Día 10

1 0 0
                                    

Día 10: Escribir sobre un apocalipsis

Te levantas por las mañanas para afrontar un nuevo día. Tienes que ir a la escuela/trabajo/universidad.

Preparas tu desayuno y, mientras te preparas, enciendes la televisión o ves algún noticiero por internet. En el primer canal hay una primicia.

“Mujer fue violada y asesinada por su pareja”

El reportero narra lo sucedido. Cuenta la vida de la pareja, cómo encontraron el cuerpo, qué hizo ella para terminar asesinada. Cambias de canal.

“Una familia muerte en un asalto. Los delincuentes escaparon. La Policía cree que eran menores de edad”

Miras la foto de la familia. Piensas por un segundo en ellos. Piensas que aumenta la cantidad de delitos de este tipo. Tienes miedo de que te pase. Sigues cambiando de canal, porque no te gusta ver esas noticias apenas inicia el día.

Te diriges hacia tu lugar de estudio/trabajo. En el transporte público nadie interactúa. Algunos miran por la ventanilla. Otros están escuchando música y el resto está inmerso en su teléfono celular. Por un momento los observas, te percatas lo dependientes que somos desde que esos aparatos se inventaron. Ayer te quedaste hasta tarde por estar en las redes sociales/mirar un episodio más de tu serie favorita. Entonces ahí te das cuenta que sin internet/celular no sobrevivirías ni un minuto.

Te bajas del transporte para recorrer los últimos pasos a pie hacia tu destino. Mientras vas concentrada/o en las actividades del día, escuchas un bocinazo y luego alguien que insulta. Después le sigue otro insulto, y otro, y otro. Amenazándose, insultando a las familias que no conocen. Apresuras el paso.

Ya en tu destino saludas a todos. Algunos te responden bien, otros te ignoran. Pero mires por donde mires ves que falta algo, y es respeto. Detectas cómo un compañero toca sin intención el culo a una compañera. Escuchas cómo alguien insulta a su madre/novia/esposa. Y también alguno que promete viralizar las fotos íntimas de su pareja. Te da repulsión pero aguantas, porque es algo con lo que te acostumbras.

Aprovechas el descanso para revisar tus redes sociales. En facebook te aparece una noticia que te preocupa: hay varias especiales de animales en peligro de extinción y los principales culpables son empresas multinacionales/gobierno. Te indignas porque parece que a todo el mundo le da igual. Entras a Twitter para leer los comentarios de las personas indignas por la muerte de una chica a manos de su novio o por los niños que fueron abusados/violados por gente de la Iglesia. Por ahí también lees cómo varios usuarios discuten insultándose, reprimiéndose, amenazándose. Te hartan las discusiones y más si son virtuales.

Un conocido te cuenta que el fin de semana pasado fue a bailar. Que la disco estuvo genial, la música era actual pero que lo acosaron. Otro interviene y comenta que una vez quisieron obligarlo a beber un trago desconocido. Y otro confiesa que una vez pudo escapar de las manos de un violador. Observas y encuentras una pista: todas son mujeres.

Por la tarde en tu ciudad movimientos sociales organizaron una manifestación para reclamar al gobierno y exigir que no aplique las nuevas medidas. Ves que las personas están manifestando tranquilamente, sin molestar a nadie, sin violencia y no contaminando la ciudad. Pero de pronto aparecen unos tipos vestidos de negro, con cascos, armaduras y pistolas. Empiezan con el gas lacrimógeno y luego, las balas. En poco tiempo han logrado detener la manifestación. Pero ignoran que ha quedado grabada gracias a los medios de comunicación.

Pasan los días, semanas, meses, años. Nada cambia, sientes que todo va de mal en peor. Más femicidios, más machismo, más especies en peligro de extinción, más violencia. Ahora asumen presidentes que niegan el calentamiento global o que recortan los fondos para la investigación científica o que niegan la pobreza y hambre. Pero sí ha aumentado la represión hacia el pueblo.

Ves niños en las calles en pésimas condiciones de higiene/salud, ellos piden que al menos le regales una moneda pero todos están absortos en sus teléfonos celulares. Contestando mensajes, enviando selfies, hablando a distancia.

Te sientas en un bar cualquiera a tomar un café. Mientras esperas ves que la pareja de al lado casi no interactúa porque están con sus móviles. Hay otra que discute acaloradamente, logras escuchar un fragmento y te da miedo por la manera en que se tratan.

“Una mujer fue violada por su grupo de compañeros”

“Un niño de cinco años fue acribillado durante un asalto”

“Los manifestantes han sido reprimidos por la policía”

“Un hombre homosexual al borde de la muerte: fue atacado a la salida de la disco”

“Una especie animal finalmente se ha extinguido”

“El Gobierno niega el índice de pobreza”

“Los glaciares se derriten a tiempo récord”

“Se ha inundado la ciudad debido a la tala indiscriminada de árboles. No hay fondos para solucionar el problema”

Entonces, por fin, entiendes que estamos camino al fin del mundo. No se debe a una raza invasora o a un virus. Somos los seres humanos causantes de nuestra destrucción. Te preguntas cuánto falta para que todo explote en miles de pedazos, porque parece más fácil que tener que esperar lenta y tortuosamente.

30 Lágrimas de TintaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora