Un sueño, reflejo de tu sentir.
Hacía un par de meses que Carlos no veía tan feliz a su hermano mayor y todo gracias a una chica que había conocido, al parecer amiga de Raúl. Por lo que Daniel le contaba, ellos ya eran novios y estaba bien. Le alegraba en gran medida, pero en su pecho existía una espina clavada que le causaba irritación, frustración y enfado, lo que provocaba una que otra discusión entre ellos. Se sentía enajenado de ese dolor, no le hallaba nombre.—Hey, Tri-line— llamó Daniel desde la sala.
—¿Qué?— respondió el mencionado, asomándose por la puerta de su habitación.
—Voy a salir, mañana regreso— avisó colocándose su chaqueta, luego agarró sus llaves del auto y del departamento, y se encaminó a la salida—. Cuídate, ¿vale?
—Vale, tú también cuídate— respondió.Casi con certeza podría decir que en su voz también había inseguridad.
Rápidamente el hombre de ojos verdes salió del departamento, cerrando la puerta con seguro tras él.
Carlos suspiró resignado. Igual seguiría jugando un rato y se iría a dormir temprano ya que mañana grabaría para hacer un nuevo vídeo que planeaba subir dentro de tres días.
Al entrar a su habitación se encerró bajo llave y se dejó caer en la cama con los brazos extendidos. No era como si fuese a venir Daniel y quisiera abrir la puerta, era costumbre cerrarla con llave. «Me alegra bastante que éste saliendo con una chica» pensó, «pero no logro entender por qué no puedo dejar de sentirme así». La reacción física ante el dolor de su pecho fue hacerse bolita en la cama. Actuaba como enamorado despechado ante la situación, lo que solo causaba más irritación.
Transcurrieron algunas horas luego de que Daniel saliera. Horas que sirvieron de arrullo para Carlos, quien súbitamente desperto. Miró el reloj de su teléfono; eras las cuatro de la madrugada. Se sentó en la cama y talló sus ojos intentando ajustar su vista ante su recámara. Después se cambió a su pijama y continuó por ordenar el poco desastre que dejó.
Una vez puesta su pijama se dispuso a destender su cama para volver a dormir cuando escuchó la puerta principal abrirse. Sin escatimar en tiempo salió de su habitación para corroborar que era Daniel quien abría la puerta y no un maníaco.—Creí que regresarías mañana— mencionó el castaño con fleco blanco, dirigiéndose a la sala.
—Cambio de planes— explicó Daniel para luego de sentarse en la sala.
—¿Todo bien?
—¿Eh? Si, si, claro. Es solo que...
—¿Qué?
—Marce no es lo que esperaba.Hubo un silencio ensordecedor. «Si Marcela no era lo que esperabas, ¿por qué tardaste tanto tiempo en darte cuenta?» se dijo Carlos mentalmente.
—Ya vendrá la buena, tenlo por seguro— dijo el menor, intentando otorgarle consuelo.
—Creo que ya había encontrado al correcto y no me había dado cuenta— comentó, volteando a ver a su hermano.Carlos miró ajeno a su hermano mayor. Si su sentido auditivo no le fallaba, escuchó «correcto» y no «correcta», o sea que hacía referencia a un hombre.
—¿Ah, si?— indagó, mostrándose curioso— ¿quién es?
—Está frente a mi.Daniel se acercó peligrosamente a Carlos —a lo que este último se fue haciendo para atrás hasta topar con el brazo de la sala, quedando atrapado—, tomó su rostro entre sus manos y, con suavidad, besó sus labios. Por alguna extraña razón, el castaño de fleco blanco no se resistió, sino todo lo contrario; deslizó sus manos por debajo de la chaqueta de su hermano y se aferró a él.
El beso fue subiendo de tono, ansiando más.Jamás una alarma había sonado tan molesta para Carlos como aquella que programó para despertarlo a las 7 de la mañana.
Se levantó de golpe, con su pecho subiendo y bajando con irregularidad. El sueño fue tan vívido que llegó a pensar que realmente ocurrió. Los labios de su hermano contra los suyos, toda la ola de sensaciones que sintió fueron tan real para su cuerpo que había regocijo, un regocijo que en parte rechazaba.
Las cosas estaban igual en su habitación; la computadora suspendida por inactividad, el chocolate amargo a medio comer sobre el escritor, algunas migajas, todo estaba igual. Incluso aun traía puesta la ropa de ayer.
—Fue un sueño— se dijo así mismo.
Carlos se apresuró a ordenar el poco desastre que dejó y alistó su ropa para irse a bañar. Al término de su ducha —y de arreglarse un poco—, fue a la cocina a prepararse algo para desayunar. Apenas eran las 8:20 am, conociendo a Daniel posiblemente llegue en la tarde, por aquello de las 2:00 pm.
Durante el lapso de la mañana evitó a toda costa pensar en el sueño (casi pesadilla para él), pensar en Daniel de una forma no apropiada por los lazos sanguíneos que los unía. Tenía cosas mejor que hacer, como afinar algunos detalles de su investigación que utilizaría para un vídeo. Así que se dirigió de nuevo a su recámara y se encerró.
Tan ensimismado estaba Carlos en sus asuntos que no escuchó cuando Daniel llegó, ni siquiera escuchó el repiqueteo en la puerta.
Para el castaño no era muy normal que no respondiera su pequeño hermano, pero hasta cierto punto comprendía que estaba trabajando y que prácticamente se le ponían los ojos en blanco e ignoraba su entorno.Bajo ésta circunstancia, lo mejor era verse hasta mañana.
•••
9:34 pm
Carlos ya tenía, al menos, el 30% del vídeo grabado. Hubiera continuado pero su vista no le daba para más. Con algo de pesar se retiró sus lentes y lo dejó sobre el escritorio, luego se levantó de su asiento y salió de su habitación directo a la cocina.
—Hola.
El del fleco color blanco dio un respingo. Esperaba que Daniel estuviera sumido en su cama stalkeando las cuentas de sus fans y no en el umbral de su recámara, como si estuviera esperando a que saliera.
—Hey— correspondió al saludo, deteniéndose—. No escuché cuando llegaste.
—Lo sé. Fui a tocar tu puerta pero no me respondiste. Supuse entonces que estabas grabando o algo.
—Si, si. Es lo que hacía.
—Bueno, ¿vas a cenar?— preguntó señalando hacia el pasillo con el pulgar.
—Sí.
—Ok, vamos a cenar.Daniel se abrió paso y se dirigió a la cocina. Y Carlos tan solo se quedó ahí parado, sorprendido de haber llevado bien el intercambio de palabras.
—Venga va— gritó el hombre de ojos verdes— ¿vendrás a ayudarme o qué?
Sin decir nada, Carlos se apresuró para ayudar a su hermano mayor con la cena. En ese rato anduvieron platicando de todo un poco, incluso Dani le contó algunas anécdotas que pasó la noche anterior.
La sonrisa que se formaba con gracia en los labios de su hermano, sus simples ademanes, esos lapsos torpes de silencio que tenía porque se le olvidaban las palabras, todo eso se le figuraba entre tierno y gracioso. Pero seguía sin comprender por qué sentía esa molestia en su pecho, esa insignificativa irritación.
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Debe ser suficiente con soñar [Tri8cho]
Fiksi PenggemarA veces el enamorarse de la persona menos idónea no está en nuestras manos. A veces no se puede distinguir entre el anhelo y el temor. Temor a querer y perder la mente en el trayecto, de no ser correspondido. Carlos no entendía la gravedad de sus...