Día 3

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Día 3: Escribir desde la perspectiva de una mascota

Me lanzo contra la mediasombra que hay en mi casa provocando un ruido fuerte. Para mí es como una hamaca paraguaya, que aguanta mi peso en los días frescos y también un trampolín, que me sostiene cada vez que persigo a otros gatos. Salto con cuidado hacia la pared mientras me tambaleo debido a mi mala sustentación y bajo aterrizando en cuatro patas. Aún no es de día pero tengo hambre y estoy falto de atención.

Como sé que la puerta delantera está cerrada no me queda más que continuar por el angosto pasillo mientras, en el camino, me cruzo con una cucaracha. Percibo su olor, siento cómo se desespera por esconderse pero lo que no sabe es que soy excelente cazador. Sólo porque muero de hambre y atención la dejaré vivir.

Una vez que llego al pequeño patio trasero, uso mis fuertes biceps para abrir la puerta corrediza, supongo que a estas alturas mis dueños ya deben saber que estoy llegando. Una vez dentro del lavadero reviso que no esté ella. Sí, porque tengo una hermana a la que llaman Larry; ella siempre me pelea desde que llegué pero cuando me acerco para jugar, Katty sale corriendo de manera desesperada y yo la persigo porque no soporto su actitud.

Otro obstáculo hay en mi camino así que empleando mis patas delanteras y mi cabeza empujo la puerta que cede rápidamente y choca contra la pared haciendo que mis dueños suspiren. Todo está oscuro y tranquilo. Muy tranquilo para mi gusto. Ellos no me prestan atención, siguen durmiendo, y agradezco que el perro esté igual de desinteresado en mi llegada. Pero tengo una última alternativa.

Abandono la habitación de mis dueños y continuó hacia el living. No me dejaron comida. Así que retomo la marcha para ir hasta la habitación de mi dueña, es la única que deja una luz encendida y siempre se queda hasta muy tarde. Entro con sigilo y la observo, esperando que se de cuenta de mi llegada.

Como no reacciona entonces maúllo alto y fuerte. Maúllo diciéndole el hambre que tengo y que debe alimentarme ahora mismo porque si no moriré. Ella se levanta asustada y me grita. ¡Azul! Creo que es mi nombre porque siempre está cambiándolo. “Pupú” “Batman” “Zuzú” “Cabeza Caliente”, podría seguir. No entiendo su obsesión conmigo.

Sin dejar de maullar ella se levanta y la conduzco hacia la cocina, entonces prepara mi plato mientras rasguño su pierna y no dejo de maullar. Me encanta este alimento, nunca me canso de él. Escucho que dice que no me apresure, que parezco una tortuga por cómo devoro mi comida. Pero ella no se queda conmigo, regresa a su habitación.

Tengo el estómago lleno pero aún necesito atención. Regreso con ella y esta vez sí que le daré un susto. Salto sobre su escritorio tratando de no voltear nada porque se enoja demasiado y me corre, busco apoyo sobre la silla y me preparo para saltar. Veo que está dormida y, con más razón, aterrizo de manera brusca. Ella se sobresalta pero al ver que me acerco ronroneando me perdona y deja que amase en su pecho. Me encanta hacerlo, me relaja demasiado.

Mientras estoy en el punto máximo de placer ella acaricia mi cabeza, pasa la mano una y otra vez y luego continúa por mi barbilla que me relaja aún más. Estos cariños repentinos me dan sueño, así que me acomodo sobre ella.

Mi ronroneo se apaga de a poco, mi dueña se ha quedado quieta con su mano sobre el lomo. Es caliente, y me gusta.

No sé qué sucede pero me despierto molesto porque ella ha cambiado de posición así que dándole la espalda comienzo a lamer mis patas y luego una parte del lomo. Ella me inturrempe cada tanto así que me alejo hasta quedar en sus piernas para continuar con mi tarea de limpieza. Y otra vez me vuelvo a dormir, hasta que la mujer que me corre y grita mi nombre enfurecida se despierte.

30 Lágrimas de TintaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora