Capítulo 20

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Cuando Jonatan me dijo aquello, enmudecí. Recuerdo que apenas podía hacer nada a parte de preguntar qué era lo que había ocurrido, pero él tampoco supo darme respuesta.

Salimos a todo correr del piso y nos montamos en su coche para ir hasta la clínica privada. Él llamó a su madre mientras yo trataba de sonsacarle a la secretaria el paradero de mi amiga, pero se negaba a decírmelo.

—Está en la habitación 220.

En cuanto le escuché salimos corriendo hasta las escaleras y las subimos tan rápido que podía jurar que nunca hubiera imaginado poder ir a esa velocidad.

Cuando llegamos al pasillo del segundo piso nos encontramos con una mujer uniformada, de pelo rubio teñido y expresión seria. Al ver sus ojos supe que era la madre de Jonatan. Él la agarró de la cintura y la abrazó, para después mirarla, desesperado por saber de su hermana.

—¿Dónde está? —pregunto en un fino hilo de voz.
—Está inconsciente. Los médicos han dicho que ha sufrido...
—Necesito verla, mamá —recuerdo perfectamente el agobio en su voz.
—Los médicos han dicho que no puede entrar nadie.

Jonatan se giró, y roto de ira, le pegó un golpe a la pared para después caer al suelo y llorar como un niño. Me puse a su lado y cogí su mano, tratando de calmarle. Estaba roja y tenía algunos rasguños por el golpe, pero al menos no sangraba. Estaba caliente, y cuando la toqué sentí un escalofrío.

—¿Y papá? —preguntó desde el suelo.
—Tu padre está de viaje. Llegará mañana.
—¡Su hija ha tenido un accidente, joder! ¿Qué es más importante que eso?
—Jontan, vigila tus palabras —ordenó ella sin perder la calma.
—¿Qué es lo que ha pasado? —mi pregunta sonó tan temerosa que yo misma me asusté del tono de mi voz—. Julieta me dijo que había quedado con Tomás. ¿Acaso tuvieron un accidente?
—¿Y tú quién eres?

No se me escapó la mirada indiferente que me echó la madre de Jonatan, pero simplemente pasé de ella.

—Es Melisa, la compañera de piso de Julieta. Lo sabrías si te hubieras pasado a verla en estos meses.

Ante las palabras de defensa que había lanzado su hijo, ella chasqueó la lengua y cruzó los brazos. Estaba claro que yo no le había causado la mejor impresión.

—Iba en el coche con un chico borracho y salieron de la carretera. No me han dicho mucho más.
—Tomás jamás se montaría borracho en el coche, y mucho menos llevaría a Julieta estando borracho.
—Solo os digo lo que me ha contado la policía.

Aquello no me cuadraba, así que me di la vuelta, le dije a Jonatan que iba a salir a tomar el aire y me escaqueé hasta la calle, donde busqué el número de Tomás y lo llamé.

—¿Sí? —era él.
—Tomás, soy Melisa, ¿estás bien?
—¿Melisa? —se quedó un rato pensando—, ¿la compañera de Julieta?
—Sí.
—Ah... pues sí, estoy bien. ¿Por qué lo preguntas? ¿Te ha contado Julieta lo que pasó?

Lo sabía, él no era el chico que iba borracho, pero tampoco parecía tener ni idea de lo de Julieta. Joder, iba a tener que contárselo.

—No, es que... Tomás, tienes que venir a la clínica cuanto antes.
—¿Por qué? ¿Ha pasado algo?
—Julieta ha tenido un accidente.

Hubo un silencio y me colgó. Casi al instante me llegó un mensaje de él diciendome que iba a estar allí en nada, y ciertamente no tardó más de diez minutos en aparecer en la puerta.

—¿Qué ha pasado? —me preguntó, lleno de preocupación.
—Eso mismo iba a preguntarte yo. ¿Discutisteis?
—No, bueno, no exactamente. Ella se enfadó por un comentario de mis padres y se fue. Traté de ir tras ella, pero cuando salí había desaparecido, y no me cogía el móvil.

Tal como eresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora