Capítulo 6

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En el viaje de vuelta, ni Jonatan ni yo hablamos. Estábamos demasiado preocupados por Scarlett, la cual no dejaba de balbucear palabras que ninguno entendíamos. Me fijé en que ya no estaba tenso y su conducción era mucho más precavida y serena, pero no podía evitar tener la sensación de que debía hacer algo más.

Desde que había conocido a Jonatan me había parecido un capullo integral, pero al verlo ese día, al ver cuánto quería a su hermana y cómo haría lo que fuera por ella, un trocito de mi corazón se rompió y empezó a pensar que, tal vez, ese chico no era tan horrible como pensaba.

La subimos a casa y la tumbamos en su cama. Nunca había entrado en el cuarto de mi compañera -entre otras cosas porque me daba miedo encontrarme con calzoncillos de tíos o con condones usados-, pero estaba mucho más limpia de lo que esperaba, de hecho estaba incluso mejor que la mía.

Jonatan le puso un cubo en la mesilla de noche que tenía al lado de la cama y después se quedó junto a ella toda la noche en una incómoda silla de madera. Cuando me desperté a la mañana siguiente, me apiadé de él y le pedí que fuera al sofá a dormir. Al principio se negó —estuve casi una hora intentando convencerle—, pero finalmente acabó aceptando.

Hacia el mediodía, Scarlett abrió los ojos y ya parecía casi una persona normal, pero en cuanto vio el cubo que tenía al lado con sus repetidos vómitos de la noche, volvió a echar todo lo que tenía dentro. La ayudé a ir hasta el baño y le propuse que se diera una ducha fría. Cuando salió, yo ya había cambiado las sábanas de su cama, la dejé tumbada y le pedí que durmiese un rato más.

Al salir, vi que Jonatan todavía dormía, así que, en silencio, preparé una olla de macarrones con tomate y cuando estaban hechos, fui a despertarle.

—Eh, bella durmiente —le llamé mientras le pegaba suavemente con un cuchara de palo—, es hora de despertar.

Conforme vi que sus ojos verdes se abrían y escuché un gran bostezo, me fui a la cocina y saqué un par de platos para echar la comida. Jonatan parecía de buen comer, por lo que le eché casi el doble que a mí.

—¿Qué tal está Julieta? —le miré para responderle y me di cuenta de que, debajo de la manta, solo estaban sus calzoncillos. Le tiré la cuchara de palo y él pegó un grito—. ¿Estás loca?
—Primera regla para estar en un piso femenino: ponte pantalones —por suerte llevaba puesta la camiseta, así que la bronca no fue a más—. Scarlett está bien. Se ha dado una ducha fría y la he dejado durmiendo un rato más.
—No la llames así —elevé la cabeza y le eché una mirada confusa sin entender a qué se refería—. No quiero que la llames Scarlett.
—¿Y eso por qué?
—Porque no le hace ningún bien —le pedí con la mirada que siguiera y así lo hizo—. Desde pequeña, Julieta siempre había deseado ser otra persona, y cuando cumplió dieciseis años se inventó ese nombre. Su psiquiatra dice que es una especie de barrera mental que ha creado, algo así como una doble personalidad que usa para hacer todas las cosas que su yo real no se atreve.

Me quedé mirándole en shock. Aquello parecía tener sentido, pero supongo que no conocía lo suficiente a Scarlett -mierda, quería decir Julieta- como para saberlo.

Le prometí que trataría de cumplir con lo que me pedía y después nos quedamos en silencio mientras comíamos. Tenía muchísimas preguntas sobre lo que habíamos vivido anoche, pero, ¿cómo podía preguntárselo sin parecer una cotilla?

—¿De qué conocías a Sergio? —me aventuré a preguntar sin pensarlo mucho más.
—Es alguien de mi pasado.
—No parece el tipo de persona con la que irías.

Jonatan tenía un físico muy varonil y un tanto forzado, tal vez demasiado masculino para el tipo de ropa que llevaba. Siempre lo había visto con polos, camisas o sueters un poco pijos, por lo que no llegaba a entender cómo alguien como él podía conocer a un chico como Sergio.

—La visión actual que tienes de mí, no tiene nada que ver con el chico que era hace tres años.

Aquella respuesta me dejó pensando en todo lo que vi la noche anterior, y fue entonces cuando recordé cómo Sergio le había preguntado por una chica: Sandra. ¿Quién era ella? ¿Por qué salía en la conversación?

Quise seguir con las preguntas, pero cuando Jonatan terminó, lavó sus cosas y se metió al cuarto de Julieta. Ahora la vida de Jonatan se había convertido en un misterio para mí y no iba a parar hasta averiguarlo todo sobre él.

Nuestro invitado se fue a las seis de la tarde, después de tener una larga charla entre hermanos con Julieta. Escuché gritos y varias palabras malsonantes, pero sabía que no debía entrar. Antes de irse entró en mi habitación y se despidió de mí desde la distancia. A decir verdad, por un momento sentí bastante lástima por él, aunque no sé la razón.

El lunes fui a clase con Bea y a la hora de comer quedamos con Estela, la chica que se gustaba de Jonatan y que, al mismo tiempo, había enamorado a Andrés. A diferencia de nosotras dos, Estela vestía de forma espectacular y se notaba que pensaba mucho qué ponerse para ser el centro de las miradas.

Le había contado a Bea lo que pasó el fin de semana, y fue ella misma quien me propuso quedar con Estela, ya que nadie sabía más de la historia de Jonatan que ella. Por lo visto, él y Julieta venían de una familia de renombre muy famosa en España, aunque mentiría si dijera que el apellido me sonaba de algo.

—Jonatan Falces —dijo, como si esperase que los conociese—. ¿Nuncas has oído hablar de la familia Falces? Tienen una multinacional especializada en varios sectores como hostelería, textil o calzado. Son hiper famosos.

A mi todo me sonaba a chino, pero la chica parecía tan segura de lo famosos que eran que acabé asintiendo con la cabeza.

—¿Y qué sabes de la familia?
—A nivel público que son multimillonarios y que tienen más de diez casas por todo el mundo, además de su vivienda principal que está en Madrid.
—¿Y a nivel privado?
—Poca cosa. Tienen cinco hijos: Miguel, Iván, Marta, Jonatan y Julieta. Los tres primeros rondan los treinta años y viven, o fuera del país o lejos de su casa. Luego están Jonatan y Julieta, los cuales vienen a nuestra universidad.
—¿Y qué sabes sobre ellos?
—Sé que son la oveja negra de la familia, o al menos Jonatan lo era antes —eso era lo que me interesaba. Le indiqué que continuase y la chica me hizo caso—. Por lo visto en su adolescencia empezó a juntarse con malas compañías y a meterse en varios temas ilegales, pero su familia le estuvo cubriendo las espaldas.

Interesante. Tal vez ahí es donde conoció a Sergio, ¿no? Aquello tenía sentido, pero, ¿qué pintaba Julieta con él entonces?

—¿Y Julieta?
—De ella no sé mucho, pero se comenta que es muy fiestera y que peca de ser demasiado abierta con los hombres.
—¿No sabes nada más?
—Sus padres les tapan en todas las cosas que hacen para que no manche su imagen, aunque de Jonatan sé algo más...
—¿El qué?
—No estoy segura de si es cierto, pero lo he escuchado de varias fuentes. Se dice que hace un par de años fue arrestado por la policía.
—¿Y qué hizo? ¿Pintar un graffiti? ¿Robar un coche?
—Se dice que lo detuvieron por asesinato.

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