Capítulo 6

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No puedo creer lo que estoy viendo: dos cajas metálicas y enormes. Parece que se han abierto y lo han tapado mal. El capitán da un paso al frente y se aclara la garganta.

—Parece que el avión nos ha dejado regalos. Estas cajas contienen objetos necesarios y personalizados para cada uno de nosotros. Así que vamos a proceder a repartirlos uno a uno. Recuerdo que cada objeto tiene el nombre del destinatario, como si fuesen los reyes magos —se ríe y coge un libro gordo—. Palomares, esto es para usted.

Palomares se acerca al capitán, se trata de una Biblia. Regresa sonriendo a la vez que abraza el gordo libro. El siguiente es Julia que regresa con material necesario para la enfermería. A Valeria le ha tocado unos pocos peluches y a Burbuja unas gafas de bucear con el tubo incluido. A Ainhoa un vestido precioso blanco y largo, seguro que le sienta fenomenal. A Piti le ha tocado un kit de juegos de mesa, de cartas, ajedrez, etcétera.

—Vilma —me llama Ricardo.

Me acerco y el capitán me entrega con una gran sonrisa en su rostro una bolsa de deporte bastante pesada y llena hasta rebosar. Vuelvo a mi sitio ansiosa por abrirla y ver lo que contiene. Me arrodillo en el suelo y empiezo a abrir la bolsa. Para mi sorpresa, estaba llena de cosas necesarias para el bebé, la verdad es que quien haya enviado esto nos conoce muy bien. Debería extrañarme que nos envíen cosas tan necesarias y especiales, pero estoy demasiado feliz para pararme a pensar en eso. Dentro de la bolsa hay ropa, pañales, chupetes, un biberón, hasta una manta. Desdoblo una camiseta blanca con un ancla dibujada de color azul y me abrazo a él. Qué irónico. Me emociono al verlo todo ya que no tenía absolutamente nada para el bebé preparado hasta ahora.

Para nuestra sorpresa, no sólo hay cosas para cada uno, sino que también hay víveres para parar un tren. Cuando todos han recogido sus regalos, por decirlo de laguna manera, volvemos a nuestra tienda. Entro la primera y me siento como un indio. Cuando estamos reunidos los cuatro de la tienda empezamos a cuestionarnos sobre lo que acaba de suceder.

—Alguien nos está controlando... —Dice Ainhoa muy seriamente.

—Bueno, dejad de pensar en negativo, tenemos muchas cosas Agua, comida, ropa —digo emocionada.

—Vilma, me estás sorprendiendo, ¿tú pensando en positivo? No me lo creo —comenta Piti riéndose.

—¡Qué gracioso!

Le lanzo la almohada que tenía cogida riéndome y él me la devuelve de la misma forma.

—A ver si vamos a recibir nosotros —se queja Ainhoa.

—Ese avión debe de ser grande y para que uno como esos quepa debe de haber un aeropuerto... eso significa más gente, más recursos.

—Palomares tiene razón —afirma Piti–. Tal vez esto no esté tan solitario y haya más casas, edificios... no sé.

—Ojalá... poder vivir en una casa normal... de pasar a estar en un camarote enano, pasamos a una tienda de campaña —me río.

—Por cierto Vilma, ¿No estarías más cómoda si vivieras en la casa del palmeral? —me pregunta Ainhoa.

—No —digo a la vez que muevo la cabeza de lado a lado—. Ya sabéis que no quiero favoritismos, además, es una locura irse allí sin saber lo que pueda pasar.

—¿Y por qué no vuelves al barco?

—Si claro, hemos estado meses buscando tierra y ahora que por fin la hemos encontrado me vuelvo al barco, ni de coña.

—Vilma, piénsalo. Hasta nosotros dormimos mal en la tienda

—Que no, Piti, que no. No insistáis. Yo me quedo aquí con vosotros.

—Está bien...

—No tienes remedio...

Palomares se pone en pie y rebusca entre sus cosas. Saca una toalla.

—Venga chicos, ¿quién se viene al agua?

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Besos y recuerdosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora