XXVII

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Esmer abrió los ojos, estupefacta, y angustiada, se arrodilló ante sus señora y poco a poco cogiendo valentía le hablo:

— O mi señora de Plata, protectora sobre las tinieblas y dueña de la noche ¡Usted!, quien alumbra mi camino con sus millones de hermanas, hágale un favor a esta simple terrenal en busca de... de...

Esmer no supo como continuar, pues se hecho a llorar.

Ojos De AceitunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora