Capítulo 3

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El agua dulce ahoga.


Por más que deseaba no volver a soñar con su hermano de forma amorosa no lo pudo evitar.

Para esa ocasión, Carlos soñó que los dos iban a pagar las facturas pendientes. Dentro del establecimiento donde se localizaban la luz falló. Sin titubear Daniel le robó un inocente beso, poco después la luz regresó. Fue cuando su hermano mayor le dijo «tenemos que hablar». Un escalofrío recorrió su espina dorsal de tan solo escuchar su voz cerca de su oido y antes de que pudiera reclamar algo, despertó.

No podía perder la cordura y la sensatez, no ahora que necesitaba mostrarse ante su hermano mayor con más estabilidad. Estaba cruzando un mal rato, de esos que surgen de la nada, así que por el momento no buscaría respuestas ni analizaría a fondo su situación. Primero estaba Daniel y la relación interpersonal que compartían.

•••

—¿Qué película quieres ver?— le preguntó Carlos a Daniel.

Estaban sentados en la sala; el hermano mayor atascándose de palomitas mientras que el menor, a través del control remoto, iba pasando película a película.

—La que tu quieras estará bien— contestó luego de pasar el bocado.

Bueno, una de terror no pondría por que el hombre que tenía a lado se sugestionaria con bastante facilidad. Una de romance a ambos les aburriría. Sería una de acción, ¿pero cuál?

—Esa, esa— señaló Dani un tanto entusiasta cuando Carlos pasó Otro día para matar.

Simplemente el castaño se limitó a asentir y poner la película.

Pasó media hora de haber empezado la cinta y Carlos ya se estaba aburriendo, incluso estaba somnoliento.

«¿Porqué comenzar una matanza por un perrito?» cuestionó mentalmente para luego dejarse vencer por el aburrimiento.

—Hey, Tri-line, Tri-line— musitó Dani, moviendo de forma leve a su hermano.
—¿Qué? ¿ya acabo la película?
—Desde hace rato.
—¿Cuánto llevo dormido?
—A lo bien, como dos horas.

«¡¿Dos horas?!» exclamó mentalmente.

—Perdón, no quise qu...
—Tranquilo que tampoco es pa'tanto— reconforto—. Además, luces cansado.
—Tú más.
—Hey, no empecemos una pelea por quién luce peor.

El silencio entre ellos se hizo presente, un poco incómodo, a decir verdad.

—Oye, ¿te acuerdas que pasó hace rato?— preguntó Dani para desvanecer el incómodo silencio.
—¿Con la freidora?
—No— refutó, frunciendo el ceño—. Me refiero a cuando fuimos a pagar las facturas.

Carlos sintió cómo su corazón se retraída de los nervios, seguido de una «cascada de agua dulce que perfectamente podría ahogarlo».

Eso era lo que había soñado durante la madrugada —el ir a pagar las facturas juntos— , lo que significaba que estaba en un sueño y que estaba siendo, con toda plenitud, consciente de ello.

Giró su cabeza a su derecha, donde Daniel esperaba una respuesta.

—¿Qué? ¿Hay alguien atrás de mi?—. El rostro de su hermano palideció, aún más que el del propio castaño de fleco blanco.
—No, no hay nadie. No te asustes.
—Ah— suspiró.

Otro silencio más se acomodó entre ellos, más incómodo que el anterior.

Incluso en su sueño no sabía cómo declararse, teniendo todo a su favor, sentía miedo.

—Dani— llamó Carlos—. Yo, recuerdo lo que pasó hace rato.

En el rostro de su hermano mayor se dibujó con dulzura una sonrisa seguido de una risa tenue, prueba de su felicidad.

—Y dime, ¿sientes lo mismo que yo?— preguntó Daniel ladeando su cabeza, sin dejar de sonreír.
—Si—. Su voz sonó segura.

Sin trastabillar, Carlos se acercó y apoyó sus labios en los de su hermano, quien tamboco dudó en corresponder. En el proceso, Dani abrazó a Carlos con fuerza, y viceversa.
El beso que degustaba se sentía increíblemente real al igual que sus caricias.

«Si en el mundo de los sueños me correspondes, creo que me quedaré aquí» pensó el menor de forma efímera.

De pronto experimentó un pesar en su regazo, lo que le hizo despertar. Era Daniel, quien casi al finalizar la película también se había quedado dormido, tanto, que se fue de lado.

Pasó del susto a estar tranquilo. Solo esperaba no haber hablado dormido, eso podría delatarlo y causaría problema tras problema si Carlos se negaba a contar sus más anhelantes sueños. Bueno, tampoco era que él hablase dormido. Hasta donde él sabía, no lo hacía.

Con cautela se retiró y dejó a Dani bien acostado en la sala. Corrió hacia su habitación y sacó una cobija del closet, la cual utilizó para tapar a su hermano. Lo hubiera llevado hasta su cuarto, pero pesaba. Dejarlo ahí acostado y bien tapado debería ser suficiente.

Se encaminó hacia su habitación y dejó entreabierta la puerta por si escuchaba a Daniel despertar.

Ahora que tenía tiempo «a solas» analizaría toda su situación de forma rápida, de principio a fin.
Fue apuntando en una libreta lo relevante que encontraba, como que los sueños tenían un patrón, una continuidad y que dentro del mismo corría el tiempo rápido y solo vivía los momentos más memorables; como si viviese una vida aparte, un paralelo donde los dos sentían lo mismo.

Tratando de hacer memoria, rememoró algunos objetos que no estaban en su realidad, tal era el caso de la caja de chocolates amargos que Dani le regaló en sueños. Eso sería clave para saber si estaba soñando o estaba en su realidad.
En otras palabras, su mente creó un espacio con algunos elementos de su realidad para estar con Daniel a gusto, sin juicio ni prejuicio. Decir eso implicaba admitir sentimientos, un campo inexplorado dentro de sí mismo y que quizás solo sea mal interpretado.
Ya que andaba encaminado, también analizaría sus sentimientos, qué tan grave sería.

Comenzó a nombrar mentalmente cada sentimiento que experimentaba cuando estaba con su hermano y los puso en contraste con lo que experimentaba hace cinco años y no encontró muchos cambios. Rebusco entre sus recuerdos de hace diez años y descubrió un contraste significativo. Por aquella época tenía pareja, pero no recordaba por qué la quería y tampoco recordaba por qué la dejó.

Entre más profundizaba en el tema más se negaba a decirlo. ¿Es que acaso sí lo quería, en plan pareja?

«Qué enfermo» se recriminó mentalmente, azotando el bolígrafo en el escritorio. Luego rompió —casi pulverizó— la hoja con lo recabado y lo terminó tirando a la basura. De todas formas lo pensado se quedó en su mente.

Y ahí estaba de nuevo esa molestia en su pecho, esa irritación mental. Le cabreaba y creía saber la razón; un amor enfermizo no correspondido.

Toda esa reprimenda mental pasó a segundo plano cuando escuchó un golpe seco seguido de un «auch». Se asomó por el umbral de su cuarto, viendo como Daniel se quitaba la cobija con algo de dificultad desde el piso.

Observó cada movimiento que su hermano hacía, desde que se levantó hasta como hacia bola la cobija. Caminó con pesadez hasta su habitación y se encerró ahí. Por lo visto el pequeño percance no pasó a mayores, de lo contrario hubiera gritado por su auxilió.

Carlos suspiró con tristeza, no solo por que Daniel tenía un bajón de ánimos, sino por la manera tan absurda en la que se dio cuenta de su verdadero sentir.

Cerró la puerta, silencioso. Mañana debía de ponerse a trabajar, que esas ideas no se formaban solas.

Debe ser suficiente con soñar [Tri8cho]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora