Capítulo 4

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(Lorena)


Abrí los ojos para ver quién era el tozudo que no me dejaba tranquila en el banco. Me topé con los ojos preocupados de Sebastián. No puede ser.

-Tu...

-Hola –dijo sonriendo.

-¿La conoces? –pregunto Ray, que caminaba al lado de Sebastián.

-Sí, es una nueva amiga del insti. ¿Y tú que hacías en la calle a estas horas?

-Estaban discutiendo y como no estabas he ido a buscarte.

-No puedes hacer eso ¿Vale? ¿Qué pasaría si no te hubieras encontrado con Lorena y te hubieras cruzado con un malo?

-Lo siento –dijo a punto de las lágrimas otra vez.

-Ya paso, pero no lo vuelvas a hacer si vuelve a ocurrir ciérrate en tu habitación, me llamas recuerda que te deje el numero en un papel y me esperas.

-No me acorde, lo siento.

-Ya está Ray. Ahora tenemos que ayudar a Lorena.

-Ya me encuentro mejor, bájame –interrumpí.

Me miro a la cara de manera seria, evaluándome.

-Creo es mejor que te ayude.

-De verdad solo necesito descansar.

-De acuerdo, pero no me iré hasta que estés mejor.

-No hace falta...

-Para de rechazar la ayuda. Todo el mundo necesita ayuda en algún momento.

-A mí me has ayudado –dijo Ray.

-Ves, así que déjame devolverte el favor por cuidar de mi hermano.

Nos sentamos los tres en el banco y yo volví a tirar mi cabeza hacia atrás y respirar profundo.

-¿Qué es lo que te pasa? –pregunto Sebastián.

-Cansancio.

-Por eso no te desmayas de esa manera.

-Tuve un accidente que me condiciono. No puedo hacer ejercicio pesado o durante mucho tiempo.

-Por eso te desmayaste antes ¿verdad?

-Si... y como he decidido volver andando y luego me encontré con Ray, no pude descansar.

-¿Te pasa a menudo?

-No, normalmente no me pasa pero siempre hay algún momento que me tenga que esforzar pero justo después descanso. Hoy ha sido un día raro.

-¿Qué te paso? –pregunto Ray.

Me incorpore y le mire, era demasiado pequeño para escuchar una historia como la mía. Sonreí sin ganas y le revolví el pelo.

-Algo muy feo.

-Eso seguro –comento Sebastián- Vamos llevo a Ray a casa y te llevo en mi coche a la tuya.

Me iba a negar pero viendo las caras de preocupación de los dos no dije nada. Me ayudo a levantarme e hizo que me apoyara en él para avanzar.

Dejamos a Ray en su casa, no pude ver a sus padres pero Ray no parecía contento de quedarse en casa a solas con ellos. Pero no me puedo meter en eso.

Nosotros nos montamos en su coche y le puse en su GPS mi dirección.

-¿Qué te paso? –Sebastián repitió la pregunta de Ray- y no me digas que algo muy feo mientras me revuelves el pelo sonriendo.

-Me quede encerrada en un almacén y... -me estaba empezando a costar hablar porque me venían las lágrimas solo de recordarlo.

Puso la mano sobre mi pierna y apretó un poco, dándome ánimos, enseguida la quito para sujetar el volante.

-Empezó a arder y aunque pedía ayuda no llegaron a tiempo y me cayó parte del techo encima, en mi espalda, dejando quemaduras importantes.

-¿Cómo termino todo?

-Aparecieron los bomberos y me llevaron al hospital. De alguna manera afecto a mi sistema dejando secuelas como las horribles marcas de mi espalda...

-No son horribles –interrumpió susurrando.

-Y la de no poder hacer esfuerzo físico. Si me paso me desmayo –seguí, ignorando su comentario.

-¿De golpe?

-No, normalmente empiezo a notar cansancio, luego empiezo a perder la respiración como si hubiera corrido demasiado, de eso pasa al mareo y desmayo.

-¿Y ahora en qué punto estas?

-Ya se me ha pasado. Gracias.

-Me alegro. ¿Y no tienes medicación o algo así?

-Solo cuando me desmayo.

-¿Cómo hoy?

-Sí, hoy me tocara.

-¿Y no la llevas encima para casos de emergencia?

-Solo la llevo si no voy a quedarme a dormir en mi casa.

-Eso es imprudente.

Decidí no contestar a ese comentario porque seguramente me saldría decir algo impertinente y no quería enfadarme con él.

-A partir de ahora te llevare a casa en el coche.

-No hace falta. Puedo volver por mi cuenta. Haces que parezca una inválida y me sienta inútil de esa manera.

-Pero me preocupa...

-Entiendo, pero yo me quiero sentir como la persona normal que soy.

-Entonces te llevare solo cuando sea muy tarde o estés cansada.

-No hace...

-Como amigos.

La verdad es que era el primero en el que me fiaba desde hace mucho tiempo y que pareciera confiable. Me daba miedo porque el dolor, en caso de traición, me haría más daño que si fuera cualquier otro chico. Me estaba empezando a gustar pero a él solo le despertaba pena. Me consideraba una amiga, me pregunto si también me considera como mujer.

-Está bien. Pero la gente va a hablar.

Eso estaba asegurado, ya que él era uno de los guapos de clase y los rumores no tardarían en empezar si él me llevaba seguido a casa.

-A mí no me importa lo que digan, eres mi amiga e igual que a los demás te aprecio.

-Gracias.

Llegamos a mi casa y aparco justo enfrente.

-Hasta mañana –dijo él.

-No creo que mañana vaya a ir...

-¿Por qué? –me interrumpió sorprendido.

-Porque la medicina que me tengo que tomar me deja en cama.

-¿Qué quieres decir?

-Pues que tengo que estar tumbada durante muchas horas para que descanse.

-¡Oh! Pues te llamare, dame tu numero –dijo sacando el teléfono.

-Emm... si... vale...

Era la primera vez que un chico me pedía su número y me había puesto nerviosa. Intercambiamos números.

-¿Te acompaño a la puerta?

-No hace falta, gracias. Adiós.

-Gracias a ti por ayudarme con Ray. Te llamo.

Alargo la mano y me rodeo los hombros abrazándome. Cuando nos separamos me dio un beso en la mejilla.

-Adiós.

Salí del coche y cuando estuve en la puerta escuche como arrancaba el coche y lo vi irse hasta que desapareció de mi vista. Luego entre y me tuve que enfrentar a mis padres.

Marcas imborrablesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora