Capítulo 10

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El lunes me desperté con un dolor de cabeza tremendo, pero tenía que ir a clase porque a las diez tenía examen de bioquímica y me había pasado todo el domingo estudiando, así que aunque me causase un posterior viaje al hospital, iba a hacerlo —he de admitir que me he reído de mi propio chiste. Sí, soy un poco simple para estas cosas—.

Me puse unos vaqueros y una camisa negra de encaje y antes de salir cogí un bollo para el camino. Bea me había escrito esa mañana para preguntarme cómo llevaba el examen, pero con las prisas no había podido contestarle. Cuando llegué, me senté en la décima fila, junto a mi amiga, que me había estado guardando el sitio.

Durante esa mañana a penas hablamos, hasta que acabamos el examen y Bea salió maldiciendo a la profesora por la dificultad que había puesto. A mí no me había parecido demasiado difícil, pero no estaba muy concentrada, por lo que hubo cosas sencillas que dejé sin responder.

—¿Estás enfadada conmigo, Lisa? —me preguntó un poco preocupada.
—No, claro que no. ¿Por qué iba a estarlo?
—Por lo del sábado. Igual sentiste que fui un poco borde, o algo así. No me gustaría que pensases así de mí, es que hay muchas cosas en mi vida que... —la corté. Se estaba poniendo muy rara, y no me gustaba verla así.

—Estamos bien, Bea. Lo entiendo, hay cosas que no quieres contarme, y me parece bien. Aún nos estamos conociendo, no es que seamos íntimas amigas.

—Gracias por no enfadarte.

No os voy a engañar: me hubiera gustado que mi amiga me dijera que quería contarme todo porque se sentía bien a mi lado, pero estaba claro que no iba a ser el caso, así que no le dije nada más. Cuando estuviese preparada seguramente me lo diría.

—Andrés me ha dicho que esta noche hay un concierto en un bar llamado Zentral. Toca un chico de su clase y me ha dicho de ir a verlo, ¿te animas?
—Eso suena a cita —observé con agudeza.
—No te creas. Van a venir varios amigos suyos, así que...
—O sea que soy la amiga que te va a ayudar a no estar con solo tíos.
—Sí, eres algo así como mi salvavidas —reí y ella me devolvió la sonrisa—. ¿Vendrás?
—¿Tengo elección?

No iba a decirle que no pese a que estaba todavía un poco molesta por su desconfianza hacia mí.

Fui a casa y me encontré a Julieta con una chica de pelo rubio que vestía un mono escotado de pantalón corto. Mi compañera me miró con desgana y su amiga repitió el gesto mientras mordisqueaba una galleta baja en calorías.

—Hola —saludé, en vista a que ambas habían decidido pasar de mí.
—¿Acabas de saludarme? ¿Soy suficientemente digna de estar ante ti? —ante la burla de Julieta, la rubia se rió.

Iba a contestarle, pero sabía que si lo hacía nos meteríamos en un agujero de improperios y dramas innecesarios, así que la dejé sentir que tenía razón.

Fui a mi cuarto, adelanté algunas cosas de la carrera, y después me vestí para ir al concierto. Hacía mucho que no me arreglaba, por lo que me puse un vestido básico de color morado con unas medias y unas botas negras con un poco de tacón. Algo de lo que tampoco era fanática eran los tacones. Me parecía imposible que las chicas pudiesen andar con eso sin caerse, pero una vez al año no hacían daño, o eso dicen. Me eché sombra de ojos oscura y me pinté los labios de un tono marrón. No iba excesivamente maquillada, pero me sentía mucho más guapa que de normal.

Bea me llamó para decirme que estaba a quince minutos de mi casa, así que salí y fui a esperar en el salón, pero justo en ese momento me crucé con Julieta que salía de su cuarto. No había rastro de la arpía rubia, y eso me agradó. Ella trató de evitar mi mirada, pero casi me puse en medio para obligarla a mirarme.

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