Capítulo 4.

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... y veo a un muchacho tumbado en una de las camas, al fondo de la habitación. No parece que esté en muy buen estado, está sudando y no para de toser, no es capaz siquiera de abrir los ojos. Oigo como la puerta se cierra a mis espaldas.

- Ese es mi hermano, Drew. - Dice Andy mientras se dirige a uno de sus muebles, creo que es su armario. - Pero no está en estado ni es hora de presentaciones. Está un poco enfermo.

- Creo... creo que debe ver a un médico. - Escucho como se ríe desde dentro de lo que si resulta ser su armario mientras revuelve entre algunas de sus prendas.

- Realmente no tienes ni idea, ¿eh? Sólo hay doctores en el país de los ángeles, Shiaho, y en el de los demonios, Ohaix. - Sale del mueble y me tiende un montón de ropa. - Pero ya te explicaré luego. ¡Pégate una ducha y pruébate esto! ¡Venga! - Y me lleva a otra habitación, bueno, mejor dicho, me empuja.

No tardo mucho en estar lista, entonces me miro en un pequeño espejo que está apoyado en la pared y me observo de arriba a abajo. Aprovecharé para describirme físicamente:

Tengo el pelo blanco hasta una palma por debajo del hombro y rapado por el lado izquierdo. Mis ojos son negros como el carbón y soy de tez pálida. Para mi edad no soy demasiado alta, posiblemente se deba a mi mala alimentación, ya que en Ámbar sólo nos podíamos alimentar de pescado, era lo único comestible que se podía conseguir y cada uno tenía que pescar lo suyo, claro. Cabe destacar que pescar no era exactamente lo mío. Cuando yo era pequeña aún había otros animales de los que alimentarse pero todos acabaron intoxicándose debido a los productos que fueron lanzados contra mi isla en la guerra, al igual que muchas personas. Repito, nada de esto lo sé fijo, solo son cosas que me pareció oír pero visto lo visto las probabilidades de que sean verdad están en aumento. Antes de descubrir todo esto dudaba, porque como no conocía ninguna otra población ¿quiénes nos iban a atacar? Bueno, volvamos al tema. La ropa que me ha dejado Andy me sienta de maravilla. Visto una camiseta ajustada de tirantes negra con unos pantalones cortos vaqueros, y en los pies unas unas botas estilo militar negras.

Salgo de la habitación y Andy se queda mirándome con la misma expresión que puso cuando nos encontramos hace unas horas, cuando nos topamos.

- Esto... ¿te pasa algo? - Digo extrañada.

- Pareces totalmente otra, ¿de verdad eres la Ariel de hace unos minutos? - Dice al fin. Supongo que lo dirá con buenas intenciones. - Bueno, no importa, ven. - Y aparta unas cuantas de esas cosas extrañas dejando visibles una mesa y un par de sillas. - Siéntate, te voy a contar la verdad sobre tu padre. - Vale, ahora soy yo la sorprendida.

- ¿Lo conoces? - Digo titubeando. Andy asiente.

- Tizano Yósker, creo recordar. - Al oír esto corro a sentarme a su lado. ¡Por fin ha llegado la hora de saber! - Bueno, si tienes alguna pregunta... adelante.

- Bien, sobre la barrera... ¿Por qué la rompiste? ¿Sabías que yo estaba allí?

- No, no tenía ni idea siquiera de que ahí había una barrera. Lo que pasó es que estaba por el bosque con Demon, entonces escuché unos golpes y miré al lugar de donde procedían, allí los árboles, o mejor dicho, las ramas, estaban formando un dibujo, una diana, concretamente, y bueno, lo primero que se me pasó por la cabeza fue golpearla justo en el centro y... ¡CLASH! - Esto último lo dice haciendo un movimiento muy gracioso con las manos. - Ah, pero una cosa. Es cierto que no sabía que allí había una pared transparente pero... sí conocía su existencia. - La miro con cara de desconcierto, entonces ella ríe. - A ver. Te contaré la historia desde el principio, lo que Tizano me contó a mí. - Dice Andy y toma aire...

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