Enfrentando la verdad
El día que me rompiste el corazón íbamos a cumplir cuatro meses de estar juntos; para algunos pocos, para mí toda una eternidad.
Esa mañana había recibido un mensaje tuyo, diciéndome que querías verme en el mismo lugar donde tuvimos nuestra primera cita -esa donde me invitaste un helado- y que me esperabas a las cinco porque tenías que decirme algo muy importante.
Todo el resto del día la pasé muy nerviosa, no sabía que era lo que querías decirme, y no quería molestarte preguntándote por celular, quizá si lo hubiera hecho, no me hubiera llevado tal sorpresa; quizá, si lo hubiera hecho, aún seguirías a mi lado dándome tu cariño falso. Pero tú farsa algún día tendría que haber acabado y agradezco al destino que me haya abierto los ojos, agradezco que haya sido más temprano que tarde porque, probablemente, si hubiera pasado más tiempo en tu mentira, me hubiera dolido más de lo que me dolió.
Cuando dieron las cinco yo ya estaba sentada afuera de la heladería, desesperada y luciendo ansiosa. Me mordía las uñas y jugaba con mi cabello, estaba a punto de volverme loca. Para relajarme un tanto, entré a la heladería y pedí un cono de fresa, luego me fui a sentar en una mesa de la esquina.
La campanilla del lugar anunció la entrada de alguien y volteé creyendo que eras tú, pero solo era una chica rubia. Una vez más, revisé la hora en mi celular, eran las cinco y quince minutos; tu no solías ser impuntual.
Cuando estaba dispuesta a llamarte, te vi entrar en el lugar, pero tú vista no cayó sobre mi, estoy segura de que ni siquiera me notaste.Fuiste directo hacia la chica rubia que minutos antes había entrado y, sin aviso, le plantaste un beso en los labios. Ella sonrió y tú le acariciaste la mejilla como solías hacerlo conmigo.
Me quedé allí sentada, sin poder dar crédito a lo que veía. Sentía como mi corazón se iba haciendo más pequeño y se apagaba hasta estar a punto de extinguirse. Mis ojos comenzaron a llenarse de lágrimas y no pude evitar que estas salieran a borbotones, mi pecho subía y bajaba, mis manos se habían puesto pálidas y frías, fue entonces cuando supe que mi corazón se había partido en miles de pedazos y ahora se clavaban como dagas en mis pulmones impidiéndome respirar.
A tropezones me puse de pie y arrastrando la poca dignidad que me quedaba me planté frente a tu mesa. Tus ojos asustados cayeron sobre mi y sentí el peso de todas tus mentiras sobre mis hombros. Esos ojos que antes me habían parecido hermosos, ahora solo veía traición en ellos.
—Te odio—Fue lo único que dije.
Pero, por favor, ni siquiera yo había creído eso. Te amaba, a pesar del corto tiempo que habíamos pasado juntos, llegué a amarte. Ese fue mi problema, me enamoré de una estrella fugaz y no supe que hacer cuando la vi alejarse de mi lado de manera tan repentina.
—Lottie...
Fue cuando escuché tu voz que me rompí en mil pedazos, en ese momento me volví de cristal.
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