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Efímero

Esa misma noche, me despertaron los golpecitos de piedritas en mi ventana, me froté los ojos con las manos para ahuyentar el sueño que cargaban mis párpados.

—¡Lottie!

Todos mis sentidos se animaron en cuanto escuché tu voz. Sabía que no podías dejarme sin explicación, por eso estabas a las cuatro de la madrugada llamando a mi ventana con el riesgo de que mi padre te atrapara.

Bajé hasta la cocina y abrí la puerta trasera tratando de no hacer tanto ruido. Tu entraste y me agarraste por la cintura, olías a alcohol.

—¿Estás borracho?—Te di un leve empujón.

—Lo siento tanto—Debías susurrar para que no nos descubrieran.

—Contesta.

—Si—Cerraste los ojos, pero aún así no lograste impedir que unas lágrimas rebeldes se colaran entre tus pestañas. Fue cuando todo mi enojo contra ti desapareció.

—¿Qué sucede?

Verte llorar me quebró en dos, me debilitó, si soy sincera. No me gustaba esa faceta tuya, porque me hacía vulnerable.

—Lottie—Me abrazaste con fuerza.

—¿Por qué no llegaste?—Dije un tanto decepcionada. Necesitaba respuestas y lo único que tú hacías era plantar más dudas en mi cerebro.

—Hubo un problema en mi casa, pero ya estoy aquí.

—¿Qué sucedió?

—Lottie—Acariciaste mi mejilla con tu pálido y frío dedo—No quiero hablar de eso, no ahora.

Todo lo demás sucedió en cámara lenta, o al menos para mí fue así.
Tus labios se cerraron sobre los míos y pude sentir tu cálido aliento en mi boca. Se sentía tan bien...tan embriagante, podía jurar que dentro de mi había un océano de emociones que rugía con potencia. Estaba feliz, me sentía completa.

Enredé mis dedos entre tus cabellos y jalé con un poco de fuerza cuando mordiste mi labio inferior; tus manos se apretaron aún más a mis caderas y mi respiración se entrecortó. No era un beso lento, tampoco uno desesperado... simplemente era perfecto.

Me hubiera gustado quedarme así para siempre, sintiendo tus suaves labios, -sin importar el sabor a alcohol- el calor de tus manos traspasar la tela de mi pijama y mis dedos enredados en tu cabello.

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