Todos se miraban entre ellos. Ivan sintió emociones contrarias al verlos después de tanto tiempo.
Después de la llamada a Sytven éste tardó un día entero llegando apenas una hora antes, su reencuentro resultó gratificante después de tanto tiempo sin verse.
La llamada a Deynia fue bastante diferente. A medida que hablaban y a pesar de que ella se esforzó en mostrarse fría y cortante, creyó detectar la sorpresa y emoción en su voz al decirle que era él, siguiendo el mismo juego tonto de frialdad que aplicó ella el tiempo que duró el intercambio de palabras. Cuando por fin toco la pantalla de su celular para colgar, un cúmulo de emociones cayó sobre él.
Claro que sus amigos, ahora subordinados, estaban allí para algo más importante que lo que sintiese él. Sytven y Deynia ya conocían el tema por el que eran convocados, así que no hicieron falta mayores explicaciones más que decirles que el Comandante Atleramni le encargo la misión con un ascenso de rango como incentivo. Ella, que hasta ese momento no estaba enterada de ese detalle, soltó una exclamación al escucharlo, si bien no le quedó claro si era de mero asombro o de algo más. <<Hace algún tiempo lo habría podido determinar>>, pensó, apenado porque su ex novia cambió para bien lo suficiente para arrepentirse de no haberle tratado como se merecía hace algunos años, cuando jóvenes.
Deynia estaba en sus recuerdos como una chica alta, delgada, de cabello castaño y grueso, ojos negros e inocentes y rasgos poco femeninos, escondiendo detrás de esa sutil belleza a alguien fuerte e independiente, cosa muy bien sabida por todos los que la conocían.
Al llegar apenas minutos antes, la que se presentó ante él fue una mujer con expresión desconfiada, acentuada por la dureza de sus expresiones. La última vez su rostro aún conservaba los vestigios del acné adolescente y cierta suavidad en sus rasgos. Ahora, quién estaba frente suyo si bien tenía rasgos parecidos, sus facciones eran más duras y su cuerpo firme y curvilíneo debajo del uniforme. Los años en la milicia acrecentaron la belleza, feminidad y fuerza de Deynia, luciendo una mueca de seriedad de su rostro, cabello muy corto y una fría expresión en sus ojos negros como abismos, en un conjunto tan bello que por un segundo quiso arrojarse y perderse en sus brazos apenas verla.
Era hermosa, femenina, peligrosa.
En cambio Sytven era el mismo tipo despreocupado y sonriente que recordaba, pequeño y de cabello negro, ojos marrón claro y un rostro redondo con un sutil rastro de barba oscureciéndole las mejillas. Lo conocía desde los tiempos en los que los dos eran apenas unos jóvenes pubertos que descubrían las maravillas de la vida, forjando una amistad que creció con el tiempo, algo dañada por los acontecimientos de hace algunos años.
Esperaba que con el reencuentro volviese a surgir.
Una vez Sytven y Deynia estuvieron allí, los dos enviados de Atleramni no tardaron en llegar. Al verlos sintió gran alivio: conocía a ambos y se sentía casi del todo seguro de que su función principal era supervisar sus actividades, a la vez que fingían ayudar con la misión.
Ya hechas las formalidades y con el tiempo apremiando, no perdió segundo y los reunió en un patio de la base destruida por él mismo, que ahora le servía como cuartel temporal. Cuando los vio juntos, habló.
—Firmes. —Ordenó—. Soldados, ya todos tienen una idea de porque están aquí y de que vamos a hacer. Vale aun así que les haga un resumen, así que les invito a venir conmigo. —Al terminar se encaminó con paso firme hacia uno de los edificios de solo un piso que aún quedaba en pie después del ataque de los Cinco, perfecto para una pequeña reunión. Al llegar los cuatro tomaron asiento en las sillas colocadas alrededor de una mesa que ocupaba el centro, con él al frente, presidiendo.
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Daosled: El Último Heredero
Science FictionAlexander es un niño humano que un extraño día resulta transportado a una dimensión paralela, donde se encuentra con Jeorg y Yaroit, quiénes son los últimos sobrevivientes del planeta Daosled, destruido hace treinta años. Los tres tendrán que enfren...