Capítulo 1

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Monstruo; una palabra, dos sílabas, ocho letras, y una condena.

El frío viento del invierno azotaba con furor en las ventanas, los restos de la tormenta de la noche anterior seguían presentes, el rubio observaba con detenimiento como las hojas del árbol se movía danzando sin sesar en el aire.
-Joven Rymer -reclamó el profesor, con arisca voz. Era la tercera vez durante la clase, que el rubio se mostraba desinteresado, y esta no sería la excepción, pues su llamado fue totalmente ignorado. -William Rymer Wells, una más y repruebas mi clase.
-¿Qué desea? -musitó mientras observaba un pequeño nido se balanceaba en lo alto del árbol.
-Se que le gusta mirar los paisajes, pero le agradecería mucho si dirige su mirada al maldito pizarrón, ¿De qué le servirá mirar un simple y común árbol, en la vida?
-No estoy solo estoy mirando un paisaje o un árbol -replicó. El nido amenazaba con resbalar de las ramas en las que se encontraba. -Observo la terrible belleza de la destrucción que sin piedad arrasa con todo a su paso, ¿no es simplemente hermoso algo que no se puede tocar, ni detener?
-Claro, claro -suspiró -pero me encantaría que ahora mismo se dedicara a apreciar la belleza del pizarrón. Quiero que ponga su mirada en el pizarrón y su atención en mi clase, de lo contrario me veré en la obligación de llamar a su tutor.

-Que lamentable -musitó. Observó por la ventana unos segundos más, hasta que el nido cayó finalmente.
-Resuelva el problema que analizamos, veamos si su filosofía aprueba la materia -dejó el marcador sobre la mesa del joven, y se retiró a su escritorio.
El chico se levantó de su asiento y tomó el marcador, para así dirigirse al frente, pero solo podía pensar en la lenta y placentera agonía de las pequeñas aves del nido.
-¿Y bien? -Sus pensamientos se vieron interrumpidos ante la molesta voz del profesor. Decidió prestar algo de atención al problema, pero las simples faltas de ortografía solo le hacían pensar cómo había llegado a tener un título.
-Listo. -Tras unos minutos, y sin mucha dificultad, logró hallar el resultado.
-Veamos -tomó sus anteojos colocándoselos, mientras analizaban la resolución buscaba un mínimo error para reprochar, pero ese no fue el caso y William una vez más se burló de sus mayores.

El incómodo y hostil silencio reinó en el aula durante uno minutos, las miradas de los adolescentes no se despegaban del monstruo, como si fuese un animal en exhibición.
-Ve a tu asiento -ordenó con frustración, rompiendo el silencio. Aquél chico iba a sacarle de sus casillas.
-Bien. -Con tranquilidad se dirigió a su asiento para nuevamente observar por la ventana. Había mucho más que un simple nido aplastado o un árbol siendo destrozada sin piedad por su propia naturaleza
-Ese monstruo debería hacernos un favor y desaparecer, su rareza parece contagiosa -habló algún chico por ahí.

-Silencio, continuemos con la clase.

William; condenado desde los ocho años a ser llamado cruelmente "monstruo" por todo aquel que le rodeaba. Solitario y sin vida, las palabras que mejor lo describían. William, un adolescente de diescinueve años con problemas de auto control e ira, y con secretos tan terrible que incluso el miedo le temía.

Pasaron sofocantes e interminables horas dentro de aquella jaula, hasta que las trompetas de la libertad anunciaron que era hora de consumir alimentos. Will se limitaba a observar como el rebaño corría por los pasillos del instituto, todo por conseguir un lugar en las mejores mesas del comedor donde los estudiantes se reunían a almorzar y tener todo tipo de conversaciones triviales, como el color del sostén de las profesoras o el increíble auto del intendente. Eso hacían los adolescentes normales, convivir con los de su especie y apuñalarlos por la espalda para su propia supervivencia.

-¿Hoy qué almorzarás querido monstruo? ¿ratas al vapor o estofado de lagartijas? -canturreó la chica plástica con la más asquerosa voz fingida, interrumpiendo su análisis mental.
-Lengua y vísceras bañadas en salsa de sangre coagulada con un toque de pimienta cosechada sobre un cadáver en mi jardín -murmuró, limitándose a seguir con su camino. Aunque hubiera sido un deleite ver el rostro asqueado de aquella chica, William se abstenia de comer carne.
-Creí que no podía ser más repugnante.

Obsessed With BloodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora