Capítulo 2

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La agonía de una rosa.

El tiempo aproximado que tarda en florecer una rosa es de treinta a cuarenta días, sin embargo, al ser cortadas duran menos de la mitad de ese tiempo para marchitarse. Es lamentable ver como coloridos pétalos secos caen de la rosa, uno por uno...sufriendo aquella lenta agonía inevitable.
Es así que William, cada cincuenta y cinco días tomaba del rosal una vida.

-¿Piensas quedarte ahí todo el día? -preguntó con gélida voz, observandolo desde el marco de la puerta de cristal.
-Tal vez -murmuró mientras extraía la tierra del piso, solo faltaba un poco más para llegar al tesoro.
-¿Quién es el asqueroso monstruo ahora? -con una sonrisa de satisfacción observó el jardín.
-¿Qué quieres? -le dedico una fría mirada, era como si canicas reemplazarán sus orbes verdes.
-Termina con esto y limpia el desastre de la cocina. Corta algo de carne para la cena de hoy y el resto guárdalo en la nevera. Tendremos invitados, asegúrate de limpiar bien.
-¿Cuántos?
-Solo dos, me tomé la molestia de invitar a los oficiales Seattle, sé que los adoras.
-Solo has esperado 40 días, ¿qué planeas?
-Nada en especial, solo una cena. Estoy seguro de que mueren por entrar a esta casa.
-Ojalá fuera así -murmuró y continuó con la actividad que realizaba antes de ser interrumpido.
-Como sea, sé un buen chico y obedece a tu progenitor. Ah, y ponte otra cosa, algo más decente.

Sin decir una sola palabra más, el señor Esteban salió de casa teniendo entre sus manos una bandeja con algunos productos, entre ellos; Carne fresca y cortada con delicadeza, vegetales, frutos, pastas, y demás. Con gran tranquilidad se dirigió a la calle vecina, pues estaba dispuesto a visitar a la familia que se mudaba a la casa #4325, justo la que se encontraba detrás, después de todo...debía descubrir que tipo de personas eran.
-¡Ey, hola!, buenas tardes -mostró una amplia sonrisa a la mujer que se encontraba cargando una caja con pertenencias.
-Oh, buenas tardes -la señora Miller sonrió con dulzura, dándole la caja a su hija.
-Mi nombre es Esteban Rymer, mi hijo y yo vivimos en casa de atrás -le entregó la bandeja -queriamos obsequiarles esto como bienvenida, hace mucho que nadie vive aquí, así que es una maravilla que se hayan mudado.
-Muchas gracias por el detalle. La verdad es una casa maravillosa, me sorprende que nadie se haya interesado antes -dirigió su vista a la casa de dos pisos, color beige, poseedora de un amplio patio con arbustos descuidados y pequeños árboles que adornaban la entrada, y cuyo marco de ladrillo se ajustaba al estilo.
-Es una casa muy especial -murmuró.
-Por cierto, mi nombre es Clarise -pareció volver a la realidad. -y aquella hermosa chica es mi hija
-Eva Miller, mucho gusto -se acercó estrechando la mano del señor Esteban.
-El placer es mío -sonrió, observando los delicados rasgos de la menor, podía ver el mar a través de sus ojos, y su pálida piel resaltaba su cobriza melena. -¿Vienen solas?
-Sí, tuvimos una vida muy caótica en la ciudad, estábamos agotadas así que decidimos alejarnos un poco y comenzar desde cero.
-Entiendo, a veces es necesario un respiro. Pero bueno, ¿necesitan ayuda?, veo que tienen pesadas cajas.
-Si no es mucha molestia, se lo agradeceríamos mucho, llevamos toda la mañana.

Entre las pertenencias de ambas mujeres logró observar algunas fotos, parecían ser una familia feliz, sin embargo ahora solo había dos mujeres viviendo por su cuenta. Esteban solo podía pensar en tantas posibles teorías. -la curiosidad mató al gato- pero, ¿Qué pasa si él es la curiosidad?

El clima de los últimos días no había mejorado mucho, parecía que el cielo estaba apunto de quebrarse. Para todos parecía la peor época del año, incluyendo a Esteban pues arruinaba sus planes, pero al hijo de los Rymer; le encantaba.
Las hojas más débiles de los árboles eran empujadas por los gritos del viento, y las nubes proclamaba el inicio de su reinado, enviando a sus mejores soldados a la batalla.

Obsessed With BloodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora