En compañía de la luna y las estrellas.

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Querido papá:

El propósito por el cual escribo estas cartas, es para contarte todo lo que he hecho en estos largos años que no nos hemos visto, no con la intención de parecer superior a ti, si no, con la intención de sanar todas las heridas existentes entre tú y yo. Espero que puedas entenderme un poco después de la tragedia que nos azotó ése 07 de noviembre, sé que no te gustara que hable de ello, pero creo necesario el hacerlo, porque al hacerlo sé que lograre cerrar todas las heridas de mi corazón, así como también espero que tu puedas hacerlo. Dolerá mucho más de lo que dolió al principio, pero para poder cicatrizar hay que pasar por una serie de puntadas, las cuales dolerán mucho peor que la herida misma, pero que con el transcurso del tiempo ayudará a sanar de manera efectiva.

No espero que me perdones, sé que tal vez tardaras mucho más que yo al hacerlo, pues ambos conocemos muy bien el concepto de orgullo y todo lo que conlleva. Tengo que admitir que cuando todo comenzó tenía miedo, miedo de que uno de mis mayores temores se cumpliera, trate de sonreír a pesar de ver a mi madre en aquella cama de hospital tan frágil e indefensa, llena de miles de medicamentos que sabía que le hacían sentir dolor, con su sonrisa tranquilizadora como si no estuviera pasando nada, como la guerrera que era.

Recuerdo verte llorar, mientras sostenía su mano y le suplicabas que se quedara contigo, pues sin ella tu no eras nada, ella sonrió como siempre lo hacía mientras acariciaba tu cabello de aquella forma que tanto le gustaba.

—No te preocupes por mí, cariño —Te dijo con una sonrisa sincera y sin ningún miedo en su mirada —A llegado mi tiempo de partir de este mundo, pero ten por seguro que estaré esperándote hasta que el tuyo llegue —Acaricio tu mejilla y dejó un beso sobre tus labios.

Lamento, no poder haber hecho nada para salvarla, lamento no haberla cuidado tanto como tú querías, de verdad lo lamento. Por eso decidí tomar una de mis tantas mochilas, empacar un poco de ropa y huir lejos del dolor que me causaba el verte tan destrozado. Al ver tu mirada tan vacía, llena de nostalgia y culpabilidad, supe desde ese momento que nada volvería a ser lo mismo, que tú no volverías a ser el mismo al igual que yo, pues ambos habíamos perdido la mitad de nuestro corazón, aquella que nos impulsaba a seguir viviendo de la mejor manera.

Comprendo que fui una cobarde y admito que lo sigo siendo, pues no quería seguir ahí, en un lugar donde los colores se habían perdieron. Donde el arco-iris se había convirtió en gris, donde las flores se habían marchitado y las risas desaparecido, junto a la dueña de ellas.

Nunca fuimos los mejores amigos, debo de admitir que siempre hubo desacuerdos de ambas partes, siempre discutiendo como si fuéramos perros y gatos. No te hecho nada en cara, pues ese no es mi estilo, sé que a pesar de todo eres mi padre y todos cometemos errores, pues somos seres humanos e imperfectos.

Uno de los míos fue no haberles dicho cuánto los quería y los apreciaba. Y ahora que no estoy con ustedes, mi cariño crece cada día más, acompañado de la culpabilidad.

Fue por eso que mi primera parada fue los Cabos San Lucas, el lugar que mi mamá moría por conocer. Recuerdo llegar por la noche sin ninguna idea de que hacer, así que simplemente me subí a un taxi y pedí que me llevara a aquella playa tan especial para mamá. Créeme que no me apetece hablar de ella, ni siquiera pensar en ella, pues el solo hecho de hacerlo hace que un nudo se forme en mi garganta, pues ella siempre fue y será mi impulso, nuestro para ser honesta, aquel oxigeno que me alienta a seguir caminando hacia el frente con la idea de que algún día, al igual que tú, podré volver a verla en un lugar mucho mejor de lo que fue esta vida, tal y como lo dijo ella.

Caminar sobre aquella arena fue como un alivio sobre mis miedos, como un calmante y tan fresco como el mar que mojaba mis pies. Ese día deseaba con todo el corazón que ella estuviera conmigo, mientras disfrutamos platicar de nuestros sueños, como siempre lo hacíamos cuando estábamos solas. Poder contarle mis miedo e inseguridades, poder recibir un cálido abrazo de aquellos que conseguían borrar todas las malas cosas y que podía transportarme a un lugar cálido y seguro que solo podía encontrar entre sus brazos, poder reír sin miedo a ser yo misma, sin miedo a vivir esta vida aterradora.

Como deseaba tenerla de vuelta, solo unos segundos más.

Tu más que nadie sabe que odio llorar, siempre lo he odiado, pero ese día llore como nunca lo había hecho, se sentía como si apretaran mi corazón, hasta causar un dolor insoportable. Nunca había sentido algo tan fuerte como eso, lloré hasta quedarme dormida bajo la compañía de la luna y las estrellas. Y justo en aquel lugar que me devolvió un pedazo de mi madre, una de las personas más importantes en mi vida, pude encontrar la razón necesaria para seguir respirando todo el tiempo que así lo deseara esta vida.

Eso fue lo que pasó el primer día, después de huir de aquel infierno. No espero que entiendas todos mis motivos, incluso sé que romperás esta carta después de leer quien la manda, pero estas palabras ayudan un poco a mi alma y me hace sentir más cerca de ti, de lo que estuve en toda mi vida.

Con amor: Mia. 

Cartas a PapáDonde viven las historias. Descúbrelo ahora