【Capítulo 4】

127 13 1
                                    

T I R I F I L O

Han pasado 3 días desde que vi a Emiko y he seguido yendo a reuniones. El día de hoy era el cumpleaños de mi prometida y mi madre ya tenía el regalo. ''Verás que esto le gustará'' dijo para irse de mi habitación ayer por la noche.

— ¿Es importante que yo vaya? —volví a repetir sentado mientras mi madre revisaba algunas cosas, mi padre había salido.

— ¿De nuevo, Tirifilo? —habló con enojo en su voz mi madre, suspiré. Pocos minutos después se escuchó que alguien tocó la puerta, mi madre pidió que yo fuera y obedecí.

Era Benito.

— Tirifilo. —dijo saludando el azabache del ojo derecho tapado por su cabello. Le devolví el saludo, hacía bastante tiempo no veía a Benito. Su reino no estaba cerca de aquí y tomaba horas llegar.

— Benito. —dijo mi madre dejando de lado sus cosas para dirigirse hacia él y saludarlo— Ha pasado tiempo, ¿Qué tal estás?

— Estoy bien, gracias, Reina. —dijo Benito sonriendo.

— ¡Voy a salir! —dije enseguida viendo mi oportunidad, sin esperar respuesta empujé a Benito hacia afuera. Mi madre y él me miraron raro, cerré la puerta y suspiré. Le di un pequeño golpe en el hombro a Benito— Hey, tanto tiempo, ¿Qué tal? —dije amistosamente.

— Lo de siempre. Reuniones por aquí y por allá. —dijo mostrando una expresión cansada en su rostro, empezamos a caminar hacia una plaza no tan lejos de aquí— Pude venir gracias a la invitación de cumpleaños de Satu, no me perdería esta celebración, no puedo.

— Imagínate yo. —dije llevando mis manos a mis bolsillos.

Caminamos hacia aquella plaza y seguimos hablando de varios temas, en mi reino no tenía nadie con quien hablar excepto mis padres, bastante triste. Como siempre, él tuvo que hablar de Muriel, era algo obvio que ella asistiría al cumpleaños de Saturnina, era su amiga. También sacó a tema Odette pero quise evitar hablar de ella.

— Hey, Tirifilo. —dijo levantándose de las escaleras en donde estábamos sentados— ¿Qué tal sí vamos a las calles del pueblo? —lo miré sin saber qué responder, luego desvié la mirada— ¿Qué pasa?

— Me tienen prohibido ir ahí... —confesé.

— ¿De verdad? Me parece un lugar interesante, hay todo tipo de personas ahí... Además, bastante alejadas de los deberes de un príncipe. —lo escuché sin decir nada— Vamos. —dijo para empezar a caminar hacia cualquier lugar, dejándome atrás.

— ¡Oye, no he dicho que sí! —me ignoró y siguió caminando, suspiré manteniendo mi paciencia. Corrí hacia él— ¿Al menos sabes dónde queda? —negó y yo reí.

Llegamos a las calles del pueblo y yo no tenía nadie para cubrirme, al menos estaba Benito, sí me llegaban a ver, mi padre con suerte me mirara preocupado y no me gritará. De nuevo había bastante gente vendiendo y comprando, caminamos por ahí y Benito vio que una señora vendía al parecer dulces, se acercó. Le dijeron que todos eran de chocolate y le compró 3. Volvió a acercarse a mí abriendo uno y llevándose a la boca, luego me lanzó los que restaban que pude atraparlos perfectamente.

— ¿Por qué? —pregunté.

— Me llamaron la atención, están buenos, come. —dijo aún con el chocolate sonando en su boca, abrí uno y también me lo llevé a la boca, tenía razón, estaban buenos. El otro lo guardé en mi bolsillo.

Seguimos caminando a paso lento mientras conversábamos y él veía lo que la gente vendía. Llegó un momento donde pude ver al Rey, padre de Emiko, en las calles y me asusté. La gente seguía caminando y pude ver que lo acompañaba sus dos hijos, al ver a Emiko me sorprendí tanto que el chocolate se fue a mi garganta y empecé a toser enseguida. 

【 Cielo Azul 】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora