Niño lobo.

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Escrito desde el suelo de la cocina.
21/02/2018
1.22 pm

Han pasado muchas cosas y podría contarte al respecto, pero en general ya las sabes. Este año inició lleno de agua de mar, heridas en mis manos y escapes de mi casa, y ha sido un gusto compartir estos eventos contigo, sé que lo sabes.

Es la primera vez en un largo tiempo en que puedo recuperar este objeto en el que escribo, creo que lo repararé de una vez por todas, parece ser importante. Pero ese no es el punto, el punto aquí es que dejo de escribir durante mucho tiempo y cuando vuelvo a hacerlo, ya no entiendo mis palabras viejas. Es casi como si no fueran mías.

Últimamente te quiero muy extraño, pero en definitiva te quiero, te sigo queriendo, lo supe cuando te quise con un pañuelo, con una botella de agua, con gel antibacterial, y con dobleces en tus pantalones. Te quise cuando le hablé a mi prima de ti, te quise cuando te presenté con ella, te quise cuando mentí para verte más tiempo.

Hablando de quererte, hace algunos días te quise mucho sobre papel de un color extraño, no sé si rosa o naranja. Te quise en espiral, hoy te quiero en líneas. Tal vez mañana te quiera en hexágonos, lo tendré en mente.

Ya tengo tu regalo de cumpleaños casi listo. Me gusta trabajar porque ahora tengo dinero para prepararte regalos bonitos, aunque sigue dándome algo de vergüenza todo el pensamiento que les pongo de por medio. Pero mi pena es irrelevante, lo que importa aquí es la sonrisa que pones, que te hace parecer el sol: así de brillante te ves.

Me gustó tu sabor tan dulce, esta vez que te vi. Profundizaría en detalles pero prefiero que los recuerdes por tu cuenta, parece ser más divertido. Y hablando de diversión, ¿qué hiciste anoche?

Recuerdo cuando a mis tres años dije que me daba miedo la luna y el tonto de mi compañero de clases dijo que eso era cosa de lobos y desde entonces he tenido toda una serie de apodos extraños. Lo he pensado mucho estos días porque así como llegaron mis apodos extraños, están llegando nombres para mí. Nombres, cuántos nombres... ya respondo a unos cuantos, es la costumbre, pero en el fondo también es por comodidad.

Hay partes de mi cuarto que aún huelen a lo que olía tu cama. Es un poco ilógico porque ya casi han pasado tres meses, pero la magia de mi situación mental hace que aún sea sensible a esas cosas: te encuentro en mi ropa, en mi cama, en tus regalos, en el peluche que hiciste con tus propias manos. Ojalá pudiera plasmar tu olor en un dibujo, pero no sé cómo funcionaría: sería divertido poder plasmarte en un conejo.

Me gustaría ser más hábil, pero lo más cercano a las manualidades que tengo, por el momento, es esa clase en la que se me quedan clavados los cables, los diodos, las resistencias. Eso no impide que me guste, claro. Las cosas me siguen gustando aunque no se me den, no me funcionen, o no me quieran de vuelta.

Ayer me pidieron que dibujara a alguien que la policía no pudo reconocer y no sé hacerlo. Me dieron un mes para presentar mi trabajo, pero, ¿cómo puedo honrar a alguien que no conocí, alguien a quien no tengo manera de conocer?

Mis dedos quedaron llenos de cicatrices y es extraño no sentir nada sobre ninguna de ellas, resulta entretenido a cierto punto. Lo máximo que he conseguido es sangre molida y algo de picor, pero se supone que no debo tocarlas.

Estoy pensando como mil cosas a la vez y no sé cómo llegué al punto de que mi único pensamiento relevante sea que te quiero con hielo, pero así son las cosas. Seguro es porque hace calor.

Balam. 🐆

(PD. Me gusta bastante que tengamos nuestras conversaciones nocturnas, aunque mis ojeras no estén muy conformes al respecto).

La vida de Balam. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora