El perdón

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Querido Papá:

He empezado a mandarte las primeras dos cartas que llegaron a mí, sé que ambas son dolorosas y confusas, pero también sé que podrás entender todo al final de ellas. Se con certeza que la vida es muy corta, se también que solo hay una en la cual debemos de ser felices, ¿habrá obstáculos? los abra, ¿dolerán? Lo hará, pero al final del día agradeceremos por todos los momentos buenos y malos que vivimos y que sin duda alguna guardaremos para toda la vida.

El sexto país que visite no fue como los anteriores sino todo lo contrario fueron países en los cuales nunca en mi vida me imagine visitar. El sexto fue Japón, sin duda un lugar sagrado y lleno de cultura, al encontrarme ahí conocí varias personas que me aconsejaron antes de subir al Monte Fuji, el cual era la verdadera razón por la que me encontraban ahí, recibí la orientación adecuada y también recibí una pequeña leyenda.

En la cual decía:

Hace mucho tiempo en tiempos pretéritos el Monte Fuji y el Monte Haku se encontraban deidades viviendo en estas montañas, pues uno en su empeño de saber quién de las dos era el más alto. Tras pedir ayuda a Buda, el monte Fuji descubrió que no era la montaña más alta y en su furia, golpeó al Monte Haku, rompiéndole la cabeza en ocho fragmentos (los cuales dieron lugar a los ocho picos actuales de la montaña), convirtiendo, por tanto, al Monte Fuji en la montaña más alta de todo Japón.

Se que te puede sonar absurda la leyenda, pero para mí ahora que lo veo desde otro punto de vista, es increíblemente hermosa y encantadora. Y no por lo que al final logró el Monte Fuji, sino porque al final del día aprendemos que la furia puede cegarnos, el odio y el rencor son sentimientos que nadie debería de tener. Los seres humanos somos los seres más orgullosos en todo el mundo que con el simple hecho de ver que no somos mejores en algo nos produce cierto odio y rencor, cuando simplemente podríamos sonreír y felicitar a aquella persona que con esfuerzo han logrado un poco más que nosotros.

Con esta leyenda me di cuenta de cuánto odio, ira y resentimiento aún existían en mi corazón. Me di cuenta de las mentiras que me había estado diciendo a mí misma, tratando de tapar con el dedo el sol, cuando ambos sabemos que es imposible.

Al llegar a la cima me di cuenta de muchas cosas sobre mí, recuerdo haber llorado por todo lo que mi corazón sentía y me di cuenta que aún no era feliz, sólo era una mentira que me decía para mantenerme bien emocionalmente. Grite como nunca en mi vida lo había hecho, deje que todo aquel odio saliera de mí, grité cada cosa que odiaba y la deje ir hasta que cada lazo de odio y rincón que apretaba mi corazón desapareció.

Sin duda alguna al bajar del Monte vi la vida de otra manera, pues bien dicen que hay que perdonarnos a nosotros mismos para poder perdonar a los demás y créeme ese día pude perdonarme a mí, pude sanar algunas heridas, perdonar error tras error y dejar lo resentimientos atrás para así dar un paso más hasta el camino al que estaba destinada a tomar.

El camino de la felicidad.

Con amor: Mia 

Cartas a PapáDonde viven las historias. Descúbrelo ahora