Naturaleza muerta.

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Las rosas sisean
habladurías sobre miradas plásticas
al igual que sus pétalos,
inmarcesibles.
Las arrancan de raíz pero realmente no importa
porque seguirán vivas
mientras alguien las condene a vivir entre pinturas
y ojos cansados que duermen
esperando la muerte con ansia,
pero ellos no lo saben.
Ellos no consideran la salvación
cuando solamente renacen inútilmente.

Aves carcomen restos de disfraces vacíos
que no pertenecen a nadie,
sus cantos exploran la inmensurable vida,
dicen que respiramos sin saber que
sobrevivimos
a nuestras propias mentes, 
a la condena de ser alguien.

Arden todas las razones por las cuales
alguna vez fuimos primavera indefensa
que jamás se habría podido enfrentar al invierno,
el amanecer anuncia
la muerte de la noche
pero allá donde los horizontes no comprenden
y la libertad nunca llega
sigue estando oscuro.
Porque nos engañamos
clamando misericordia a claras ideas.
Nunca la luz puede iluminar
consumidos abismos
que se dirigen hacia ella sin detenerse.

El mar desintegra
las costas,
también los recuerdos.
Las olas son hijas del suicidio,
dejan tras ellas disparos
que solamente son halos a la ilusión,
muros para aquellas alas
que podrían haber volado
mas no llegaron demasiado lejos
y creyeron estar rotas.

Reflejos de cenizas
bajo todas esas cosas hermosas
pero muertas,
años luz llegando a vacíos
cuyas caídas se dirigen hacia el cielo
una vez más,
el fuego se extingue
antes de poder reconocer
que las almas están heladas
y los rostros siempre estuvieron borrosos
mas podían ser reconocidos
entre árboles silenciosos
susurrando sobre su vejez;
si pudieran hablar
sus voces incendiarían
aquellas sensaciones venenosas
que conducen a la desdicha.
Están borrados del pasado,
liberados del futuro
y serán para siempre prisioneros del presente.

Los relojes están enterrados
bajo las sienes,
pesan más que cualquier deseo
perdido entre cometas
y sus péndulos se incrustan bajo las costillas,
la existencia es intermitente
cuando solamente somos adornos
en inertes existencias.

La luna permanecerá pura
mientras cargue los secretos más oscuros
y libere ese terror
para separar las estrellas.
Se acercan monstruos indefensos
aprisionados por la monotonía,
para verse reflejados
en los ríos tranquilos que
duermen con la oscuridad creciendo sobre sus caudales;
cantando canciones de cuna.
Y en ellos solamente se ven
restos de humanidad
que devuelven con desgracia
la mirada.
Los astros que solamente se hallan
en la imaginación
han dejado de brillar
cuando aprisionaron a las palabras
hasta convertirlas en arpones
aunque el tiempo nada más veía plumas de aves que se marchitaban
durante el verano.

Quién se atreve a ver las penumbras
de la naturaleza muerta
si al hacerlo observamos
desintegrarse
el mundo a nuestro alrededor
pero cuando parpadeamos
se vuelve real,
cierra los ojos un momento
para ver todo lo que nadie ve,
oye los entumecidos gritos ahogados,
inaudibles
para quienes no saben
qué hay tras la máscara
de un paraíso sombrío
pintado con sonrisas tuertas
y extremidades torcidas como ramas.

Algunos entran a la realidad vociferando no poder escapar
y otros mienten entre dientes
diciendo poder volar
cuando se encuentran en el subsuelo
pero sus murmuros son vívidos,
transforman las cárceles
en aeroplanos
que viajan hasta Andrómeda
preguntando cuál es el rostro
de la lluvia
a pesar de que ella
solamente conoce sus propias lágrimas de nebulosas
cayendo mientras desgastan
las inertes formas de las ánimas.

Y las emociones se desteñirán
dejando cenizas,
cenizas de un mundo al que nadie pertenece
pero del que todos formamos parte.

YūgenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora