarar mi mente y calmarme.

–No, lo siento. No tiene que ver contigo.

–¿Entonces?

–No, no es nada, lo siento.

–¿Es en serio? ¿Y para eso me invitas a tu casa? ¡¿Solo para que te quedes callado toda la maldita tarde y que cuando te pregunte por lo que pasa no me digas absolutamente nada?!

Miré a los ojos del amigo al cuál nunca más volvería a ver y sonreí.

–Eso es lo que hubieras dicho... ¿verdad? –lentamente elevé mi mano derecha para poder tocar su rostro–. Si tan solo yo no hubiera...

Y es que yo ya lo sabía, estaba soñando.

Luego de decir aquellas palabras mi fantasía acabó. Abrí los ojos tranquilamente y sin ganas de levantarme o prender cualquier tipo de luz que iluminara la ya oscura habitación empecé a pensar.

Era imposible, más que imposible. N no podría estar en mi habitación ni mucho menos hablándome de tal manera.

Justo cuando empezaba a adentrarme en mis arrepentimientos un lejano violín empezó a sonar.

«¿Qué?»

No estaba seguro de si el destino había movido sus hilos para que aquel momento coincida perfectamente o ya estaba perdiendo la cabeza y mi obsesión por la música era más grande de lo que creía.