Ha pasado bastante tiempo desde que estaba ilusionada con lo que estaba haciendo. Incluso con lo hipocondriaca que puedo llegar a ser, sumando a la no muy satisfactoria visita que tuve con una psicóloga, llegué a creer que tal vez estaba desarrollando transtorno bipolar, depresión y una cuantas cosas más, algunas que sí resultaron siendo certeras y que trato de trabajar en estos días.
Desde que tengo memoria, cada cosa en la que emprendí camino, terminó en éxito hasta que cumplí 16 y no todo salió como esperaba. Tal vez esos ''éxitos'' que creía tener, no dejaron superar aquella derrota que me aletargó y que tal vez lo siga haciendo sin que me de cuenta por momentos hasta ahora.
A veces cuando busco en mi memoria, no tengo ni idea de como logré sobresalir académicamente a pesar de toda esa apatía que me rodeaba con respecto a mi carrera los tres primeros años de estudio, hubo momentos difíciles pero en el momento de rendir sin poder explicarlo, salía airosa. Mi madre dice que soy bastante hábil y que ahí radica la explicación que a pesar de mi embrollo mental no haya terminado abandonando; aunque ahora que pienso para mí, creo que era el miedo a la reprobación de los demás lo que hacía que siguiera y siguiera. No tenía rumbo pero seguía caminando.
La rigurosidad que implica una carrera de salud, debido a que nos involucra directamente con una vida, sumado a la presión que me auto imponía por terminar la carrera lo más joven posible, la ansiedad de tratar de conseguir todos los méritos y poder conseguir oportunidades ni bien saliera egresada impulsaban pensamientos grises con matices más oscuros conforme pasaban los días.
No tenía un sueño, una meta, nada. Preguntaba a compañeros y amigos qué harían cuando terminarán la facultad, pero con todo eso no hallaba mi propósito.
Propósito, esa palabra que se volvió una misión inconsciente, como caballos galopantes dentro de mi ser que habían perdido jinete.
No tenía idea de quién era —y no lo sé aún, pero al menos ya tengo esbozos en mi mente,— No tenía idea de qué sería de mí transcurrido los 6 años. Desde la primaria sabía que luego seguía la secundaria y luego la universidad, no miré más allá. Ahora siento que siempre tuve un camino predeterminado y cuando la lista dejo de tener ítems, no supe qué hacer porque ya no tenia nada ni nadie que me lo indicase.
Hasta que llegó cuarto año y llegó la huelga de estudiantes y por momentos estuve más despreocupada, con altibajos de esos días llenos de agua que se acercaba temerosa y días en que estaban repletos de ella. Y en uno de esos días, leí en alguna parte que cuando dejamos de tener un sueño, una meta; estamos desolados y tristes. Cuando lo leí, pensé que eso era muy obvio pero luego me di cuenta que toda esa apatía podía haber estado cubriendo mis ojos de ver aquello que llamaba obvio.
Una vez descubierto eso, me empeñé en buscar un sueño otra vez. ¿Sería una odontóloga de renombre? ¿Quería volverme una profesional enfocada en labores sociales? ¿Quería ser una investigadora? Y luego se acercaron las preguntas más pequeñas ¿Después entraría al Serums? ¿Luego haría una maestría? ¿Una especialidad? ¿Cuál sería? ¿Abriría un consultorio en casa?
Mi mente seguía en blanco, pero al menos había empezado a buscar.
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Desventuras de una Odontóloga en proceso
DiversosTrozos de vida de una estudiante universitaria común y silvestre para degustar. Sírvase usted. ADVERTENCIA: No espere relatos de noches fiesteras y días alocados, esta dice ser una estudiante dedicada al noventa y ocho por ciento que la única cosa p...