¿Qué es el suicidio? O más específicamente, ¿qué significa suicidarse? La mayoría lo miraría desde una perspectiva de ámbito externo, a través de las personas que quedan dolidas por la partida de sus seres queridos. La mayoría tiene grabado en la ca...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Mi nombre fue Nico di Angelo, adolescente de diecisiete años, vástago de un hombre solitario al que solo le interesaba tener un hijo para explotarlo. Nunca fui bueno para expresar mis sentimientos y no había pasado por mi cabeza antes el escribirlos, pero considero que vale la pena hacer un esfuerzo final. Después de todo un muerto no tiene nada que perder, ¿verdad?
Creo que he estado pensando en esto desde que perdí a Bianca, o mejor dicho desde que aceptó irse a otro país con mi madre después del divorcio, mientras que yo tuve que quedarme con mi padre. Bianca me dijo que debía hacerlo, pues la sentencia había decretado un hijo para cada padre. Le pregunté por qué no podía ir yo con mamá. Me dijo que mamá prefería irse con ella y que lo sentía. En ese momento le creí y odié a mi madre, pero conforme más lo pensaba a lo largo de los años me ponía más escéptico ante las palabras de Bianca. Éramos niños, Bianca pudo haberme mentido para irse ella con nuestra madre sin que yo le armara líos. La odié también.
No había hecho nada malo así que no entendía por qué había sucedido. Era pequeño e influenciable y había perdido la mitad de mi familia de manera muy brusca. Me parecía que un día estaban allí y al siguiente solo sus pertenencias atestiguaban que la calidez de una familia no habían sido mis imaginaciones.
Pasé mucho tiempo con la duda plantada en la cabeza, cociéndola a fuego lento, transformándola en versiones más actualizadas y sólidas de sí misma. Era una duda que nació del rencor y sembró animadversión. Una duda que me seguía como una sombra, paralizándome en las situaciones que me la recordaban. Vivía con el peso de esa duda encima, que a veces me asfixiaba por las noches, produciéndome insomnio y sueños intermitentes. Poco a poco, esa duda aparentemente infantil fue invocando a más y más aliados. Pensamientos y emociones que se iban contra mí y luego contra todos los que me rodeaban.
Nunca supe a ciencia cierta por qué algo tan pequeño, en comparación con otras cosas que le sucede a la humanidad, me afectó tanto.
Quizá tenga que ver con mi padre ignorándome todo el tiempo, solo solicitándome cuando quería que hiciera algo explícito por él. Yo esperaba que algún día me mirara, me alborotara el pelo y me dijera: «Campeón, ¿qué tal tu día?» como hacían otros padres, o que me diera el beso de las buenas noches, o que al menos fuera a las reuniones del colegio. Pero no. Él solo se acordaba de mí cuando precisaba de mi ayuda y yo solía estar tan desesperado por su atención que cumplía sus caprichos al pie de la letra.
O quizá tenga que ver con mi madre y mi hermana fingiendo que yo no existía desde que nos separamos. Solía esperar que me llamaran, quedándome hasta tarde cerca del teléfono, revisando la correspondencia cada mañana. Pero nada pasaba. Fue como si se hubieran esfumado de la faz de la Tierra. Todavía me pregunto qué será de sus vidas, pero ya no me importa mucho. Me obligué a mí mismo a que no me importara y tardé años en conseguir que ese dolor no lata con tanta agresión.
O, en su defecto, a lo mucho que incomodaba mi presencia al resto de los niños en mi escuela. Se notaba a kilómetros que no era un blanco-estadounidense. No era el único en esa situación, pero sí era el único en esa situación que no estaba dentro del grupo conformado por los otros en esa situación. Era como si mi persona fuera naturalmente repelente a otros seres humanos y poco a poco fui perdiendo la voz.
Creía que todo lo que me pasaba y lo que sentía se debía a que yo había hecho algo mal, que no merecía nada bueno en la vida porque no era un chico lo suficientemente agradable y todas esas mierdas.
Hasta que me harté.
Un día me harté y me dije: «Joder, Nico, nada de esta mierda es culpa tuya. Mira nomás todos tus esfuerzos por enmendarlo. Has sido patético.»
Pero no fue hasta el año pasado que llegué a una conclusión epifánica: la vida en sí es una mierda. No había hecho más que echarme porquerías encima. Porquerías que yo no merecía y que nunca merecería pero que tampoco se irían por no merecerlas. Intenté hacer una tabla de doble entrada para comparar los beneficios de morir contra los de vivir, y adivina.
Sí. Los beneficios de morir eran mayores.
No entiendo cómo la gente prefiere vivir con tanta mierda alrededor solo por cazar escasos momentos de felicidad. La felicidad es la ilusión más cotizada y sobrevalorada de la humanidad. Les encanta tenerla en sus manos, buscando quedarse con ella incluso sabiendo que no lo conseguirán. Porque la felicidad es tan soberbia que no se permite quedarse con ningún humano por mucho. Le gusta verlos sufrir, anhelarla con tanto deseo, que intenten definirla de tantas maneras como sea posible. Le encanta que la pongan en un altar y hacerse la difícil, y a los humanos les encanta chuparle las medias. La felicidad no es más que un soborno que te da la vida para que sigas en ella, como si fueras un mendigo al que ella malacostumbra con limosnas. El mundo atraviesa por guerras, hambruna, pestes, opresión y muertes masivas. ¿Y vale la pena vivir todo eso solo para de repente ser feliz por cinco minutos, una semana, un par de años?
Yo no necesito felicidad, no me interesa. Tampoco quiero seguir rodeado de mierda. Y este mundo es una reverenda mierda. Hay que mirar nomás de quién dependemos y ante quién nos postramos, esa endiosada y caprichosa felicidad. Prefiero cruzar el umbral de la muerte, hacia un mundo desconocido que podría ser mejor.
Sé que sería muy difícil que cualquiera pueda llegar a comprenderme, pero me basta comprenderme a mí mismo. Me he atrevido a considerar la vida innecesaria, así como quien lo hace con el matrimonio. En parte me siento iluminado y embelesado por el misterio de la muerte.
He comenzado a desarrollar la teoría de que si hay vida después de la muerte, debe haber muerte después de la muerte. Podría seguir muriendo hasta adaptarme, o hasta que llegue al vacío de la existencia, la paz verdadera.
Considero a la paz eterna como una metamorfosis del alma, una especie de asunción donde deja un alma de ser alma y deja de pertenecer a alguien. Se dispersa en el universo, pasando a formar parte de su conciencia más antigua. Dejaría de ser yo y pasaría a ser la nada y el todo, como siempre me sentí.
Sé que suena retorcido, pero por lo único que me llegó a atraer realmente en la vida es la muerte, indiferentemente de mis problemas. Pasé tanto tiempo pensando, deliberando, teorizando, investigando. El misterio de la muerte, qué tema para más fascinante. Y todos los estudios, todas las creencias llegan a la misma conclusión: la única manera de averiguar qué hay más allá de la muerte es muriendo y de eso no hay vuelta atrás.
Estuve algunos meses pensándolo. Morir o no morir. Arriesgarme o resignarme. Siempre la respuesta estaba en el medio, «quiero morir y no al mismo tiempo», «quiero arriesgarme pero termino arrepintiéndome».
Pues ya no más. Finalmente, he tomado mi decisión. Tengo en mis manos todo lo que necesito.
Mi padre hacía que viera al psiquiatra, pero se debía a que era muy callado y hasta a veces agresivo con las personas que intentaban tratar conmigo. No sabe nada sobre mi obsesión con la muerte, y el psiquiatra tampoco. Fingía ser dócil y cooperativo para esconder las pastillas que me daba, y que siguiera dándomelas. Y ya reuní las suficientes.
Estoy escribiendo esto mientras espero que me hagan efecto, más emocionado que asustado; intento no hacerle caso a mi parte asustada, ya que es normal considerando la situación. Me voy a centrar en la emoción de la inminencia de algo que estuve esperando por años, algo que podría ser haber sido mi propósito de vida (y de muerte). Ahora lo hecho está hecho y ya no hay marcha atrás.
Quiero decir, como últimas palabras, que dejo este mundo con toda intención y que no me arrepiento de hacerlo. Suerte con tu vida de mierda.