Capítulo VI

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A la mañana siguiente, Vanessa apenas podía mover su cabeza de la almohada, ni si quiera tenía idea de cómo había vuelto a casa, pero apostaba a que su hermana había ido en su rescate.

— Levántate —dijo Victoria golpeándola con una almohada.

— Apaga la luz —contestó agarrando el cojín que le habían lanzado y llevándolo a su cabeza.

— Te informo que eso se llama sol.

— Apágalo cerebrito.

Victoria ya cabreada, agarró las sabanas y la destapó, su gemela se sentó en posición india y dejó al descubierto todo el maquillaje corrido, transformándola en un verdadero mapache.

— Así que así me veo después de trasnochar —bromeó Vic conteniendo la risa.

— ¿Por qué eres tan violenta?

— Porque otra vez voy a llegar tarde y por tu culpa.

Se volvió a dejar caer en la cama y se quedó mirando un punto fijo en el techo, en otras circunstancias le hubiese peleado más a su hermana menor, irónico, ¿no?, dos minutos con treinta y tres segundos las separaban y Victoria era la más madura, aburrida.

— Creo que anoche la cagué con la Ale —dijo pensativa, recuperándose del dolor de cabeza.

— Vaya novedad, ustedes dos son amor y odio —le respondió su hermana ya rendida ante la certeza de llegar tarde—. Un día son las mejores amigas y al otro se andan poniendo el pie como si fueran archienemigas.

— Es nuestra forma de demostrarnos cariño.

— Claro —ironizó sentándose en la silla del escritorio y encendiendo el televisor. En las noticias aparecía la reapertura del antiguo hospital infantil y que tenía como principal agente al papá de Alejandra. Baltazar Campbell salía abrazado de su mujer y su hija.

— Mierda —soltó entre dientes Vanessa— ¿Su papá volvió?

— Parece...

Vanessa ató cabos y cayó en cuenta que definitivamente la había cagado, para eso Alejandra la llamó en la noche, necesitaba desahogarse, quizás que le hizo, pensaba que hasta lo disfrutaba, todos los días su amiga tenía una nueva marca y cada vez que iba a su casa, se le veía lo más contento al tipo, cuando eso pasaba, utilizaba toda su fuerza de voluntad por no gritarle un par de cosas al renombrado padre de su amiga, y si no lo hacía era exclusivamente porque sabía que eso sería algo que la Ale no le perdonaría porque transformaría su vida en un infierno.

— No entiendo como son amigas, no digamos que Alejandra es la mejor persona del mundo.- comentó Victoria mascando una manzana mientras miraba distraída la televisión.

— ¿Tú qué sabes?

— Sé que en tercer grado encerró a Fabiana, sólo porque no le gustaba como hablaba con los frenillos.

— Si me acuerdo, yo también participé —rió ante el recuerdo— Fue gracioso.

Victoria rodó los ojos y le lanzó el control, ¿Por qué siempre le tenía que llevar la contra?, a veces deseaba ser hija única, o tener una gemela que no fuera todo lo contrario a ella.

— El punto es...que Alejandra no me parece una buena persona, eso.

— ¿Y tú si lo eres?

— Al menos no ando molestando a los demás.

— Yo también lo hago, ¿te parezco mala?

Victoria estuvo tentada a decirle que sí, sólo para molestarla pero prefirió ser honesta. Vanessa podía ser muchas cosas, pero no era mala, siempre estaba para Soda, Alejandra y sobre todo para ella. Eso no se lo discutía, aunque seguía sin entender porque parecía defender lo indefendible.

— Escucha Vic, sé que no soy la madura entre las dos, pero te puedo decir que todo lo que ves, simplemente no es todo lo que es —soltó su suspiro y se acercó a su hermana—. No juzgues tanto.

— Yo no juzgo, soy realista.

Por estas cosas que las gemelas peleaban, una dejaba que el mundo fuera como quisiera, porque en el fondo no era mejor que el resto y no se iba a andar haciendo una persona intachable. Pero por otro lado, Victoria se creía mejor por tener buenas notas y un comportamiento impecable, según todos los adultos.

— Vic, ¿no te has puesto a pensar por qué no tienes amigos?

— Camila es mi amiga —rebatió.

— ¿Esa perra santurrona?, ¿me vas a decir que ella es tu amiga? —enarcó ambas cejas.

— Estás siendo dura.-contestó ocultando la tristeza que las palabras de su hermana le causaron—. Además, tengo otros amigos.

— El bibliotecario no cuenta, es un viejo a punto de jubilarse y antipático.

— No conoces a don Juan, es amable conmigo y compartimos los mismos gustos.

— ¿De verdad te agrada tener los mismos gustos que un vejestorio?

Victoria agachó la mirada y se limpió una lágrima que amenazaba con caer, era verdad que no tenía tantos amigos como su gemela, pero no era algo que le importara, o eso se decía todos los días, tan sólo era distinta y no le agradaba lo idiota que podían llegar a ser las personas de su edad.

Antes de que ella misma levantara su rostro, sintió los fríos dedos de su hermana posarse en sus mejillas e incorporarla para encontrar sus ojos. Cuando eran pequeñas siempre se consolaban y se cuidaban una a la otra, porque el vínculo era más grande y sólo se tenían a ellas, sus padres parecían no superar su juventud y todavía actuaban como hippies liberales y a la vez irresponsables. Pero con el paso del tiempo, Vanessa también se dejó llevar por la onda de los demás y ella quería ser diferente, no quería ser aún más parecida a su hermana de lo que ya era.

— Hey, solo digo, que tal vez deberías dejar de preocuparte tanto por un par de notas y de cómo son los demás y preocuparte por ti —Vane tomó su delineador favorito y sin preguntar comenzó a trazar una fina línea en sus parpados— . Sacarte más provecho, que eres hermosa, ¿y cómo no?, si tienes mi misma cara.

Ambas sonrieron y una vez que Vanessa terminó con los ojos, la giró hacía el espejo y apoyó sus manos en los hombros de Vic. No quería hacer algún comentario pero no pudo dejar pasar la casi imperceptible sonrisa que dibujó en los ojos de su gemela.

— Esta...esta no soy yo —contestó bajando la mirada para no ver su reflejo.

— Vic, si me dices que no te gustó lo que viste, bien, es cosa tuya. Pero eso no fue lo que vi.

Vanessa se miró al espejo y no pudo evitar matarse de la risa al verse el rostro con el maquillaje corrido, había estado concentrada en su hermana, la cual seguía sumergida en sus pensamientos y prefirió dejarla tranquila.

— Voy a darme una ducha para que nos vayamos —se acercó y depositó un colorete en las manos de Vic—. Piénsalo.

Esta se quedó mirando el maquillaje que su hermana le había dejado como si fuera un arma mortal. ¿Por qué era tan importante echarse un montón de productos tóxicos para la piel y creer que instantáneamente te volvía bonita?

Pero no lo iba a negar, le había gustado mirarse y ver como una línea en sus ojos la habían hecho sentir linda. Rechazó esa idea, dejó el colorete en la mesita para agarrar sus cosas y esperó en la planta baja.

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⏰ Última actualización: Feb 25, 2018 ⏰

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