Capítulo 8.

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…- ¿Sabes? Tus padres no se curraron demasiado tu nombre. - El también suelta una pequeña carcajada.

- ¿Qué tal en casa de Andy? - Cambia de tema, pero no me molesta.

- Bueno, la verdad es que me siento un poco... no sé. Solo llevo una noche en su casa y ella se porta genial conmigo, pero yo no hago nada para agradecérselo. - Escucho el sonido de nuestros pies contra la piedra, nuestras pisadas perfectamente acompasadas. - Me gustaría ser un poquito de ayuda. -  Y el compás se deteriora, Demon comienza a andar más despacio, pero no responde. Cuando comienzo a pensar que este ha sido el final de la conversación el sonido de las pisadas de Demon desaparece por completo. Me giro con dificultad debido al ramo de flores para mirar que ocurre, pero solo veo al peliazul plantado cual estaca en medio de la calle, con la cabeza gacha, ¿pensativo, quizás? Estoy a punto de decir algo cuando repentinamente este levanta la cabeza provocando así que algunos mechones de su cabello se plieguen hacia atrás dejando ver mejor sus ojos. Ah, y provocando también que el ramo se me caiga, derramando todas las flores por el suelo.

- ¿Quieres ayudar? - Es todo lo que dice antes de agarrarme por una muñeca y tirar de mi, con tal euforia que solo alcanzo a recoger una de las flores. El tulipán azul. 

...

Todo es negro. La boca me sabe a sangre. Los párpados me pesan pero a pesar de ello consigo abrir los ojos levemente. Y todo sigue oscuro. Siento un dolor punzante en las muñecas pero al intentar moverlas solo oigo el ruido de unas cadena y siento la sangre resbalando por mi brazo, y entonces  una potente luz me obliga a volver a cerrar los ojos. Los vuelvo a abrir en cuanto puedo, o en cuanto me atrevo, mejor dicho. Al principio todo es borroso, como cuando te levantas, solo que esto es un tanto más desagradable. Parpadeo unas cuantas veces hasta que la imagen se vuelve nítida.

- La putita ha despertado. - Oigo una voz de fondo y acto seguido un montón de pisadas que retumban en el piso al ritmo de las gotitas procedentes de las goteras rompiendo contra el suelo.

- No sabes la de hostias que has recibido, da gracias de despertar. - Cinco sujetos encapuchados aparecen tras la luz. - Estábamos a punto de arrancarte las uñas. - Dicho esto veo la silueta de unas tenazas en sus manos. Uno de los encapuchados se acerca, quedando a unos 10 centímetros de mí.

- Y lo haremos si no respondes a nuestras preguntas. - Dice este mientras agarra mi barbilla y levanta mi cabeza. Un rayo de luz descubre su rostro unos segundos y durante ese tiempo nuestras miradas quedan totalmente enfrentadas. Es un hombre.  - ¿No vas a decir nada? - ¿La pequeña Andy está asustada? - Y las carcajadas de sus compañeros se escuchan de fondo, inundando mis oídos. Carcajadas sucias, asquerosas. - Al parecer no eres tan valiente como haces creer. - Muerdo mi labio con fuerza y noto como un hilillo de sangre recorre mi barbilla. Justo antes de que llegue a la mano del encapuchado este la aparta con brusquedad, pero yo no bajo mi cabeza, la mantengo firme sin apartar mi mirada un segundo. Me mira con desprecio antes de girarse. - No quiero que tu asquerosa sangre manche mis guantes, podría tocar mi piel. Ah, y... - Se vuelve hacia mi lentamente de nuevo mientras añade lo siguiente. - Me alegro de que se te haya borrado esa estúpida sonrisa tuya de la - Pero no le dejo terminar ya que justo en el momento que se gira completamente hacia mi le escupo directamente en la cara. 

- Brujos. - Digo con todo el odio puesto en esa palabra. Siento como las cuerdas vocales me arden al pronunciarla, como si fuera el veneno mismo. El sujeto tarda unos momentos en reaccionar pero cuando lo hace levanta su puño con tanta velocidad que provoca que su capucha caiga hacia atrás dejando ver el bonito escupitajo resbalándole por la cara, desde el centro de la frente. También deja visible su cabello negro con mechas rojas, largo hasta las orejas, sus ojos marrones cargados de odio y la pequeña cicatriz de su mejilla. El puño se dirige directamente hacia mí, pero solo puedo sonreír, mostrarle a este gilipollas que mi sonrisa nunca se a desvanecer, la puedo esconder, pero nunca la voy a perder. Cuando me doy cuenta el puño está casi rozándome, pero paralizado. Uno de sus compañeros le aguanta la muñeca. El me mira, asqueado, con desprecio, con odio, una mirada cargada únicamente de sentimientos horribles.

- La necesitamos viva. - Añade el encapuchado que le sujeta el puño. Lo suelta, se gira y vuelve junto con sus compañeros. El pelinegro baja el puño, pero no aparta sus ojos de mi, ni yo de el.

- ¿De qué coño te ríes? - Añade.

- Puedes mirarme como quieras, yo ya estoy acostumbrada a ese tipo de miradas. - Noto como la ira recorre su cuerpo, ahora es el el que se muerde el labio. - Ah y... - Dirijo una mirada hacia su frente donde iace el hermoso cúmulo de babas y sangre. - ... me río de la buena puntería que tengo. - Otra vez se levanta el puño, pero esta vez increíblemente más rápido. Todo ocurre en una fracción de milisegundo. Su compañero girándose bruscamente intentando llegar a tiempo para detenerlo y el diciendo las últimas palabras que oigo antes de perder el sentido: '' ¡Maldita zorr-! 

...

- Demon, ¿podrías volver a explicar lo que tengo que hacer? - Estamos en un bosque a las afueras de la ciudad, creo que el mismo donde me encontré con Andy la primera vez. El peliazul no para de ir de aquí para allí  buscando yo que se el que, y diciendo cosas sin sentido para el mismo. - ¡Demon! - Lo llamo por tercera vez, pero el no se detiene, de echo se mete detrás de un árbol y lo pierdo de vista. - Demon si no me dices lo que tengo que hac...- 

- ¡Aquí es! - Escucho en la lejanía. Me acerco con miedo a lo que me puedo encontrar, ¿qué estaba buscando con tanta emoción? Me asomo por el robusto árbol donde anteriormente se había escaqueado y lo que veo me deja fuera de mis casillas. 

- Demon... aquí no hay nada. - Me cuesta decir, ya que el está allí, todo entusiasmado mirando un pedazo de hierba que para mí no es más que otro cachito de suelo nada diferente del del resto que nos rodea. Entonces me mira, algo que no ha echo en la media hora que llevámos aquí, extrañado.

 - ¿Es que no lo sientes? - No me da tiempo a responder ya que dirige su mirada a mi mano derecha en la cual tengo el guante que el mismo me dio en en mercado. Sujeta mi mano y me lo quita. Justo cuando el trozo de tela abandona mi mano el anillo suelta un fuerte resplandor que solo dura una fracción de segundo, y acto seguido una corazonada sacude bruscamente todo mi cuerpo, haciéndome perder el equilibrio y caer si no fuera porque Demon se interpone y me sujeta. Entonces lo siento, siento la vida de cada una de las plantas que me rodea y especialmente allí donde el peliazul tenía su mirada fija hace unos segundos. - ¿Ahora lo sientes? - Dice en un susurro. Yo solo asiento levemente mientras trago saliva y casi instintivamente muevo el dedo índice, aquel donde tengo puesto el anillo. Una raíz emerge del suelo, nace un capullo rosa y amarillo que no tarda más de un segundo en abrirse dejando a la vista así una pequeña perla del mismo color de la extraña flor. Tardo unos momentos en reaccionar. Mi equilibrio ya ha vuelto y me aparto de Demon sin apartar mi mirada de la pequeña bolita rosa y amarilla, acercándome poco a poco. Extiendo mi mano y sin dudarlo un segundo tomo la perla. Se que es buena, lo siento. Me giro lentamente hacia el peliazul.

- Demon... ¿qué está pasando? ¿por qué buscabas esto? 

- Porque dijiste que querías ayudar. - Sujeto la perla con ambas manos y la extiendo hacia el.

- ¿Qué es esto? - Digo tartamudeando, insegura de mis palabras. En cierto modo porque ya sé la respuesta, y no quiero escucharla. - Espera Demon, no respondas, preguntaré de otra forma. - Digo sacudiendo la cabeza para intentar aclararme. Esta vez pronuncio con firmeza. - ¿Por qué cuando mis poderes se activaron no sentí la presencia de Andy? 

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