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Lección 3: Equivocaciones
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Creo que cometí un error al desaparecer de lo de Samy por tanto tiempo. Más que nada, por la forma en que mi ama se lanzó encima de mí apenas llegué a la casa. Se quedó abrazándome por un largo rato mientras lloraba. Me quiere demasiado, debo admitir que me ha conmovido hasta el ronroneo.
Pero, de inmediato, me dejó en su habitación y salió disparada hasta lo de Dylan. Me había visto volver desde allá.
Pude ver desde la ventana cómo ella fue a armar un escándalo a su puerta. Me acerqué al cristal lo más que pude, pero los sonidos de la calle eran demasiados como para que llegara hasta mis sensibles oídos la conversación que tuvieron. Sé que movieron las manos, gritaron con fuerza y, al final, ella volvió a llorar.
En ese momento ocurrió algo muy extraño. Pude ver cómo el enojo de Dylan se desinflaba como un globo.
Parecía avergonzado, hasta un poco triste. ¿Acaso él habrá sabido que Samy me extrañaría mientras estaba con él? ¿Por qué no me habrá dicho nada sobre eso? Está bien, los humanos no saben que nosotros adquirimos la habilidad de entenderlos, de tanto convivir con ellos; pero si me habló de otras cosas, también podría haberme dicho algo de mi ama.
En fin, el hecho es que de pronto Dylan se volvió un manso cachorrito. Hasta la postura de su cuerpo en la puerta cambió. Había pasado de ser un muro defensivo, a inclinarse hacia ella y mover con inquietud los brazos, como si dudara en rodearla con éstos o no.
A partir de entonces, afilé mis sentidos y perseguí a Samy por todas partes, con el fin de averiguar qué le ocurría a ella con el pobre Dylan. Quería saber cuál era su problema, el chico era el más dulce que había conocido, y ella lo trataba como si fuera uno de los juguetes que yo tenía tirados en el fondo del patio.
De tanto husmear en sus conversaciones, obtuve la respuesta. No fue con sus amigas, sino con la abuela, durante una cena en la semana siguiente.
Al parecer, los humanos tienen la costumbre de armar parejas y permanecer con ellas el mayor tiempo posible. Yo no sé nada de eso, en mi único año de vida no he sentido interés en ningún gato del vecindario. Hace un tiempo entré en celo, pero fue algo más parecido a una fiebre que a lo que Samy describe haber vivido con nuestro vecino.
Estuvieron juntos por varios meses, luego de haber sido amigos desde la niñez. Habían sido muy felices, hasta que la madre de él había caído enferma, y el padre había comenzado a perderse en el alcohol (cito las palabras de ellas dos, la verdad es que no imagino a ese señor desagradable ahogándose dentro de una botella, creo que es muy grandote para caber en alguna). Ella había querido estar a su lado, pero él no la había dejado. Y eso era todo.
Me pareció muy poca razón para abandonar a alguien; sin embargo, me parece que no debió ser tan simple.
Eso explica que los dos sigan mirándose de esa manera tan rara. ¿Será que Dylan esperaba a que Samy me buscara en su casa? A veces yo escondo cosas de mi ama para llamar su atención, se me hace divertido llevarme los accesorios más brillantes y pequeños.
Empiezo a pensar que Dylan me dejó quedarme en su casa con esas intenciones. Pero lo perdono, si yo fui a verlo por pura curiosidad. Ahora me he encariñado con él también. ¡Sería tan lindo que Samy y él regresaran a como eran antes de que yo llegara! Así tendría más cercana mi fuente de diversión, y no tendría que estar espiando desde el vidrio del segundo piso.
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Desde la ventana (Crónicas Gatunas #1)
Roman d'amourDesde una ventana, una pequeña gatita negra aprende sobre el mundo exterior. En especial, a partir del humano que realiza un extraño ritual para alejar la tristeza en la casa del lado. Historia publicada para el concurso Ladrones de personajes de @j...