Epílogo

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Hola Ariel, tanto tiempo, ¿eh?

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Hola Ariel, tanto tiempo, ¿eh?

Si estás leyendo esto es porque ya han pasado un par de meses, o si no y encontraste esto por casualidad cuando yo no te he mencionada nada al respecto, quiero que dejes de leer ahora mismo. ¡Ya! ¡Déjalo y ve a comer una pizza!

Bien, si este es el primer caso, pues sigue con tu lectura.

Llevo bastante tiempo con este sentimiento que me ahoga cada noche y se libera cuando te veo, cada vez que te veo, todas ellas. Te conozco de hace más tiempo del que imaginas, pero nunca me atreví a decir una palabra cerca de ti, es por eso que empecé a escribirte notas y pasarlas por debajo de la puerta. En un principio tenía miedo, miedo de que me descubrieras con las manos en la masa y sinceramente no hubiera sabido qué hacer. Y casi me atrapas, listillo. La primera vez que te dejé una de mis notas.

El corazón me latía desbocado, pero ni siquiera se asemejó cuando tuve una respuesta de tu parte. Sentí que me había ganado la lotería o un viaje con todo pagado a París.

Desde ese entonces, ya conoces la historia, o al menos la mayoría.

Estoy muriendo, Ariel.

Y es por culpa mía, todo se me ha escapado de las manos.

No te cuento esto para que sientas pena por mí, es sólo para que tengas una explicación del porqué quizá ya no esté aquí.

En este momento ya debes saber que tengo una hermana. Isabella, es idéntica a mí por donde nos mires, no sabrías como diferenciarnos a simple vista. Cuando teníamos catorce años sufrimos un accidente de coche, ella salió ilesa pero yo... perdí una pierna.

Fue de tanta gravedad la fractura que tuve, que los médicos no tuvieron otra opción que deshacerse de una de mis extremidades.

Yo amaba bailar, Ariel. En serio lo amaba.

Quería viajar a Francia a una de las mejores academias de danza y ser una bailarina profesional, pero mientras tanto papá pagaba una escuela en la ciudad en donde vivíamos antes desde que yo tenía siete años. Siete años bailando, siente años en el que la música se apoderaba de mi cuerpo y me hacían mover de un lado a otro... era una de las mejores de la clase.

Era.

Sin mi pierna derecha perdí todo.

Mis sueños, mi pasión, mi vida.

Mi familia decidió que nos mudáramos porque era mucho para mí. Entonces llegamos aquí, y luego de más de un año con terapias y pruebas, pude optar por una prótesis que me permitía caminar con normalidad. Era como si ambas piernas estuvieran.

Pero no.

No lo estaban.

Justo cuando creía que podía superarlo, miraba mis zapatillas de ballet en el fondo de mi armario y decaía. Pensé mil veces en tirarlas a la basura, pero mi corazón no me lo permitía.

DILO POR LA RADIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora