Capítulo 3

143 16 25
                                        

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.









En lo cotidiano la monotonía en mi ser había sido normalizada por mis pensamientos y terminó siendo acaparada por la parte más egocéntrica de mí misma. Odiaba que sonase así de negativo, así de "malo", pero no podía hacer nada para cambiarlo. Así era yo, así me sentía, así vivía.

Mi vida se centraba sólo en mí.

Sé ésto porque era la única persona a la que acudía siempre. Los días de mi vida se resumían en pensar y luego actuar o no actuar; la vida era un "veré qué" que terminaba en un o en un no. Me hacía sentir tan mal.

Ésa mañana en particular me sentía peor de lo normal. El día comenzó bien, nada malo había pasado como para que mi estado se encontrase de ese modo y no entendía porqué sentía aquél peso en una esquina del cerebro. Mi boca cerrada contenía todo lo que quería decir y mis pies sólo me llevaban a caminos seguros y dominados por aquélla simple y absurda rutina mía. Pero, a pesar de que todo seguía normal, yo me sentía extraña, casi enferma.

Me había reunido con los mismos compañeros de siempre, mis amigas aún no llegaban por lo que me quedé en las nubes, como siempre, y solo me miraba las manos, buscando algo que se resumía en un "no sé qué". La verdad es que apreciaba mis manos porque me parecían las únicas partes de mí que eran dignas de admirar; dejaban que escribiera, me proporcionaban la posibilidad de expresar mi ser y, justo ese día, no me sentía muy yo, por lo que tenía unas incontrolables ganas de escribir. Quería escribir para entender ésa rareza que había notado en mí, pero el tiempo se sentía peor que lento. Todo era frustrante.

"Cada día; cada día he sido algo, he sido nadie. Cada día he tapado todo lo que soy, o lo que algún día podría haber sido. Aunque hoy no sé nada y tampoco sé quién sos vos...".


Como yo estaba distraída con otras cosas no supe en qué momento él había llegado al grupo, pero ya había comenzado a escucharlo sin verlo. No tenía ánimos para seguir cargando con todo lo que llevaba dentro del pecho y tenía a todo eso como lo que jamás iba a poder expresar fuera de mi cabeza. ¿No era éso demasiado cruel?, me parecía que ya había aguantado suficiente de todo eso. Siempre tenía las mismas actitudes, siempre con la misma "sonrisa falsa" y me había cansado de aparentar estar bien por algo que no lo valía. Por eso me había propuesto dejar de sentir a pesar de que sabía que sería muy difícil lograr algo de ése estilo cuando la persona que potenciaba todos mis sentimientos seguía merodeando cerca de mi vida.

— ¿Ya no hablas más?

Y me estaba hablando. ¿Por qué me está hablando y para qué? No lo entendía. Yo justamente estaba intentado ignorarlo, estaba probandome a mí misma que él no tenía ningún poder sobre mí. Pero, para el destino, mis tontos intentos parecían ser un mal chiste y toda la situación me estaba haciendo enojar.

PragmatismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora