Adiós
Acostada en mi cama, con la cara enterrada en mi almohada, no podía dejar de llorar y ya había pasado más de una hora desde que te vi en la cafetería. Tu ni siquiera intentaste seguirme, no hiciste absolutamente nada. Y me odiaba por gastar tantas lágrimas en alguien que ni siquiera se esforzó por explicar lo sucedido.
—Lottie, cariño, ¿puedo pasar?—La dulce voz de mi madre sonó al otro lado de puerta.
—Quiero estar sola.
La garganta me dolía y sentía los ojos hinchados, no quería que nadie me viera de tal manera. Había llorado tanto que el pecho me punzaba.
—Oh, cariño.
Ignoró mi petición y entró al cuarto seguida de mi padre. Escondí mi cara de ellos pues no quería que vieran la vergüenza que daba mi rostro.
—Todo va a estar mejor.
Papá se recostó a mi derecha y mamá a mi izquierda. Ambos me abrazaron y simplemente se quedaron en silencio, escuchando mis sollozos y observándome con amor auténtico. Con ellos a mi lado me sentí un poco menos rota.
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