Capítulo 15

165 12 7
                                    

—Hola chicos, ¿qué tal? —saluda con una gran sonrisa.
—Bien, aquí estamos —responde Ainhoa Mientras Julia se acerca a mí.
—¿Y tú Vilma? —empieza a sacar el material que necesita.
—Si te digo la verdad, muerta de miedo.
—Bueno tú tranquila, que esto no será nada, ya verás. Piensa que ya mismo vas a tener a tu hijo en brazos, después de todo este tiempo esperando.
—Sí… —sonrío levemente.
—¿Desde cuando tienes contracciones? —empieza la ronda de preguntas médicas.
—Pues… desde la una y media de la mañana, tal vez un poco más tarde.
—Vale… —empieza a auscultar mi tripa— ¿Y cada cuanto las tienes ahora?
—Cada cinco minutos más o menos y me duran un minuto.
—¿Y has roto aguas?
Respondo negando con la cabeza. Julia hace que me quite la ropa y empieza a examinarme.
—Has dilatado cuatro centímetros. Puedes tardar horas en llegar a hacerlo del todo y más siendo primeriza. Así que no te desesperes ya tener paciencia —me explica sonriendo.
—Vale... —suspiro—. Una pregunta.
—Dime.
—Todavía me falta un mes para llegar a los nueve… ¿pasará algo? —pregunto preocupada.
—No tienes por qué preocuparte, muchos niños nacen prematuros y no pasa nada —me acaricia delicadamente la mejilla —. Intenta descansar lo que pueda y vuelvo dentro de un par de horas más o menos. Llamadme por cualquier cosa.
***
Son las diez de la noche y todavía sigo aquí. Los dolores son cada vez más inaguantables y no hay manera que dilate. Julia ha venido a verme un par de veces pero a la tercera ya se ha quedado. La doctora termina de examinarme otra vez y me dice que estoy de ocho centímetros, tan sólo me faltan dos para dar a luz. Las contracciones me vienen una detrás de otra, prácticamente tan solo con un minuto o dos entre contracción y contracción.
—Me cago en el día que decidí tenerlo —maldigo en voz alta retorciéndome de dolor—. Me quiero morir, ¡joder!
—Vilma, no digas tonterías. No sentirás lo mismo cuando lo tengas encima, ya verás —me da ánimos.
—Os juro que no vuelvo a tener otro, os lo juro. —digo prácticamente lloriqueando pues no puedo soportar más este dolor.
—Ya veremos —dice Julia riéndose—. Voy fuera un momento a tomar el aire.
Después de un rato, decido ponerme en pie para estirar las piernas y a ver si así siento algún alivio. En el momento de incorporarme noto como un líquido baja por mis piernas y empapa el suelo.
—¡Julia! —llamo a la doctora con un grito para que me oiga.
Noto como mi mano empieza a temblar sin poder controlarla y miro a Ainhoa y a Piti con cara de susto.
—¿Qué pasa? —Regresa a la tienda apresuradamente pero lo descubre tan solo con mirar el suelo—. Tranquila, es normal, ¿vale?
Su sonrisa siempre está presente y se acerca a mí para ayudarme a que me tumbe. Una vez tumbada, Julia vuelve a medir la dilatación y me informa de que me falta tan sólo un centímetro.
—Bueno yo me voy a ir —dice Ainhoa—. Cuando nazca ya sabéis, corriendo a llamarme —se ríe y enseguida se va.
—Voy a buscar unas toallas, ¿vale? —dice Julia.
Asiento conforme. Piti y yo nos quedamos solos en silencio hasta que él decide pronunciarse.
—Yo también me voy a ir… No creo que deba estar aquí…
—Piti, por favor, quédate conmigo…
—No sé… ¿Por qué quieres’ es algo íntimo…
—¡Porqué te quiero, joder!—digo gritando cuando otra contracción ha invadido mi cuerpo una vez más y me retuerzo. No entiendo por qué le he dicho eso, seré imbécil—. Piti, que sale —digo atacada cambiando de tema.
—¿Qué?
—Necesito empujar ya —miro a Piti—. Que venga Julia ya, por favor.
—Aguanta que no tardará.
Piti se acerca a mí y me coge la mano. Con la otra, me acaricia el pelo con delicadeza. Le miro y me sonríe. Le respondo de la misma manera. Julia aparece con las toallas y un barreño de agua caliente.
—¿Qué tal?
—Julia creo que necesito empujar ya —le miro.
—Vamos a ver… —me examina una vez más—. Pues sí, ya estás lista. Ahora cuando te venga la próxima contracción coge aire y empuja con todas tus fuerzas.
Asiento y espero a que me venga otra contracción. Cuando noto que va a venir, cojo la mayor cantidad de aire que puedo y aprieto con todas mis fuerzas mientras julia me va repitiendo que siga empujando. Cuando me quedo sin aire echo hacia atrás la espalda.
—¡Muy bien! Ya asoma la cabeza.
—Vamos, Vilma.
Aprieto la mano de Piti fuertemente cuando estoy lista de volver a empujar. Aguanto durante quince segundos y vuelvo a reposar la espalda.
—No puedo más, Julia —me entran muchas ganas de llorar —. De verdad que no puedo.
—Claro que puedes y vas a tener un hijo precioso. Si has llegado hasta aquí, puedes.
Cojo otra bocanada de aire otra vez y empujo una vez más. Escucho un pequeño grito de euforia por parte de Julia.
—¡Ya ha salido la cabeza!
Vuelvo a repetir lo mismo un par de veces más hasta que noto como sale todo su cuerpo. Un llanto a todo pulmón inunda la tienda y yo empiezo a llorar con el bebé. Julia me lo deja enseguida encima de mí y seguidamente le corta el cordón umbilical.
—Felicidades, Vilma, es una niña preciosa.
—Mi niña… —digo susurrando sin poder dejar de llorar y abrazarla.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Apr 02, 2018 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Besos y recuerdosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora