•To late•

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El sonido del reloj era irritante, la compañía nada más ni nada menos que el mismo karma y la ansiedad un vil castigo.

Gritos, gritos, gritos. Se podría decir que los juegos de mesa se caracterizaban por ser tranquilos, sin embargo, no era el caso del juego de Calabozos y Dragones. Sus partidas merecían atención, una completa concentración, unas cuantas horas libres y eran merecedoras de grandes gritos de emoción, enojo, euforia y quién sabe que más. Era completamente emocionante y era increíble como la emoción que de transmitía en un juego de Basquetball también se podía transmitir a un juego. O al menos así lo veía el grupo de cuatro.

Mike Wheeler amaba eso juego, era un gran fan de Calabozos y Dragones. No había día en que no se reuniera con sus amigos para hacer una partida. Su mismo fanatismo lo había llevado a pasar más de cinco horas jugando, y con eso se quedaba corto. Y por más que amara a sus amigos y al mismo juego, ese no era el día.

Quería a sus amigos. Amaba y respetaba a sus amigos, pero había veces en las que tenía unas inmensas ganas de asestarle un buen golpe a cada uno. Ese era el día, su día. Había intentado hacerlo otra veces pero no, el miedo lo había vencido. Y para cuándo se armaba de valor, tenía a sus ruidosos y para nada sigilosos amigos con el.

¿Pero que era el causante de que Mike quisiera estar solo? ¿Desde cuándo Mike prefería estar solo en vez de con sus mejores amigos? ¿Desde cuándo Mike añoraba la soledad? No tenía lógica, ni siquiera concordaba. Mike era ese tipo de persona que le gustaba estar solo unos minutos, tal vez unas horas pero nada más. ¿Cuál había sido el causante de su cambio de actitud? De acuerdo tal vez, no se había explicado del todo. A Mike no le gustaba estar solo y era un hecho. Pero tal vez no iba a estar completamente solo.

Mike se había comenzado a sentir raro. Primero pensó que era gripe o alguna alergia que tenía debido a la época. Y fue una de las teorías más claras que tenía. O así era hasta que se dió cuenta de un dato esencial. En su casa actuaba normal, como cualquier otro día del año y de su vida. Sin embargo, cuando se reúnia con su grupo en la escuela o en cualquier otro lugar al que fueran, no podía evitar sentirse diferente. Un nudo se hacía en su estómago y se ponía un tanto más nervioso y sudoroso de lo normal. Pero no era por Dustin o por Lucas. No, la culpa la tenía el chico con cabeza de coco.

No sabía cómo ni porque, pero ya no podía ver a Will como lo veía un tiempo atrás. Ahora su corazón se aceleraba al punto de parecer querer salir de su pecho y un leve sonrojo se extendía por sus mejillas cada vez que tenían algún contacto físico por más mínimo que fuera. Se comportaba extraño, se comportaba como un idiota enamorado sin saberlo.

Al principio creyo, que estaba loco o enfermo. Jamás había sentido algo así por alguien, ninguna chica en su salón había causado lo que el castaño causaba en el. Luego llegó a la conclusión, que lo que sentía era lo que se siente cuando a uno le gusta alguien. Luego entro en la confusión, negación y hasta pánico. No estaba bien que a un chico le gustará otro chico. No estaba bien que sintiera mariposas en el estómago cada vez que veia a Will. O al menos eso era lo que su padre opinaba sobre los homosexuales.

Tenía dudas, y sería raro que no las tuviese. Lo malo era no poder consultarlas. Por lo cual, se dijo que estaba loco, muy loco, y mentiría si dijera que no quiso creerlo. Pero llegó un punto en el cual ni el mismo se creía esa mentira. Las ganas de probar esos labios, las ganas de probar los labios de Will hacían estragos en su cabeza cada vez que lo veía. Las ganas de besarlo, abrazarlo y mimarlo, como aquellas películas de amor que veían su madre y su hermana algunas veces parecían más fuertes que el. Y ese fue el momento en que pudo admitirlo.

Estaba enamorado de Will Byers.

Se había guardado ese sentimiento por meses, procurando que nadie de enterara. Qué nadie se enterara de las miradas llenas de amor que le dedicaba al castaño. Qué nadie se enterara del intenso sonrojo que se apoderaba de sus mejillas cada vez que Will lo abrazaba. Y por más que había fallado exitosamente (ya que Dustin se terminó dando cuenta) se dijo así mismo que era el momento de decirle. Se le iba a declarar a Will.

Por esa razón había citado a Will allí. Quería estar a solas con el, le iba a decir todas aquellas emociones que sentía por el esa noche. Sin embargo, no se dió cuenta de que la línea por la que hablaba con Will también era la que usaba con el resto del grupo. ¿Qué mejor que la compañía de dos de tus mejores amigos para una declaración romántica?

—Mike ya lleve a Moly a la cama, es hora de que tus amigos se vayan y que tú vayas a dormir.

—Pero mamá, aún no terminamos el juego - en realidad quiso decir "Aún no le he dicho mis sentimientos a Will" - Solo cinco minutos más.

—Michael, me pediste cinco minutos más hace dos horas, se han pasado toda la tarde allí.

—No nos dimos cuentas de que pasaron 10 horas.

Para ese entonces, el resto del grupo ya se encontraba casi listo para irse. Así que, una vez todos en el garage y una breve charla sobre su hermana y su novio Steve Harrington, finalmente quedaron Mike y Will solos. Como en un principio había querido. Solo que no eran aquellas las circunstancias.

—Era un siete - murmuró bajo la voz del castaño.

El pelinegro no hizo más que hacer y emitir un ruido de confusión a lo anteriormente dicho. No le estaba prestando atención a lo que el decía, más bien le estaba prestando atención al castaño mismo. A su pequeña nariz, a sus hermosos y grandes ojos verdes, y especialmente a sus finos labios. Definitivamente ese chico era su perdición.

—El demogorgon, me atrapó. - mencionó y al solo obtener un leve asentimiento de cabeza dió un suspiro.

Tal vez podía decirle, no era el mejor lugar, pero Mike no podía desperdiciar una oportunidad como esa. Lo amaba, estaba enamorado de él y moriría si no se lo decía. Pero cuando finalmente se armó de valor por segunda vez en el día, el castaño ya estaba montado en su bicicleta.

—Bueno, nos vemos mañana - mencionó como despedida para luego comenzar a pedalear en dirección a su hogar.

Mike quiso golpearse allí mismo. No se lo había dicho, había sido muy lento. No había podido su sentimientos al chico de sus sueños. Teniendo la oportunidad a la chance de su mano. Tal vez esa noche pudo haber sido distinta para el. Tal vez hubiera vuelto a su habitación con una sonrisa de oreja a oreja por qué el menor le había correspondido. Era válido soñar. Sin embargo, también pudo haber sido una noche distinta para Will.

Tal vez Mike no lo sabría, pero sus sentimientos pudieron haber sido correspondidos. Tal vez Will se hubiera quedado con él en vez de ir a su casa. Tal vez ambos estarían besándose o hablando hasta que el sueño se apoderara de alguno de los dos. Mike jamás lo sabría, había tantas variables que el jamás conocería. Porque la realidad en donde ellos pasaban la noche uno junto al otro no existía. Era una completamente diferente.

Estaban en la realidad en donde Will era perseguido por el monstruo. Una realidad en donde el castaño deseaba con toda su alma que su príncipe azul llegará, que Mike hiciera una heroica entrada y lo salvarla como siempre hacia. Estaban en una realidad en donde Mike se encontraba llorando en su habitación por ser tan cobarde y millones de cosas más. Estaban en una realidad estúpida. En donde parecía que ambos deberían revolcarse en su miseria y agonía. Estaban en una realidad en donde no se encontraba el otro para salvarlo.

—Fuiste muy lento Mike, demasiado lento.

Hugging and Kissing {Byler & Foah}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora