Dulce

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Selegna se despertó y no vio a Ares, pensó que Jero le abría encargado algo, bajó a desayunar, Mirza le comentó que su señor llegó muy tarde y que ahora dormía. Una de las chicas del servicio hablaba español, era colombiana, se llamaba Dulce, Selegna la convenció para que la llevase a ver la ciudad, Jero no se había despertado y no quería preguntarle por si no la dejaba ir.

Salieron en el pequeño y viejo Jeep de Dulce y se dirigieron al centro, visitaron mezquitas, palacios, montaron en el antiguo tranvía y en el funicular, pasearon en barco por el Bósforo y se dirigieron a las Islas de los Príncipes, nueve islas en el mar de Mármara, se tardaba en llegar una hora en barco desde Estambul, habían hermosos paisajes y lindas playas de arena. Cuando llegaron se pararon a comer un kebab, una de las comidas favoritas de Selegna, le encantaba el picante, visitaron el bazar de las especies y dejaron el Gran Bazar para lo último.

El Gran Bazar era impresionante, había de todo y los comerciantes eran de lo más persistentes, al ver a dos mujeres hablando en español pensaban en turistas, las cogían y peleaban entre ellos para ofrecerles, joyas, ropas, sedas, alfombras. Compró dos esclavas de oro e hizo grabar los nombres de Jero y Ares por detrás en ellas. Vio un cordón de oro con un relicario para poner dos fotos, en forma de corazón con cristales incrustados y lo compró también, miró como Dulce regateaba por los precios con el tendero, era muy guapa, su pelo negro que le llegaba a un palmo de la cintura, sus ojos azules y su piel morena, alta, delgada, pechos grandes, operados, los nuevos sentidos que Selegna estaba adquiriendo, hacían que le pareciese que olía muy bien, sabía que no tenía colmillos, pero deseaba morderla, quería poseerla, pensaba como era posible que todavía no se había convertido y ya estaba pensando en crear su propio clan, le preguntaría a Jero si eso era normal. Se acercó y le probó un anillo, una alianza de oro blanco con un cristal negro.

---¿Te gusta?---le preguntó a Dulce.

---Me encanta---fue a quitárselo.

---¡No! es para ti, déjatelo---le acarició la mano---, yo quiero otro igual me gusta mucho.

---No puedo aceptarlo señorita, es muy caro.

---Da igual, paga Jero y por favor llámame Selegna---sonrió---, vamos a pagar y sigamos con las compras, vale.

---Está bien---habló en turco con el tendero y pagaron.

---¿Te gusta trabajar con Jero?, ¿Qué sabes de él?.

---Es buen jefe y si lo que quieres saber es, si sé que es un no muerto, si, lo sé, he dejado que se alimentase de mí en una ocasión, antes de que se fuese de viaje a Barcelona---bajó la cabeza como avergonzada---. El trabajo es bueno y el sueldo mejor, vivo en un palacio, me siento como una princesa, qué más puedo pedir.

---Has pensado alguna vez en ser como él, ya sabes un vampiro---le busco la mirada.

---Bueno, si te dijese que no mentiría, debe ser emocionante, excitante y ser joven y bella por siempre, ¿responde eso tu pregunta?---Selegna asintió con la cabeza mientras sonreía--- ¿y tú lo vas a ser?.

---Sí, estoy a punto de serlo, voy a ser la esposa de Jero, será pronto y necesitaré a alguien que quiera ser mi ayudante de cámara particular, ¿te interesa?.

---Si al señor no le importa, yo estaría encantada, no es para hacer la pelota pero me caes muy bien, eres muy simpática y amable, sino fueses a ser mi jefa podríamos ser amigas.

---Eso no importa, podemos ser amigas igualmente, lo deseo, me gustas, creo que nos llevaríamos muy bien.

---Tú también me gustas---le cogió la mano y se la besó.

Llegaron tarde a casa ya anochecía, Jero estaba nervioso, esperando la llegada de Selegna, Ares estaba a la entrada de los jardines, iba a ir a buscarla cuando los faros del coche de Dulce le deslumbraron, pararon el coche y montó en la parte de atrás. Advirtió a Selegna que Jero estaba enfadado, que en realidad los dos se habían asustado mucho.

SELEGNADonde viven las historias. Descúbrelo ahora