(Lorena)
Abrí los ojos para ver quién era el tozudo que no me dejaba tranquila en el banco. Me topé con los ojos preocupados de Sebastián. No puede ser.
-Tu...
-Hola –dijo sonriendo.
-¿La conoces? –pregunto Ray, que caminaba al lado de Sebastián.
-Sí, es una nueva amiga del insti. ¿Y tú que hacías en la calle a estas horas?
-Estaban discutiendo y como no estabas he ido a buscarte.
-No puedes hacer eso ¿Vale? ¿Qué pasaría si no te hubieras encontrado con Lorena y te hubieras cruzado con un malo?
-Lo siento –dijo a punto de las lágrimas otra vez.
-Ya paso, pero no lo vuelvas a hacer si vuelve a ocurrir ciérrate en tu habitación, me llamas recuerda que te deje el numero en un papel y me esperas.
-No me acorde, lo siento.
-Ya está Ray. Ahora tenemos que ayudar a Lorena.
-Ya me encuentro mejor, bájame –interrumpí.
Me miro a la cara de manera seria, evaluándome.
-Creo es mejor que te ayude.
-De verdad solo necesito descansar.
-De acuerdo, pero no me iré hasta que estés mejor.
-No hace falta...
-Para de rechazar la ayuda. Todo el mundo necesita ayuda en algún momento.
-A mí me has ayudado –dijo Ray.
-Ves, así que déjame devolverte el favor por cuidar de mi hermano.
Nos sentamos los tres en el banco y yo volví a tirar mi cabeza hacia atrás y respirar profundo.
-¿Qué es lo que te pasa? –pregunto Sebastián.
-Cansancio.
-Por eso no te desmayas de esa manera.
-Tuve un accidente que me condiciono. No puedo hacer ejercicio pesado o durante mucho tiempo.
-Por eso te desmayaste antes ¿verdad?
-Si... y como he decidido volver andando y luego me encontré con Ray, no pude descansar.
-¿Te pasa a menudo?
-No, normalmente no me pasa pero siempre hay algún momento que me tenga que esforzar pero justo después descanso. Hoy ha sido un día raro.
-¿Qué te paso? –pregunto Ray.
Me incorpore y le mire, era demasiado pequeño para escuchar una historia como la mía. Sonreí sin ganas y le revolví el pelo.
-Algo muy feo.
-Eso seguro –comento Sebastián- Vamos llevo a Ray a casa y te llevo en mi coche a la tuya.
Me iba a negar pero viendo las caras de preocupación de los dos no dije nada. Me ayudo a levantarme e hizo que me apoyara en él para avanzar.
Dejamos a Ray en su casa, no pude ver a sus padres pero Ray no parecía contento de quedarse en casa a solas con ellos. Pero no me puedo meter en eso.
Nosotros nos montamos en su coche y le puse en su GPS mi dirección.
-¿Qué te paso? –Sebastián repitió la pregunta de Ray- y no me digas que algo muy feo mientras me revuelves el pelo sonriendo.
-Me quede encerrada en un almacén y... -me estaba empezando a costar hablar porque me venían las lágrimas solo de recordarlo.
Puso la mano sobre mi pierna y apretó un poco, dándome ánimos, enseguida la quito para sujetar el volante.
-Empezó a arder y aunque pedía ayuda no llegaron a tiempo y me cayó parte del techo encima, en mi espalda, dejando quemaduras importantes.
-¿Cómo termino todo?
-Aparecieron los bomberos y me llevaron al hospital. De alguna manera afecto a mi sistema dejando secuelas como las horribles marcas de mi espalda...
-No son horribles –interrumpió susurrando.
-Y la de no poder hacer esfuerzo físico. Si me paso me desmayo –seguí, ignorando su comentario.
-¿De golpe?
-No, normalmente empiezo a notar cansancio, luego empiezo a perder la respiración como si hubiera corrido demasiado, de eso pasa al mareo y desmayo.
-¿Y ahora en qué punto estas?
-Ya se me ha pasado. Gracias.
-Me alegro. ¿Y no tienes medicación o algo así?
-Solo cuando me desmayo.
-¿Cómo hoy?
-Sí, hoy me tocara.
-¿Y no la llevas encima para casos de emergencia?
-Solo la llevo si no voy a quedarme a dormir en mi casa.
-Eso es imprudente.
Decidí no contestar a ese comentario porque seguramente me saldría decir algo impertinente y no quería enfadarme con él.
-A partir de ahora te llevare a casa en el coche.
-No hace falta. Puedo volver por mi cuenta. Haces que parezca una inválida y me sienta inútil de esa manera.
-Pero me preocupa...
-Entiendo, pero yo me quiero sentir como la persona normal que soy.
-Entonces te llevare solo cuando sea muy tarde o estés cansada.
-No hace...
-Como amigos.
La verdad es que era el primero en el que me fiaba desde hace mucho tiempo y que pareciera confiable. Me daba miedo porque el dolor, en caso de traición, me haría más daño que si fuera cualquier otro chico. Me estaba empezando a gustar pero a él solo le despertaba pena. Me consideraba una amiga, me pregunto si también me considera como mujer.
-Está bien. Pero la gente va a hablar.
Eso estaba asegurado, ya que él era uno de los guapos de clase y los rumores no tardarían en empezar si él me llevaba seguido a casa.
-A mí no me importa lo que digan, eres mi amiga e igual que a los demás te aprecio.
-Gracias.
Llegamos a mi casa y aparco justo enfrente.
-Hasta mañana –dijo él.
-No creo que mañana vaya a ir...
-¿Por qué? –me interrumpió sorprendido.
-Porque la medicina que me tengo que tomar me deja en cama.
-¿Qué quieres decir?
-Pues que tengo que estar tumbada durante muchas horas para que descanse.
-¡Oh! Pues te llamare, dame tu numero –dijo sacando el teléfono.
-Emm... si... vale...
Era la primera vez que un chico me pedía su número y me había puesto nerviosa. Intercambiamos números.
-¿Te acompaño a la puerta?
-No hace falta, gracias. Adiós.
-Gracias a ti por ayudarme con Ray. Te llamo.
Alargo la mano y me rodeo los hombros abrazándome. Cuando nos separamos me dio un beso en la mejilla.
-Adiós.
Salí del coche y cuando estuve en la puerta escuche como arrancaba el coche y lo vi irse hasta que desapareció de mi vista. Luego entre y me tuve que enfrentar a mis padres.
ESTÁS LEYENDO
Marcas imborrables
RomanceLorena ha sufrido acoso escolar en sus anteriores institutos a causa de unas enormes marcas. En un nuevo intento de encajar en su nuevo instituto es donde empieza su historia.