Capitulo 2

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El alcohol le pareció una buena idea para olvidar  aunque sea por un momento ese dolor que le consumía el alma, después de haber dejar su nuevo apartamento completamente destrozado salio en su auto a busca el bar más cercano.

Sumire se encargó de sumergirlo en un abismo sin fondo con sus reclamos, caprichos, con su frialdad e indiferencia, y por si no fuera suficiente le dio el golpe de gracia encontrándola en la cama con otro, en el mismo apartamento que compartían. Y ahora se viene a enterar que en menos de un mes se había casado con el mismo idiota con el que lo engaño.  

No entendía a esa mujer, le dio todo de si mismo absolutamente todo, vivió  completamente a sus pies sin embargo no fue suficiente.

Desesperación, rabia, tristeza frustración, decepción por Sumire y de si mismo por seguir amando a una mujer interesada, una cualquiera que disimuladamente se vendía al mejor postor. Tantos sentimientos negativos lo estaban volviendo loco.

Con esa cara inocente y delicada parecida a la de un ángel disfrazaba sus verdaderas intenciones. Desde el primer momento lo hechizo con su dulce voz.

"Maldita zorra" susurro entre dientes tras tomarse de un solo trago la copa de vodka que sostenía con la mano, sintió arder su garganta cuando el liquido frío se deslizaba por el, sin embargo siguió bebiendo hasta acabarse la botella y perder la conciencia quedando recostado sobre la barra.

El siguiente día llego y él seguía en ese lugar; el bar tender se acerco a él para despertarlo con cuidado, la noche anterior se comportó violento cuando intentaron sacarlo, no imaginaba verlo en un estado deplorable, lo vio tan mal que convenció a sus superiores de dejar que se quedara hasta la mañana. Después de todo podría matarse al conducir en ese estado.

Señor, disculpe ya debe retirarse —. Dijo el hombre de camisa blanca con chaleco y corbatín Corinto moviéndolo para que despertara.

— Mmnmm —. Se removió en su asiento para luego incorporarse y ver al hombre que lo despertó — ¿Qué hora es? —. Pregunto un tanto desorientado.

Las seis de la mañana señor, van a limpiar el lugar así que debe irse —. Dijo el peliceleste con evidentes ojeras causadas por el cansancio y desvelo.

— Esta bien —. Saco su billetera del bolsillo, dejo dinero sobre la barra y se levanto de la silla tambaleando y agarrándose  de la barra para no caer.

El albino noto su mirada perdida y pese a su cansancio intentaría llevarlo a su casa, evidentemente no podría llegar solo y por los viejos tiempos le haría ese favor

Permita me llevarlo a su casa, ya término mi turno así que puedo hacerlo sin ningún inconveniente —. Dijo cortésmente con una sonrisa.

El rubio lo dudo por un momento, no deseaba ver ni hablar con nadie pero era cierto, no podría conducir en su estado y por un breve instante se arrepintió de haber bebido tanto.

Esta bien —. Respondió secamente dándole las llaves del auto.

El peliceleste tomo las llaves y se acerco a él para ayudarlo a caminar hasta el estacionamiento. Lo ayudo a subir al auto y sin mas arranco dirigiéndose en la dirección que el rubio le indicaba.

6:30 am, no tardaron en llegar al edificio del rubio y enseguida comenzó a bajar del auto, el albino imito su acción rodeando el auto acercándose a él. Boruto no entendía la amabilidad de ese bar tender, a cualquier otro le valdría poco o nada lo que los clientes hicieran después de salir del bar.

Enamorándome del Enemigo. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora